Ricardo Valenzuela
Hace más de 35 años que, harto de la opresión, voracidad, corrupción del gobierno mexicano, decidí abandonar mi país para luego arribar a lo que había sido el bastión de libertad, oportunidad, respeto de los derechos individuales, que habían elevado a los EU hacia la grandeza que soñaron y sus padres fundadores lo plasmaban en tres documentos: la declaración de independencia, los derechos del hombre y su hermosa constitución. Una estructura política que sería la admiración del mundo y lo convirtiera en el país más rico y poderoso de la tierra.
Un oasis en medio de un calcinante desierto
de opresión, esclavitud y de una explotación universal que representaban las monarquías,
las tiranías, dictaduras, imperios, y la mayoría de las iglesias, y para lograr
aquel sueño declaraban: “En este estado de sumo peligro, la alternativa es
permanecer como objetos de sumisión al deseo de los tiranos, o, la separación
total de la fuente de esa sumisión y explotación que representa la corona y el
gobierno de la Gran Bretaña, unidos en la ejecución de la fuerza de toda
América para nuestra defensa, formar alianzas con poderes foráneos para el
comercio y ayuda en caso de guerra. Por lo tanto, apelando a los corazones para
mostrar la sinceridad de algunas declaraciones anteriores expresando nuestro
deseo de preservar la conexión con aquella nación, y mostrar que hemos sido
guiados hacia esa inclinación por sus perversos concilios, y nuestra eterna autopreservación”.
Sin embargo, desde el nacimiento de los EU
se iniciaban los ataques de los enemigos de la libertad. Los enfrentamientos
entre Jefferson y Hamilton serían históricos. Hamilton, el agente de los
Rothschild en EU, queriendo convertir los EU en un imperio similar a la Francia
de Napoleón. Pero con pasión Jefferson defendiendo los ideales libertarios de
los padres fundadores. Esos enfrentamientos durarían todo el siglo 19 y a su
final, la presidencia de Grover Cleveland sería la última en la que un
demócrata se manejara con sus ideales de libertad, gobierno pequeño, economía
de mercado. Jefferson había fundado el partido demócrata que era el heredero de
los principios liberales de los padres fundadores.
A partir del inicio del siglo 20, el partido demócrata abandonaba esos principios liberales para su transformación al estatismo, intervencionismo, estado rector de la economía, de los altos impuestos para financiar su welfare y la guerra. Es por eso que los demócratas actuales se auto denominan liberales o progresistas. Esa era la forma en que la gente se refería a miembros de ese partido cuando todavía se regía por las ideas de Jefferson o las de Jackson cuando naciera la democracia jacksoniana. Gobierno delgado cuya función únicamente seria la protección de vida, libertad y propiedad (incluyendo en propiedad cualquier ingreso de la gente)
El sueño americano atraía multitudes de
Europa que arribaban armados de las ideas socialistas que ya permeaban a todo
el viejo continente. El partido demócrata arreciaba su transformación y, en los
siguientes 70 años, tendría la potencia que buscaba cortesía de presidentes que
le inyectarían esteroides: El primero era Wilson, destructor de la revolución
mexicana, lo seguiría FD Roosevelt quien con su New Deal llevara el gobierno a
invadir grandes esferas de la economía. El asesinato de Kennedy llevaría al
poder a un tenebroso hombre, Lyndon Johnson quien, queriendo emular a FDR,
continuara con esa toma por asalto con su New Society. Y luego Jimmy Carter le
daría las pinceladas que faltaban soltando el timón que lo identificaba como
líder mundial.
Aun cuando el país escalaba niveles alarmantes
de socialismo, los enemigos de la libertad continuaban con su lucha. Arreciaban
una subversiva operación hasta llevar a la presidencia a Barak Obama. Un hombre
con claros nexos, no solo con el socialismo, también con organizaciones comunistas.
Durante sus 8 años como presidente, provocó una avanzada de sus ideas e ideales
y el partido demócrata fue penetrado y es ahora controlado por esas ideas.
Aprovechando la debacle financiera del 2006 provocada por las mismas gentes que
lo llevaron al poder, aprisionó el país con cadenas difíciles de romper,
siempre con la ayuda de quien heredaría el reino, Hillary Clinton, y una media
sin integridad que no solo le cubrieron sus descaros, le cubrieron las invasiones
que llevó a cabo para construir un país socialista.
Así llegamos al 2016 en un país en donde vemos estados asesinando recién nacidos, fuerzas que luchan para dar cabida legal a seres tan extraños como travestis, tras género, homosexuales, bisexuales, neosexuales, Bigénero etc. El matrimonio entre personas del mismo sexo, Obama felicitando a Bruce Jenner por su valor al declararse transexual. Un país en el cual el 70% de los jóvenes piden socialismo o comunismo. Un país en el que hay comercio de las partes de niños abortados. Mujeres declarando huelga de vaginas. Un país que perdió más de 10 puntos en el índice de libertad económica y su deuda se había duplicado. Un país en el que se considera la hazaña más importante de Obama el haber ido por el mundo pidiendo perdón, o el haber repartido miles de millones entre musulmanes.
En eso surge Donald Trump quien, como mucha
gente, estaba harto de que los republicanos actuaran como porristas y, sobre
todo, el pavor que este ataque continuara. Los republicanos se escondían tras
sus jugosos cheques de congresistas mientras millones habían perdido sus
trabajos. Con propuestas que asustaban a unos, pero otros las recibían con júbilo,
ganaba la nominación republicana. Entonces ¿Cuál era la alternativa? ¿Qué la
mafia Obama-Clinton continuara sumergiendo al país en el socialismo y la
corrupción? O, ¿jugársela con empresario exitoso, sin credencial ni deuda con
ningún grupo, rudo, agresivo, audaz, populista? Porque hay dos tipos de
populismo, el bueno y el malo.
Para mí fue una decisión fácil. Jamás
hubiera aceptado apoyar la continuación del grupo más infame que hubiera
llegado a la Casa Blanca. Era Trump o el socialismo declarado y una vergonzosa corrupción
con el sello de los Clinton. Por otro lado, el empresario billonario, bronco,
pleitista y con un deseo real de hacer de nuevo grande a su país. Y, ante su
victoria, no entiendo a compañeros libertarios que lo atacan ferozmente y mis
amigos conservadores que me han retirado su amistad, porque como afirmaba Clouthier;
únete o hazte a un lado de mi camino. Disfruté como pocas veces la regañada de
Trump a todos los inútiles del G7, los mensajes que le envía a la ONU,
recientemente al alcalde musulmán y socialista de Londres
Estoy consciente de que Trump no es libertario como yo, pero admiro su cruzada y, en especial, sus logros económicos. El país que yo encontraba hace más de 30 años ya no existe, pero yo pienso que se puede recuperar y, en momentos como este, hay muy pocos con las herramientas para hacerlo, el valor, el verdadero patriotismo, la inteligencia y ese hombre es Trump.
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