Ricardo Valenzuela
Para poder
entender todo lo que representa el Trumpismo, debemos acudir a esa realidad histórica
de la eterna lucha entre el poder y la libertad. Ese poder que, por diferentes
avenidas de la historia, primero se ubicaría básicamente en los gobiernos, los
nacientes oligarcas y, al inicio, un poder absoluto en la iglesia que surgiera después
de la avenida de Cristo al mundo hace 2,000 años. Una interrogante que debemos
despejar para entender el Trumpismo.
Al inicio, los gobiernos imperiales con sus señores feudales era prácticamente una sola fuerza que hubiere nacido vendiendo protección. Sin embargo, cortesía del emperador Constantino, se sumaba la nueva iglesia que, con el paso del tiempo, consolidaría una fuerza especial después de que, a base de herramientas igualmente especiales, su poder superaría al de los monarcas y sus aristocracias. Durante siglos la iglesia estaría estructurando un esquema muy efectivo para la sumisión y control total de la humanidad.
Un esquema a base de premios y castigos de la conducta humana, pero, bajo las reglas establecidas por ella misma. Y durante los siglos siguientes, atestiguábamos cómo poco a poco surgía una sociedad que nunca abandonara su infancia. La iglesia promovería conceptos como el valle de lágrimas, el sufrimiento como una función divina, valores falsos como una obediencia total a las coronas y a la iglesia. Un dios invisible que podía ser amoroso para unos, o el gran verdugo castigador para otros. Y ese juicio se basaba en las reglas que supuestamente dios le entregaba a Moises, y su cumplimiento era obligatorio so pena del castigo eterno.
La realidad era el resultado de las herramientas establecidas para lograr la sumisión y control de la humanidad. Y entre el florido ramillete de herramientas, sin lugar a duda, la más efectiva era la inyección de culpa ante su incumplimiento al mismo tiempo que establecían la monopólica fórmula de su perdón. Para eso, se definiría la moralidad sobre esas bases, la imposición, la obediencia total en una sociedad totalmente programada, sumisa, acompañada de una serie de formas para lograr su absolución y perdón. Con el paso del tiempo, ese poder de la iglesia sometería hasta a los reyes y emperadores.
Sin embargo, no serían únicamente factores como Martin Lutero, Enrique VIII de Inglaterra, los jesuitas, los padres fundadores de EU los que prendieran la primera antorcha liberatoria. Durante el siglo 16 surgirían las “satánicas ideas” de un filósofo judío residente de Holanda, Baruch Espinoza, provocando una verdadera explosión intelectual ya como producto del renacimiento. Espinoza cuestionaría todo el concepto religioso, político y social que habia sostenido al mundo sometido y sin esperanza, lo que le valdría ser excomulgado por ambas religiones, la judía y la católica. Y lo hacia atacando certeramente todas las bases que los sostenían. Su primer ataque sería al concepto de moralidad afirmando no se basaba en los diez mandamientos, sino que se debía basar en la capacidad racional del hombre.
Afirmaba, contradiciendo a la iglesia, que la gente no era mala por naturaleza, sino que la habían hecho irrazonable. Los mandamientos era la creación humana de una constitución para controlar y así establecer la servidumbre. Por ejemplo, el mandato de honrar a tu padre y a tu madre era la primera sumisión que luego se trasmitía a la sociedad. Era una orden para evitar que el ser humano pensara por sí mismo y pudiera entender la verdadera moralidad era actuar con los regalos de dios, la ética, lógica, la razón, no por amenazas de castigo.
La iglesia disfrazaba sus propósitos de sumisión y obediencia con el manto de sus leyes divinas cerrando el candado de su prisión. Pero la moralidad era interna no el seguir reglas opresivas. La conducta moral no debía obligarse pues era algo que debería surgir de introspección utilizando la ética, la lógica y la razón. Las conductas humanas deberían surgir de su comprensión de la naturaleza divina al haber descubierto la verdad. Tal vez por eso Confucio afirmaba: “Mientras más cárceles se construyan, más criminales surgirán.” El hablaba de La Magia de autodirección para abandonar esa esclavitud.
Existía y todavía existe una forma de la peor esclavitud. La esclavitud psicológica y mental. Una forma de esclavitud promovida para que la mayoría de la gente deban sus almas a alguien más. Esclavitud en que la gente trabajaba en algo que odiaban, vivían en un ambiente que no les gustaba, iban a lugares que no querían ir, hacían cosas en contra de su voluntad siempre rodeados de esquemas que les imponían. No podían obedecer lo que comprendían era lo moral y lo justo, solo los mandamientos so pena del infierno.
La religión se ha utilizado para la sumisión total y control de la humanidad. Por eso mantenían una cercana sociedad con los gobernantes de las naciones. Siempre han iniciado el programa desde que el hombre nace y prepararlo asuma esa actitud con los gobiernos, las iglesias. Y en el centro de sus ataques, siempre han mantenido el concepto de culpa, el veneno más cruel y mortal que siempre destruye nuestra celestial individualidad creando al dependiente que entrega su vida y futuro a alguien más. Nos han destruido la razón, la libertad individual y la comprensión del orden natural en donde se encuentra a Dios. La capacidad de actuar de acuerdo con la naturaleza de cada uno, de lograr nuestra autonomía individual y racional que solo se encuentra en libertad. La libertad para deshacernos de las cadenas que nos aprisionan.
Espinosa nos invitaba a encontrar la capacidad para entender nuestra verdad, porque Dios nunca nos ha dictado reglas arbitrarias. Nos invitaba a la reinvención de la nueva moralidad, no la de la esclavitud sino esa que encontraremos en el interior, nuestro autoconocimiento y nuestra naturaleza racional. Nos invitaba para actuar con la razón y el amor al bien que habremos comprendido. Y mientras no llevemos a cabo estos procesos liberatorios, la sociedad seguirá siendo víctima de los verdaderos enemigos del orden natural que fue nuestro regalo del Dios verdadero. Dios no nos envió encadenados.
Esta, en mi opinión, es la tarea más difícil que Trump ha debido de asumir. Porque si no cura ese pudrimiento humano que han logrado esos demonios del averno, ese será lo que decida el éxito o el fracaso de su justa. Es Daniel contra Goliat, pero él tiene las armas devastadoras de ese mal; la justicia, la verdad y la razón.
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