EL VAQUERO PARTE HACIA SU DESTINO

 

EL VAQUERO LIBERTARIO

 Ricardo Valenzuela

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Su nombre es Con Vallian, un rudo vaquero que, al darse cuenta de que la gente no aceptaba sus principios libertarios, especialmente el de paz, había decidido no participar en la guerra civil por considerarla un infierno que fuera promovida por los políticos norteños con el objetivo de cortar las alas liberales que se estaban desarrollando en el sur, con una potencia que no les pareciera a los enemigos de la libertad. Al inicio de la guerra él se había marchado a Japón con uno de sus compañeros de estudios en West Point, Kenny Yamamoto, y había regresado siendo otra persona cuando ya la guerra estaba terminada para encontrarse con la gran devastación que se había provocado en el sur del país. Encontraba su estado de Texas invadido por militares del norte, con un gobernador militar tirano impuesto también por los líderes norteños, todos los derechos individuales de la población suspendidos, y una actitud de venganza de parte del norte para destruir totalmente el sur.

Se daba cuenta como el gran ideario de los padres fundadores que para él se resumía en una de las frases de Jefferson; “Cuando el gobierno teme al pueblo, hay paz y libertad. Pero cuando el pueblo teme al gobierno, hay tiranía. Estoy a favor de un gobierno que sea vigorosamente frugal, pequeño y sencillo”. Se daba cuenta el norte activaba su plan para limitar agresivamente la autonomía e independencia de los estados a favor de un gobierno central poderoso y obeso, todo ello en contra de las ideas que le habían dado vida a la nación. El oeste americano que, siendo una reciente adquisición mediante las agresiones y el despojo a México, era una región despoblada en donde el gobierno todavía no se ocupaba de someter ni oprimir y, por lo cual, la libertad se encontraba, como la hubiera definido Locke; “un estadio en el cual el hombre podía ser totalmente libre en ese esquema de libertad que solo ofrece la naturaleza”.

 En el peregrinar de este vaquero con su mirada hacia el oeste, se encuentra con una pareja de pioneros de Filadelfia emigrando al salvaje oeste americano del Siglo XIX. El vaquero, desde el primer momento del encuentro, establece una rara e interesante conexión con ellos, y decide sumarse a su jornada para ayudarles encontrar un pedazo de tierra que el gobierno les había asignado. Durante su trayecto se convierte en su protector, amigo, un modelo para el hijo de la pareja que llegó a idolatrarlo ante los celos del padre, un admirado personaje para el jefe de esta, e inclusive, una peligrosa tentación para la mujer, a la que finalmente seduce y se convierten en amantes en lo que dura su peregrinar hasta los límites de Texas—Nuevo Mexico, cuando el vaquero se despide para ir en busca de su destino.

Al ir avanzando, este salvaje vaquero, Mr. Vallian, sorprendentemente se devela como un verdadero libertario para quien el tesoro más preciado era ese; la libertad. Uno de los rasgos de su personalidad más interesantes era su gran independencia, su fortaleza mental y emocional, lo que la gente identificaba como una actitud hostil y antisocial calificándolo de ermitaño, salvaje o egoísta. Sin entender que, bajo la apariencia de un hombre rudo, había un ser humano con infinidad de cualidades y virtudes, así como un indomable valor, honestidad, integridad, honor, respeto de su palabra. Sí, era un hombre rudo, pero también era un hombre de su época. Una era en que el oeste americano se abría al mundo con los peligros que ello representaba, y el que no estuviera preparado para hacerlo, no podría sobrevivir. Pero si alguien estaba preparado para una aventura como esa, era Vallian.

Vallian se describía como un hombre que no era “neddy”—es decir, él no necesitaba vejigas para nadar, ni necesitaba de alguien para lograr sus más puros propósitos, y mucho menos, alguien para ser feliz, pues todo eso era su responsabilidad y de nadie más, por eso, el no esperaba milagros que llegaran a darle solución a todas sus necesidades. Exhibiendo una gran fortaleza de carácter, no requería de los soportes emocionales de parte de otras gentes que luego se convierten, inclusive, en peligrosas adicciones. Tampoco requería de otro tipo de populares estimulantes que se utilizaban para eso, sobrevivir emocionalmente, como relaciones amorosas de codependencia, alcohol, la religión mal entendida, etc. Era pues, la representación de la individualidad siempre rechazando lo que él llamaba el borreguísimo social.

Durante toda la jornada este hombre magistralmente maneja conceptos desde familia, gobierno, sociedad, amistad y, algo especialmente interesante, la iniciativa del hombre para actuar sin que, como lo describiera, “te anden arreando como al ganado, o seas parte de una mandada siguiendo una ruidosa caponera.” Es decir, hablaba de esa responsabilidad individual para ir en la persecución de tus sueños sin esperar que alguien más, y menos el gobierno, te los hiciera llegar a tu puerta. Dibujaba de forma genial los valores sobre los cuales el oeste americano se estaba desarrollando: “Mind your own business” y deja en paz a tus semejantes y ellos harán lo mismo contigo. “Laissez-Faire” en su rudimentario concepto, pero tal vez lo más puro de un gobierno que gobernara lo menos posible. Para él no había fronteras entre estados o países y la diferencia entre los seres humanos no era la apariencia física, sino lo que guardan en lo profundo de su humanidad.

Afirmaba Vallian que lo peor que le podía suceder a un hombre, era convertirse en un becerro lepe, es decir, un becerro huérfano sin poder valerse por sí mismo. Porque los becerros lepes (huérfanos) si no aparece otra vaca para amamantarlo, la mayoría de las veces fallece de hambre en medio del monte, pero, la minoría que sobrevive es porque eran de un carácter y de lucha que se sigue desarrollando a través de su vida y nunca los abandona. De manera especial manejaba brillantemente la filosofía de un orgulloso y poderoso individualismo, y la verdadera crueldad de lo que tanto predican las iglesias; la compasión mal entendida, arma, según él, que utilizan las religiones para controlar. Exhibía una sana ambición para, a base de su esfuerzo personal y mucho trabajo, llegar a ser propietario de su propio rancho, pero sin esperar “ayuda” del gobierno ni acciones benevolentes de nadie más.

Una noche, sentados alrededor de la fogata, la mujer le pregunta qué pensaba de Ulises Grant. El vaquero responde no conocerlo. La mujer con incredulidad le reclama; ¿cómo es posible que no sepa quién es el presidente del país? Vallian responde; ¿Por qué habría de saber? La mujer continúa; “porque es nuestro líder, el que ganó la guerra contra el sur y está haciendo grandes cosas por nosotros, está ayudando a todos los americanos. El hombre que representa a todos los americanos y camina hacia la grandeza para que lo sigamos. Es el hombre ganó la guerra para que todos pudiéramos vivir en paz”.

Entonces el vaquero revira: “Lo siento señora, pues yo no creo en esas ayudas desinteresadas, siempre que alguien ayuda a otra persona, es porque espera algo a cambio. ¿Qué es lo que ese hombre Grant espera de ustedes?” Pero él mismo responde; “el que dependan de ese gobierno para, como los jabalíes que yo alimentaba en mi cabaña de la sierra, después ya no buscaban sus pastos pues sabían cada mañana yo los alimentaría y esa es la fórmula más efectiva para perder el espíritu de lucha. La ayuda que ustedes reciben, como las tierras que les han regalado en esta región, llevan el precio de la sumisión a ese gobierno y, sin lugar a duda, luego lo tendrán de poderoso patrón, o, peor, esa esclavitud por la cual supuestamente pelearon se va a repetir, pero ahora las cadenas de esa nueva esclavitud serán invisibles, pues los propietarios de ellas las ocultaran para que la gente no se dé cuenta que han perdido ese tesoro que es la libertad. Y la llave para la liberación, la tendrá siempre el gobierno”.

La mujer insiste; “pero es impresionante ver a los representantes del gobierno cuando tocan a tu puerta para informarte de los programas de apoyo y ayuda a la comunidad”. Vallian fusilándola con la mirada le rebate preguntando: “Ustedes vienen de Pensilvania ¿no es así?” “Efectivamente”, responde la pareja.

Continúa el vaquero. “El fundador de ese Estado y que le dio su nombre, William Penn, en una ocasión que sintió la agresión del gobierno llegaba a sus límites afirmó”: “El pobre hombre en su humilde choza, desafiante enfrenta las fuerzas de la Corona. Su refugio podrá ser frágil; sus techos remendados; sus paredes rajadas; sus pisos serán de tierra, su arado de madera, el viento podrá soplar a través de sus averiadas paredes; la tormenta la podrá invadir por las ventanas quebradas, la lluvia inundarla; pero el que nunca entrará a esta casa es el Rey de Inglaterra; que sus fuerzas nunca se atrevan a cruzar el umbral de mi casa, porque este es el altar de mi familia y mi libertad y nadie lo penetrará sin mi permiso sin que lo pague con su vida.”

Continúa Vallian. “Que no se atrevan esos representantes del gobierno a cruzar el umbral de la puerta de mi casa, ni a invadir mis espacios de libertad, pues yo no creo en la benevolencia de los píos, en la santidad de las iglesias, mucho menos en el idealismo del gobierno y de sus políticos demagogos, siempre gritando que ellos solo buscan el bienestar de la gente, no el de ellos, al mismo tiempo que aprietan más sus cadenas de opresión y amasan sus grandes fortunas”, termina Vallian.

Siguiendo en la sobremesa, el citadino pregunta si había participado en la recién terminada guerra civil, a lo que Vallian responde que no. Sin ocultar su malestar le interroga de nuevo “¿por qué?” El vaquero responde: “Porque no era mi negocio ni mi asunto.” Entonces el interlocutor agresivamente le reclama: “Pero fue una justa lucha para liberar a los esclavos y para que el país no se partiera en dos.” Vallian le dirige una mirada que casi lo perfora y afirma: “Entonces, los que deberían de haber peleado eran los esclavizados,” y pasa a repetir las palabras de Jefferson: “Nadie merece su libertad si día a día no está dispuesto a morir luchando por ella.” “Si fueron otros los que pelearon para darles su libertad, si ellos no se la ganaron, nunca serán verdaderamente libres. Y si ante los deseos de opresión del norte el país se hubiera partido en dos, de perdida una de esas mitades sería libre y no un todo oprimido, controlado y sin esa libertad”.

Continúa el vaquero. “Ustedes andan muy perdidos. La verdadera razón de la guerra civil no fue la liberación de los esclavos. El motivo fue la forma que el norte inició la destrucción del federalismo que le había dado vida a este país. Fue también las protestas sin respuesta para el sur, por la forma en que el norte lo ahorcaba con impuestos. El origen de los EEUU fueron las 13 colonias nacidas en una libertad nunca vista, independientes y soberanas. Regiones de libertad, de impuestos moderados, estado de derecho, y eso es lo que el norte ha destruido. Ustedes tienen la misma gran confusión que existe de la forma en que Texas—según historiadores mexicanos—le fue arrancada a México. La realidad es que los mexicanos residentes de Texas fueron quienes promovieron su independencia cuando Santa Anna destrozó el federalismo, para concentrar el poder absoluto en la ciudad de México. Se rebelaron contra otro Virreinato”.

“Nosotros tenemos la misma confusión e historia parecida. El Sur—como lo contempla la constitución—al estar en desacuerdo con la concentración de poder que se llevaba en Washington. Poder que les arrebataba a los estados, y todo eso promovido por el mismo Lincoln y, además, el abuso contra el sur haciendo que pagaran el 70% de los impuestos federales, declaró su secesión para formar una verdadera República que les permitiera continuar viviendo con las ideas de Jefferson de meritocrácia, gobierno limitado, y una gran zona de libertad económica que estaban edificando al país más rico del mundo. Pero el norte industrial, rico y contagiado con otras ideas fabianistas que llegaran con los inmigrantes de países europeos socialistas, no lo iba permitir y se desató esa carnicería.”

“Y aclaro, yo estoy en contra de la esclavitud, pero, repito, eso solo fue el pretexto para iniciar la guerra.”

Cuando Vallian termina su perorata, se da cuenta del asombro dibujado en el rostro de la pareja. “Mr. Vallian”, le dice la mujer, “no teníamos idea de sus conocimientos de historia.” El vaquero responde: “Soy un hombre rudo y la gente supone sin mucha educación, pero algo que me inculcó mi madre fue el amor por la lectura, y gran admiración por Thomas Jefferson y el resto de los padres de este país. Cuando ella me enseñó a leer, porque aprendí antes de asistir a la escuela, me di a devorar las obras que habían moldeado la mente de esos hombres que tanto admiro, después continué mis estudios, pero es un tema del cual prefiero no hablar porque es un área de mi vida en la cual se ha provocado un gran vacío y una gran frustración que siempre me acompaña.”

“¿Qué fue lo que aprendió de todas esas lecturas?” Le pregunta ahora el hombre. “Aprendí que los padres del país, conscientes que los primeros inmigrantes llegaron en busca de libertad, lejos de la opresión de Reyes, aristocracias, iglesias ricas y ejércitos poderosos, formaron una República comercial en la cual el hombre común tuviera oportunidades en un ambiente de libertad donde, a diferencia de los sirvientes feudales, y fuera dueño de todo el fruto de su trabajo y todos seríamos iguales, pero solamente iguales ante la ley y con los mismos derechos, porque no somos todos igualmente dotados, ni igualmente responsables, trabajadores etc. No habría gobiernos opresivos escogiendo ganadores y perdedores. Con las frases de Jefferson como; “el mejor gobierno es el que gobierna menos, O, El árbol de la libertad debe de ser regado de cuando en cuando con la sangre de los mártires y los tiranos,” se inició la formación de la ideología que ahora rige mi vida, y es la que el norte está tratando de destruir y enterrar para poder adquirir un control total de la sociedad.

“Adams escribió que este nuevo país era parte de un gran plan para “la iluminación del ignorante y la emancipación de algo tan antiguo como la misma humanidad, la servidumbre humana,”. Pensaba que las leyes republicanas, combinadas con una buena educación, producirían una sociedad virtuosa y responsable. La virtud puede ser enseñada, afirmaba, y educación será la herramienta que produzca caballeros para escalar los altos niveles de la sociedad y ya no sea un privilegio de nacimiento.”  “Pero ¿Qué ha sucedido? Pues el estado poco a poco ha tomado control de la educación para crear mentes dependientes, gentes resentidas con los que han sido exitosos, rezando en el altar de ese nuevo ente nebuloso que llaman estado. Gentes de mentes débiles dispuestos a entregar sus vidas para que alguien más las conduzca, hacia donde ese alguien decida, pues eso es lo que los hace sentirse seguros”.

Hace una corta pausa y prosigue: “Pero yo pienso que eso va a depender de la forma que eduquen a la gente. Porque cuando a las masas les siembran ideas dementes en la cabeza, se comportan como los caballos mal amansados y ya no sirven ni pal arado. Así vale más que se queden brutos pues la educación puede ser un arma de dos filos, tiene la capacidad de crear caballeros virtuosos, pero también hombres resentidos, dependientes, envidiosos y violentos. Y ese es uno de los grandes temores que yo tengo, he sabido la forma que ustedes los yanquis están creando sistemas educativos para eso, formar esclavos sin cadenas, cuando menos cadenas visibles, porque ahora son invisibles y con esos sistemas de educación, además de matarles el carácter, crean seres resentidos. ¿En esas manos va a estar el futuro del país?”

Dentro de su esquema libertario, este vaquero manejaba de forma genial el concepto de los derechos naturales del hombre, derechos con origen anterior a los gobiernos: El derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad, cuya protección justificaba, inclusive, el cegar otras vidas y poder mantener esos derechos. Y el deber supremo de los gobiernos debe ser la defensa de ellos mediante un sistema judicial limpio, honesto y justo. No uno que, como afirmara Federico Bastiat, se convirtiera en lo que debe combatir, la mayor concentración de criminales”.

El hombre de Filadelfia le reclamaba; “no puedes tomar la ley por tus propias manos, hay un gobierno para protegernos”. Vallian respondía; “yo no he visto algún gobierno que los protegiera contra lobos, indios, asaltantes y cuatreros durante los últimos 40 días, ustedes casi pierden la vida cuando los encontraron esa partida de bandidos ¿Dónde estaba ese gobierno protector?” “Pero matar es pecado”, respondía el citadino. Vallian cerraba el dialogo diciendo; “prefiero ser yo el pecador y no el que me apunta con su colt 45 exigiéndome le entregue mi caballo, y no un ángel de virtud, pero todo espinado porque, sin caballo, he tenido que caminar las últimas 20 leguas” Continuaba. “Hay muchos tipos de asaltantes y el gobierno, en lugar de protegerte, se puede convertir en uno de los peores de ellos cuando pretende robarte el fruto de tu trabajo, oprimirte, controlarte hasta dejarte casi amarrado como a los becerros cuando los van a herrar. Y cuando ven algún obstáculo en este camino, hacen la guerra como la que acaban de terminar.” 

“No entiendo”, le revira el hombre. “Es sencillo” replica el vaquero, “Jefferson lo dijo claramente: “El curso de la historia siempre ha sido que los gobiernos se agigantan mientras las libertades se encojen, y la consecuencia es el abuso de poder. Y cada vez que se libra una guerra, cuando callan los cañones, desaparece el humo de la batalla y el ruido de la metralla, siempre emerge una sociedad menos libre y próspera. Por eso los creadores de la constitución trataron de desparramar ese poder y no se concentrará. Solo hay que voltear a otros países del mundo, a cualquiera, y veremos la forma en que los gobiernos oprimen a la gente. Si Jefferson tiene razón en eso que afirmaba, no me puedo imaginar qué tipo de gobierno tendrán nuestros descendientes en los próximo 50 o 100 años, y eso me aterra.”

“Cuando logramos la independencia, las colonias se convirtieron en estados soberanos y nacieron sus constituciones. Los estados eran autónomos y, todos en conjunto, una gran zona de libertad económica sin impuestos ni tarifas. Pero, primero en el norte y ahora en el sur, el gobierno federal se expande y las libertades cada día están más amenazadas. La guerra de independencia fue provocada por eso; los impuestos con los que sangraban las colonias que es el ataque más cruel a la libertad.”

La pareja no salía de su asombro ante las afirmaciones del vaquero, y el hombre casi con ansiedad pregunta ¿Qué piensa sucederá en el futuro?

El montaraz luego de expulsar una bocanada de humo prosigue. “Jefferson antes de su muerte hizo varias advertencias.” “No se enamoren de ese nuevo concepto tan de moda en todos los círculos intelectuales del mundo, la democracia, porque, de la forma que en estos momentos la están estructurando, puede convertirse en el mandato de la plebe cuando un 51% de la gente acuerda oprimir al otro 49%. Y repito, siempre que hay guerra y se disuelve el humo de los cañones, emergen naciones menos libres y gobiernos agigantados. Habrá devastadoras guerras en Europa en menos de cien años, EU no debe participar porque, si lo hace, iniciará la pérdida de libertad y su declive.”

Cuando llegan al punto en que sus caminos se apartan, Vallian se dispone a continuar su jornada y la mujer al despedirse le afirma: “Bien Mr. Vallian, espero tenga una buena vida.”

El vaquero sonríe y responde: “Señora; mi vida no podría ser mejor, tengo todo lo que necesito: Primero, ese Sr. Grant que dicen me anda buscando, cargando una trampa de coyote para ayudarme, está a más de 3,000 millas de aquí, y que nunca se atreva a cruzar el umbral de mi potrero, pues siempre cargo mi colt 45 y una carabina 30-30 para defender mi territorio. La opresión del gobierno seguirá extendiéndose por todo el país, pero yo continuaré cabalgando hacia el oeste donde no haya llegado. Tengo café, frijoles y carne seca en mis alforjas, buen tabaco para masticar. Le suelto la rienda a mi caballo y al caer la noche hago campamento, tiro una cobija en el suelo y con otra me cubro, me acuesto recargado en mi silla de montar y miro las estrellas, respiro profundamente la libertad, dibujando el propósito de mi vida y cómo lo voy alcanzar, se callan las cuichis y los coconitos, aúllan los lobos y coyotes, empieza el canto del tecolote y en la lejanía se escucha el llanto alegre del yorihuín, cierro los ojos y me duermo; esa es mi casa Señora, y no la cambio por nada.”

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