Ricardo Valenzuela

Hace
unos meses mi buen amigo, Oscar el Chapo Romo, nos invitaba uno de esos
deliciosos desayunos en los que mostrando sus dotes de gran anfitrión,
y
sobre todo, con la habilidad organizativa de su esposa Maria Emma,
hacen del evento algo digno de recordar. Pero en esta ocasión era
ofrecido para un par de amigos norteamericanos visitando en la ciudad en
plan de negocios y, una admirable pareja de grandes libertarios.
El
Chapo nos atendía en su comedor de un segundo piso en un día
maravilloso en el cual, el clima se lucia ofreciendo lo mejor de su
repertorio y con el ventanal abierto, nos hacía gozar de la agradable
brisa que a esa hora envolvía la ciudad. Estábamos ya dando cuenta del
café de talega, cuando nos estremece el sonido de un cencerro que
parecía invitar a una revuelta, el cual era precedido por un gutural
grito de: “tortillas calientitas y recién hechas.”
Nuestros
amigos con extrañeza nos preguntan; ¿Qué es eso? Cuando el Chapo les
expone el que se trata de alguien luchando por ganarse la vida mediante
esa fórmula de servir a un segmento del mercado, excitados expresan su
deseo de ver a este creativo empresario en acción. De inmediato
bajábamos las escaleras y voalá; don Angel aparecía ante nuestra vista
en su pequeño vehículo armado con una gran creatividad. Una moto a la
cual se le había acondicionado una pequeña caja trasera para almacenar
el producto.
Don
Angel al vernos nos aborda para ofrecernos sus sabrosas tortillas.
Nuestros amigos luego de llevar a cabo la negociación, adquieren una
importante cantidad de ellas ante el júbilo del empresario y, se inicia
un interesante diálogo. Ante la infinidad de preguntas de nuestros
invitados, este hombre nos explica el que después de haber sido
despedido de una empresa, decidió emprender su negocio iniciando con
unos cuantos pesos, la ayuda de su esposa, la gran manufacturera, sólo
una canasta para cargar su preciado producto y lo más importante, la
seguridad de que iba a ser exitoso.
En
unos meses el negocio empezó a prosperar y de la canasta, pasaba a una
carretilla que jalaba manualmente. Nos explicaba que sus ventas crecían
de forma exponencial e igual sus beneficios, por lo que tuvo que llevar a
cabo la adquisición de la moto y acondicionarla. A este paso, nos decía
don Angel, para fines de año ya me puedo comprar un pick up usado para
servir a otras partes de la ciudad. Le preguntan nuestros amigos
americanos: ¿Cómo te va en relación a lo que ganabas como empleado? El
hombre sonríe y responde; no hay comparación, gano casi tres veces más, y
sobre todo, no tengo jefe y si futuro.
Las
tortillas estaban tan sabrosas que le doy la dirección de casa de mi
padre para que también nos surta. Cuando escucha Colonia Pitic, se le
ilumina la cara y me revira; “mañana estoy por ahí, ese si es un buen
mercado, es donde viven todos los ricos.” Se retira luego de consumar la
transacción y el resto del desayuno se convierte en una discusión del
espíritu empresarial de este hombre ante lo cual, nuestros invitados se
mostraban conmovidos al atestiguar la lucha de un hombre con ganas no
sólo de sobrevivir, sino prosperar en medio de una selva de promesas
incumplidas de parte de los salvadores de la patria.
Al
día siguiente de nuevo me estremece el ruido del cencerro, pero ahora
en casa de mi padre. Salgo para encontrarme a un sonriente don Angel
quien me dice; “oiga, que buena idea, ya casi vendo todo el inventario
nomás en esta colonia.” Me da tanto gusto que le digo: Oye Angel, pasa a
tomar un café conmigo? Me mira algo extrañado pero me lo acepta.
Minutos después nos empujábamos uno de esos cafés de talega y
conversábamos. Luego de interrogarme con una gran curiosidad y al saber
de mis antecedentes como banquero, me acribilla de preguntas de cómo
proyectar su negocio.
Después
de la cafeteada el hombre se retira con lo que me pareció un mapa de
cómo llevar su aventura a una nueva dimensión. Meses después regreso a
Hermosillo y don Angel al ver mi carro estacionado, presto toca la
puerta preguntando por mí. Que tal Angel lo saludo; ¿Cómo te ha ido? Se
le llena la cara con una gran sonrisa y me revira: “no me va a creer,
pero ya compré otro pick up, mi negocio se ha doblado y ahora también
vendo quesos.” Hombre, que bien le respondo, pero pásale al café. Me
vuelve a fusilar con cantidad de preguntas de cómo darle avenida a su ya
importante empresa. Nos despedimos luego de nuestro intercambio y
pienso, que gran ejemplo.
La
semana pasada regreso a mi ciudad natal para encontrarme con la novedad
de la ausencia de Angel y la falta de inventario de tortillas en casa
de mi padre. Qué raro pienso, si no aparece mañana lo procuro. Al día
siguiente me doy a la tarea de localizarlo. Después de hacerle un poco
al detective, finalmente me paraba ante la puerta de la casa de don
Angel y oprimo el timbre. Me abre una mujer de edad madura que de
inmediato identifico como la esposa: Buenos días saludo, soy Ricardo
Valenzuela y busco a don Angel.
Veo
cierto rictus en su cara cuando me dice: Hay señor Valenzuela, que
gusto conocerlo, Angel siempre me hablaba de usted. Hablaba pienso; ¿Qué
se habrá muerto? Como lo traigo perdido vengo a saludarlo, le reviro.
En eso se le llenan los ojos de lágrimas cuando me dice; pase por favor y
me dirige a una bella salita. Luego de servirme el delicioso café de
talega inicia su relato. No sabe por las que hemos pasado. Yo ya
desesperado le pregunto; pero ¿Qué es lo que ha sucedido? La señora
irrumpe en llanto e inicia. Usted sabe lo que batalló Angel para formar
su negocio ¿no?
Claro
le respondo. Pues mire, nos estaba yendo tan bien, que Angel decidió
abrir una pequeña tienda para desde ella controlar los cuatro vehículos
que ya teníamos trabajando y, contrató tres gentes para que lo ayudaran.
Antes de la semana comenzó un desfile de gentes del gobierno exigiendo
no sé cuántos permisos, licencias, informes, reportes, pidiendo revisar
nuestra contabilidad—la que no sabíamos siquiera que existía. Luego nos
mandaron algo que le dicen auditoria. Para no hacerle el cuento largo,
nos salieron con que le debíamos al gobierno no sé cuántos miles de
pesos, nos quitaron los pick ups y dizque porque no teníamos no sé qué
permiso, éramos ilegales, nos cerraron el negocio.
No podía creer lo que escuchaba y pregunto; ¿y Angel? Mire señor, me revira, quedó tan harto que se fue a trabajar a los EU
El
Instituto Libertad y Democracia, para averiguar el costo de esa
legalidad, realizó en México un experimento. Fraguó una empresa
siguiendo toda la tramitación exigida por el Estado. El trámite le
demoró más de un año y debió pagar mordidas por más de 1.200 dólares.
Ese mismo trámite tomaba en el Estado norteamericano de Florida, apenas
cuatro horas y un costo insignificante.
Cuando la burocracia estatal paraliza las energías creativas del ciudadano y, se dedica a esquilmar a la sociedad civil, están asesinando lo más sagrado e importante de una nación.
No comments:
Post a Comment