Ricardo Valenzuela
Los creadores de la ola tecnológica como
Microsoft, Google, Facebook, Twitter, Apple y en general todo el diabólico
Silicon Valley, en su inicio fueron verdaderos idealistas emprendedores. Pero, reclutados
por las elites globales, tiraron sus vestiduras para sumarse a quienes ahora
tratan de reestablecer una monarquía socialista mundial. Ahora ellos le dan una
reputación repugnante al verdadero concepto del emprendedor pues se han
convertido en aspirantes a verdugos.
El verdadero emprendedor debe ser un hombre muy diferente a los conceptos tradicionales que nos han formado y que, durante los últimos 100 años, se ha estado distorsionado de una forma que confunde a todo el mundo. Un emprendedor debería ser alguien que ama la competencia porque lo hace más productivo, educa sus sentidos, llama a la acción, perfecciona su constitución, ubica a los hombres ante una cercana colisión en esos momentos críticos en que el hombre mide al hombre. Pero, en esta guerra el enemigo siempre causa la primera víctima, la verdad, pues con la mentira siempre se cobijan.
El emprendedor es alguien totalmente independiente de los gobiernos y de todas sus políticas destructivas y siempre las exponen. Son feroces opositores de las guerras que ahora son grandes negocios y, sobre todo, enemigos de ganar dinero en esos horribles conflictos que, a los negociantes estatistas actuales, les producen una enorme riqueza manchada con sangre de los millones de jóvenes que siempre pierden sus vidas, y es algo que ya han institucionalizado en su Complexo Militar-Industrial.
El verdadero emprendedor es idealista y al mismo tiempo práctico, orientado a producir ganancias, pero conjugadas con otros importantes objetivos como el mejorar la vida de sus trabajadores, invertir en crecimiento y desarrollo. Invertir en la búsqueda de mejores sistemas de producción, de mayor calidad minimizando costos que permiten precios competitivos. Una buena conjugación de estos objetivos provoca el aumento de las ganancias que se traduce en capital disponible para inversiones ya sea en las empresas ya operando, o, en una diversificación con nuevos proyecto. Esto, igualmente se traduce en la creación de empleos tan necesarios.
El emprendedor es alguien que tiene un concepto claro de la creación de valor y la formación de capital. Y de esa forma no tener que buscar esas condiciones que automáticamente, sin la calificación de los mercados, se les garanticen sus resultados con horrorosos esquemas como los monopolios normalmente otorgados por los gobiernos, o, los oligopolios cuando el gobierno es el único consumidor y, a través de su asignación de contratos, solo benefician a esos empresarios estatistas siempre pegados a la urbe de ese estado destructor. Y, como a los gobiernos, en donde normalmente también se benefician las burocracias corruptas, les importa muy poco la calidad de lo que se produce, lo que entregan nada sirve.
El verdadero emprendedor es alguien con una integridad, dignidad y una moralidad no negociable, para mantenerse puro y nunca ser contagiado por ese veneno de la inmoralidad que provocan los gobiernos combatiendo lo que ellos consideran su enemigo más fatal, los mercados libres, los emprendedores igualmente libres cuya única referencia es la calificación que deben llevar a cabo los mercados de sus productos y servicios estableciendo precios. Y ese gran enemigo no lo representan las multibillonarias empresas que el gobierno apoya, protege y lucra. Su odiado enemigo, como el mismo Marx lo declaraba, son esas empresas medianas y la clase media que tratan de quebrarlas.
El emprendedor es el que llega cada noche a su casa y puede mirar a sus hijos a los ojos, siempre satisfecho de estar haciendo lo correcto sentando su ejemplo. Porque el sigue estrictamente los llamados de su conciencia, sus valores y no le importa que el mantenerlos lo pueda perjudicar. Alguien que no tiene que hacer llamadas a la libertad en las mañanas, y en las tardes aparecer en las oficinas de gobierno mendigando contratos, subsidios, precios de garantía, eliminación de su competencia, utilizando sus cartas marcadas como su administración de riesgo. Y, cuando la situación lo requiere, una devaluación para poder exportar pues en ese campo tan parejo no pueden operar porque son ineptos.
El verdadero emprendedor es uno para el cual no hay medias tintas. Para ellos no hay nada más que la alternativa suprema de la moralidad. Él no es azul en la mañana y rojo en la tarde. Tampoco es medio honrado, ni medio justo, y mucho menos medio íntegro. Es alguien de una sola cara, un solo color, una sola bandera, una sola conciencia que nunca callan. No es alguien que sufra de esa bipolaridad económica, política, social y, sobre todo, moral, que lleva a muchos a la hipocresía. Un hombre que antes que aspirar esas grandes riquezas provocadas artificialmente y en contubernio, están sus nunca negociables conceptos de honor, palabra, dignidad. Y, sobre todo, una moralidad indestructible.
No es como aquellos que durante toda la semana cometen todos los pecados que se puedan listar, pero los fines de semana van a confesarse y todos esas infracciones inmorales sean perdonadas. No importa el sufrimiento de tantas víctimas de su corrupción. Ese pecaminoso círculo fue donde aprendieron ese diabólico juego en el cual las ganancias de sus impías sociedades son para ellos, pero sus pérdidas, cuando el seguro les falla, deben ser pérdida de los ciudadanos con lo cual también pierden su esperanza y su futuro.
Pero, desgraciadamente, los verdaderos emprendedores se han convertido en una especie en extinción y están desapareciendo. Porque esa maléfica sociedad de billonarios-gobierno ha tratado de eliminarlos totalmente utilizando, entre otras cosas, sus diabólicos Tratados de Libre Comercio sin importar que su destrucción, en aspectos económicos, fuera mucho más alta que los ahorros que se lograrían con los supuestos productos baratos de China. Esa clase fue la que Marx bautizaba como burgueses que ha su inicio era una alabanza. Esos emprendedores que no pertenecían a la aristocracia y, al abrirles una pequeña ventana de libertad, hicieron sus fortunas creando valor y ahora las elites les temen.
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