Ricardo Valenzuela
Anoche tuve
una de esas experiencias que pocas veces en la vida nos llegan. Fue algo que me
provocó levantarme hoy sintiendo que este mundo y, en especial los EU, tienen salvación.
Pude ver un videos especial que me hicieran llegar, en el cual muestran la celebración
de la victoria de Trump que llevaba a cabo un grupo denominado America First, desfilando
personajes de calibre superior que no habíamos visto en ese ejército. Un impresionante
contingente reclutado para formar estas fuerzas especiales de MAGA.
Fue impresionante la participación de Javier Milei, presidente de Argentina que libra lucha similar a la de Trump. Sin embargo, lo más impresionante del evento sería la presentación que hiciera Silvestre Stallone del presidente electo, algo que impactara lo más profundo de mi conciencia pues considero ese mensaje tiene importancia histórica. Primero comparaba la victoria de Trump con el personaje de su película Rocky, cuando aquel luchador era abrazado por un ente espiritual que, a través de una transformación, le diera las armas para conquistar el campeonato mundial.
Pero sería la segunda parte del mensaje cuando pasa a comparar su lucha con la de Washington, aquella casi imposible jornada para derrotar al ejército más poderoso del mundo para así lograr la libertad y la independencia de las colonias. Pero, el mensaje se torna dramático cuando, al final de su arenga, viendo directamente a Trump, le dice a la concurrencia, “Yo estoy seguro el presidente Trump será el nuevo Washington que ahora regresa para salvar al país de los peores enemigos que ha tenido que enfrentar en toda su historia”.
Pues si la guerra de independencia se luchó contra el Imperio más poderoso del mundo, Trump ha luchado contra una fuerza superior que se ha incrustado, como caballo de Troya, dentro del cuerpo de la nación como resultado de la estrategia con la que enemigos foráneos decidieran lentamente subyugar el país. Por eso sus armas apuntarían, no a la destrucción del cuerpo físico de su blanco, sino hacia la mente de los ciudadanos para destruir sus valores y, con ese proceso, convertirlos en el cáncer interior que estaría destruyendo las defensas y así conquistarlo.
Yo siento que la verdadera dimensión de la lucha que libra Trump, muy pocos la habían entendido, especialmente aquellos que solo “simpatizan” con su heroica gesta, pero nunca le han dado alguna posibilidad de victoria ante fuerzas tan diabólicas. Y, esa creencia fue fortalecida cuando, con descaro y la complicidad del mundo, fueron capaces de robarle la victoria en 2020. Y, lo que los más ciegos interpretaran, todos los acosos ilegales que tuvo que enfrentar, como la aplicación justa de la ley por todos los delitos que, para ellos, eran reales porque no era posible que las instituciones federales agredieran a su presidente. Una gran equivocación histórica.
La forma en que una periodista del calibre de Meghan Kelly reseñaba esos ocho años de injustos ataques que jamás algún presidente tuviera que enfrentar, fue un infierno que nadie podría resistir. Y ella describía cómo los combatía de frente con su ejercito de abogados, de costos estratosféricos, agresiones que le sorbían su tiempo ante la angustia de sus hijos y esposa amenazados. Pero Trump, después de horas en esas cortes de tortura que tenían órdenes de lincharlo, con una fuerza sobrehumana emergía para continuar su campaña mostrando el material de su fortaleza y su espíritu de un guerrero que nunca entrega la espada de la derrota. Al final de su reporte ella tenía lágrimas en los ojos.
El haber, no solo sobrevivido a sus diabólicos ataques, sino que los enfrentara y los derrotara en el campo de esta celestial batalla, nos muestra un hombre que se mide, no en donde se sitúa en sus estados de confort y seguridad, sino, dónde se sitúa en tiempos de desafío y peligro cuando pareciera su batalla está a punto de perderse. No solo es impresionante, es la muestra más convincente de quién es el hombre que regresa a la batalla con las armas para derrotar a los jinetes cabalgando con la bandera de la muerte. Ese es el mundo donde nos quieren ubicar, sin libertad, sin dignidad ni moralidad, el mundo de esas fuerzas maléficas es solo la antesala del infierno.
En esta reunión se aclararon muchas cosas. Todas residiendo en el castillo de mentiras que han construido esos enemigos camuflajeados en lugares nunca imaginados. Lo primero es el ataque a bandera populista de Trump. Sin entender es el populismo bueno de la antigüedad—y es lo que la media vendida ataca ferozmente y lo califica de infame: y fue la rebelión de los pequeños propietarios y las clases medias contra el poder opresivo del gobierno, contra impuestos abusivos, el internacionalismo, con el agresivo rechazo del imperialismo, las guerras foráneas, y su preferencia por la libertad no esa igualdad por mandato y forzada. Ellos son los que de nuevo llevaron a Trump a la casa blanca y no lo entienden.
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