El gobierno empresario

 Ricardo Valenzuela

Cuando tocamos la función del gobierno, tendemos a caer en ciertos hábitos y rutas siempre transitadas. Ansiamos las maravillas del progreso. Damos la bienvenida a nuevos productos, nuevos estilos de vida. Pero en áreas del gobierno, ciegamente hemos seguido el mismo sendero pensando ha sido lo correcto. El gobierno, desde tiempos inmemorables ha proporcionado ciertos servicios que requerimos y aceptamos son necesarios: defensa, calles, carreteras, agua, drenaje, servicio postal etc. El estado ha sido tan identificado en la mente pública con su responsabilidad de esos servicios que una mala calificación, para mucha gente es un ataque injusto a la vida de esos servicios. 

Pero cuando los insensatos liberales proponemos retirar al gobierno de algunas áreas para abrirlas a empresas privadas, se toma como un ataque a la sociedad puesto que el gobierno tiene la potestad de ese abasteciendo y lo ha hecho desde tiempos inmemoriales como un monopolio financiado con nuestros impuestos. ¿cómo sería la actitud de la gente ante la amenaza de retirar al gobierno de ciertas actividades y abrirlas a la empresa privada?

 Esta pregunta les parece tan absurda como si estuviéramos sugiriendo libertad para la comisión de delitos que afectarían el tejido o el ethos de la sociedad. El tratar de implementar el mercado libre provoca un temor similar al de los negros en EU cuando fueron liberados. ¿Cómo podrían sobrevivir? Estaban tan hechos a la voluntad de sus amos que se sentían impotentes para valerse ellos mismos. ¿Qué tan eficiente ha sido el gobierno en la operación de sus empresas? Pues solo las pérdidas de Pemex y la CFE en los últimos 50 años son superiores al PIB, y como el petróleo es nuestro, pues sus deudas también son nuestras. 

La esencia del mercado libre es la forma en que firmas individuales, compitiendo en el mercado, establecen una coordinación especial que se traduce en abastecimientos de acuerdo a la demanda continuamente mejorando productos y mercados, avanzando tecnologías, controlando costos para ir al encuentro de esas demandas del consumidor produciendo ganancias. Pero ¿lo entendemos? 

Un economista liberal ofrece directrices de cómo los mercados se pudieran desarrollar en donde no se les permite; pero es solo señalar el camino hacia la libertad exigiendo que el gobierno ya no limite las energías productivas y creativas de la gente. Poderosas fuerzas que solo se expresan en la actividad voluntaria del mercado. Nadie puede predecir el número de firmas, su tamaño, políticas de precios, de cualquier mercado futuro en servicios o productos. Lo que sí sabemos—basados en teoría económica y en historia—es que un mercado libre opera infinitamente mejor que el compulsivo monopolio de los gobiernos burocráticos.  

Pero ¿Cómo pagará el pobre por salud, educación, salud etc.? Se responde con otra pregunta: ¿Cómo paga el pobre por cualquier cosa que obtienen en el mercado? La diferencia es que el mercado libre y privado proporcionará esos bienes y servicios mucho más baratos, en gran abundancia, y de mucho mejor calidad que el monopolio gubernamental. De esta forma todo mundo se beneficiaría, especialmente el pobre. También estamos seguros de que esos monstruosos impuestos para financiar estas actividades que la gente paga, deberían ser derogados, incluyendo a los pobres. 

Son tantos los problemas provocados en las operaciones del gobierno: Los conflictos sociales en el sistema de educación pública, podrían desaparecer cuando a los padres, vía bonos, se les permita financiar y decidir la educación que ellos prefieran para sus hijos. Las graves ineficiencias y los conflictos son derivados de la operación del gobierno. Si el gobierno proporciona servicios monopólicos de educación, todas sus decisiones son impuestas a base de coerción—políticas educacionales, progresivas, religiosas, sociales. Pero es claro que estos conflictos no se presentan cuando los consumidores tienen la libertad de elegir y demandar. Porque cualquier cosa que sea producida en el mercado debe reflejar la fortaleza del consumidor. 

En el mercado libre el consumidor es el rey y la firma que quiera producir ganancias, tiene que servirlo eficientemente. En contraste, en operaciones gubernamentales hay un fatal divorcio entre surtir un servicio y el pago recibido. El gobierno no produce su ingreso como las firmas privadas, consumidores que compran sus productos y deben exceder su costo de operación. El gobierno los recibe exprimiendo al sufrido causante. Por eso son ineficientes y sus costos explosivos ya que no tienen que preocuparse acerca de las pérdidas; las cubren exprimiendo más a la gente. Mas aun, el consumidor, en vez de ser cortejado, se convierte en una molestia para el gobierno. El consumidor es tratado como un molesto intruso, una latosa interferencia en el gozo supremo del ingreso nunca truncado del burócrata.

Si la demanda del consumidor se incrementa, la firma privada estará feliz, dará la bienvenida a nuevos negocios y procede a expandir sus operaciones para satisfacer esa demanda creciente. El gobierno, en contraste, lo enfrenta forzando a sus clientes a consumir menos permitiendo se desarrolle la escasez con la deterioración en la calidad de sus servicios. Así, el incremento en el uso de las calles en las ciudades se traduce en agravada congestión de tráfico y surgen las amenazas contra gente que conduce sus carros sin necesidad, y se aumenta el precio de la gasolina (otro monopolio) y el de la tenencia. En operaciones del gobierno su máxima es; “el cliente siempre es el culpable”. 

La eficiencia de firmas privadas es porque el mercado libre establece valores que les permiten calcular, planear y tener claro cuáles son sus costos y saber lo que tienen que hacer para producir utilidades. Es a través de este sistema de precios (lenguaje del mercado) así como a través de la motivación para incrementar sus ganancias, los bienes y servicios son producidos y adecuadamente asignados en el mercado y entre las intrínsecas ramas de producción que es lo que forma la economía capitalista. Y el cálculo económico es lo que hace posible esta maravilla; en contraste; planeación central, como bajo el socialismo, priva de la forma para establecer precios precisos porque no se puede calcular costos y se provocan pérdidas que luego se barren debajo de la alfombra, y aquí no es de “se baja el cero y no toca”, porque siempre nos toca a nosotros y terminamos pagando con impuestos. 

La planeación central ha llevado la economía hacia un caos de calculaciones irracionales, asignaciones ciegas, producción de operaciones erróneas, y al incremento de las actividades del gobierno solo para introducir más islas de caos en la economía, dificultando aún más los cálculos de costos, y haciendo más difícil una racional asignación de los recursos de producción. 

El programa liberal se puede resumir en pocas palabras: forzar al sector público a su única responsabilidad constitucional de protección, y la conversión de esas operaciones que proporciona en actividades bajo el comando de una economía empresarial eficiente y privada.     

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