AGUA QUE NO HAS DE BEBER

 Ricardo Valenzuela

 

El evento político con el que México consolida su vocación democrática, según expertos, la elección de AMLO, al correr de los meses se empieza a develar más que un sueño hecho realidad, como una horrible pesadilla cuando el nuevo capitán de la nave—hombre claramente incapacitado para la tarea— empuñando el timón con descomunal fuerza, día a día da fuertes pinceladas a su obra maestra para consolidar una tiranía que los mexicanos no la sentiremos, hasta que sus pesadas cadenas no permitan el que siquiera respiremos. 

En palabras del gran jurista, Gilberto Valenzuela: “Las leyes deben ser justamente aplicadas y nunca utilizadas en oposición de su propósito. Nunca para aniquilar al individuo o a la sociedad dejándolos al capricho de gobiernos dictatoriales, sino para reconocer y garantizar los atributos esenciales del hombre en una sociedad en orden. Tampoco para sancionar desigualdades ni reconocer privilegios, sino para mantener una estructura que haga posible el progreso del hombre, sin más diferencias que las que surjan de forma natural de la virtud, del talento y del trabajo”.

 “Nunca para consagrar la dictadura de un hombre o un partido; ni para crear un poder público autoritario y despótico que pretenda controlar la vida y la conciencia de los hombres; sino un gobierno honesto cuya función sea proteger la libertad, los derechos individuales y mantener la paz social dentro del orden y la sujeción de la ley”. 

 En EU una de sus expresiones más populares brota cuando alguien expresa su intención de visitar nuestro país: “Don’t drink the wáter.” Durante años pensé se trataba de prevenir a los turistas del anormal peligro para su salud que representa el ingerir nuestro preciado liquido el que, entre la multitud de enfermedades físicas que provoca, una de las más famosas es la que Carter puso de moda: “La venganza de Moctezuma”. Sin embargo, permanecí durante mucho tiempo en las tinieblas pues recientemente he llegado a conocer su verdadero significado y ahora afirmo entenderlo.

 El consejo que surge cuando los turistas se preparan para penetrar nuestro país, no es para prevenir las enfermedades físicas al beber el agua mexicana. La advertencia es en contra de un contagio mucho más serio que la venganza de todos los aztecas. Es una alarma en contra del peligro de adquirir el fatal síndrome del “Perfecto Idiota Latinoamericano.” Ese mortal virus que se manifiesta con síntomas de un avanzado retraso mental combinado con conductas ilógicas, modorra ética, pereza mental y oportunismo civil. El abandono de la facultad de pensar, de conjugar palabras con los hechos, de cuestionar la retórica que hace las veces de pensamiento y, más grave, inocula el otro inmisericorde virus, el de la destrucción. 

 El pasado mes de Julio esperaba los resultados de la elección. Al informar el triunfo de AMLO, pasan una toma del del zócalo en donde aparecen decenas de miles rebosantes de euforia y pendejismo, celebrando la barrabasada que acababan de cometer. Un amigo me envía un punzante email: “Don’t drink the water”. Me quedo perdido por unos momentos para luego pensar, que frase tan certera y tan condenatoria. Una tercera parte de los votantes fueron contagiados por ese síndrome de la idiotez, y los demás llevamos el virus dormido. Esa idiotez que ahora desemboca en el estado de sitio que le reafirmamos al país, entregándoselo al Peje.

 Un fantasma recorre el mundo afirmaba Marx en su Manifiesto. Jamás se imaginó la fiereza de su advertencia. Otro fantasma recorre Mexico, el fantasma de la idiotez para aferrarse a lo que el resto del mundo abandona. El fantasma de esa agua que otros no han de beber por miedo a contraer el virus que nos ha postrado. Esa contagiosa agua intoxicante que brota de las venas abiertas por demagogos como Galeano, para embrutecer al centinela del presente pero responsable del futuro. Agua que brota en torrentes de las heridas inflingidas por nosotros mismos con armas letales, las armas de la pendejés.

 En una de sus obras el laureado Nobel, Mario Vargas Llosa, lleva a cabo un análisis del contenido de la palabra “pendejo” tan popular en toda América Latina. De Mexico a Ecuador, afirma, el significado es el de tonto, pero misteriosamente al cruzar la frontera peruana se vuelve lo opuesto. En el Perú, pendejo es el clásico pícaro quien, utilizando su pendejés, logra el éxito y es admirado por eso; por ser un pícaro vago y simpático. Y para definir al pendejo mexicano, en Perú se usa la palabra “cojudo.”

 Esta enfermedad es descrita con ese elegante estilo de Vargas Llosa, en la narración de algo sucedido en su país. A finales de los años 40 gobernó el Perú un distinguido jurista: El Dr. Jose Luis Bustamante y Rivero. Escribía él mismo sus discursos en un español castizo, profundo y elegante, era un hombre de gran honradez y tenía la mala costumbre de respetar la Constitución y las leyes. La oposición lo bautizó como “cojurídico.” Es decir, un pendejo que creía las leyes tienen importancia y había que cumplirlas. El apodo de inmediato se hizo popular con toda la población y lo adoptó como su deporte para burlarse de la integridad de su líder.

 Vargas Llosa narra luego cómo en Perú un candidato ganó una elección cuando se le acusaba de tráficos y fraudes. La ciudadanía votó por él, solamente porque era “un gran pendejo.” Las miserias de Mexico no cesarán hasta que compongamos la semántica de nuestros valores. Cuando degrademos a los admirados cojudos que ahora presiden los destinos de nuestro país. Porque no son los simpáticos ni los audaces que actúan como si fueran los dueños los que labran la grandeza de las naciones, sino esos aburridos personajes que conocen sus límites y son tan poco temerarios que viven siempre respetando la ley.

 Ahora entiendo que nuestros vecinos no se quieran ni bañar con el agua mexicana, es letal para el cerebro. Entiendo su compulsivo pavor a nuestros inmigrantes; no se quieren contagiar pues al verlos violentamente tratando de penetrar los EU, como los romanos ante las invasiones de los bárbaros, entran en pánico. Y es que esas invasiones fueron la causa de la caída del imperio romano. Y lo único que se nos ocurre es afirmar; pinches “gringos racistas”.

 Lo que ocurre con nuestra semántica, ocurre también con nuestro país y sus instituciones. Las ideas, las creencias, los sistemas, al probar el agua experimentan mágicas sustituciones de sentido, y nacen condenas como la de Obregón; “nadie aguanta un cañonazo de $50,000”, o definiciones como la del alazán tostado, moral, “el árbol que da moras”. Nuestros fracasos en gran parte se deben a esa propensión nuestra a no conectar lo que hacemos y decimos, de corromper las ideas y transformar los contenidos de las instituciones que regulan nuestra vida social, siempre ungidos de pendejés.

 El pasado mes de Julio la dimos una puñalada a nuestro país. Si algún dia México encuentra la salida de la eterna mediocridad definida por Milton Friedman, será porque le entregamos las riendas a los cojuridícos para que, el estado vigilando la santidad de la ley, en libertad podamos ir en la persecución de nuestros sueños. Pero con esa adicción a la pendejez que tenemos, yo no apostaría al futuro. So, don’t drink the water. 

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