CONVERSACIONES CON DON EUGENIO GARZA SADA

 Ricardo Valenzuela

 eugenio garza sada Archivos - EL CEO

A finales de los años 60, después de haber permanecido cinco en Monterrey asistiendo al Tecnológico, me preparaba para cursar el último de los semestres después de una estancia en la cual, sin tener claro sí mi vocación eran los negocios o la economía, los había transitado saltando de una facultad a otra por lo que, éste último me ocupaba con solamente tres asignaturas de las seis que normalmente componían los programas y conseguir los dos títulos. Ello me presentaba un problema muy particular, pues habiendo sido un estudiante “travieso,” mi padre jamás me había premiado con la bendición de un automóvil por lo cual, democráticamente me debía transportar en el popular raite. 

Pero el problema más importante era que, con un horario tan especial en el cual, ciertos días mis clases se iniciaban hasta las 10 de la mañana y a esa hora los estudiantes motorizados se encontraban ya desarrollando su capital intelectual en los salones del TEC. Ello provocaba que mi traslado al campus se convirtiera en una incógnita puesto que vivía en la lejana colonia Obispado. El primer día de mi aventura y sin preverla, salgo como siempre esperando al buen samaritano que me ofreciera el favor del raite. Sin embargo, luego de unos minutos de espera sin resultados, me doy cuenta de la encrucijada en la que me encontraba y empiezo a maldecir.

En medio del proceso invasivo de la histeria, veo que un elegante auto negro hace el alto, el conductor baja la ventana y pregunta: ¿Vas al TEC? a lo cual nervioso asisto y me revira, “súbete, yo voy para allá.” Confundido me trepo en el elegante transporte y, cuando miro con detenimiento al conductor, me quedo casi sin habla cuando pienso reconocer a don Eugenio Garza Sada. Repuesto de la sorpresa de inmediato le pregunto: ¿no es usted don Eugenio Garza Sada? El hombre sonríe y me responde, “si, ese soy yo.” Al ver que yo me había petrificado, continúa. “Los lunes tenemos la junta de consejo del TEC y yo siempre asisto.” Luego me fusila con una pregunta: “¿por qué vas tan tarde a clases?” Le doy toda la explicación a la cual asiente…”ah, que bien.”

Minutos después transitábamos por las estrechas calles que atravesaban la colonia Independencia, y yo me pellizcaba para asegurarme no soñaba y en efecto iba de pasajero con uno de los hombres más poderosos del país. Nunca imaginé que ese sería el inicio de un capítulo inolvidable de mi vida. Durante el resto del trayecto don Eugenio, con genuina curiosidad e interés, me interrogaba desde mi nombre, mi estado de procedencia, mi edad etc. Al llegar al TEC le daba las gracias cuando me dice: “Si tienes problemas de transporte, yo todos los lunes paso por ahí a la misma hora y te puedo dar el aventón.” Pues lo veo la semana entrante don Eugenio y gracias, le reviro. 

Durante el último periodo de mi estancia en Monterrey, debo de haber cabalgado con don Eugenio no menos de 10 veces en el hermoso Jaguar negro que él mismo conducía sin chofer ni guardaespaldas. En ese último tramo de mi educación, debo haber escuchado muchas más lecciones de sabiduría, calidad humana, integridad empresarial, intelectual y personal, de parte de aquel hombre tan especial, que en los cinco años anteriores en las aulas del TEC. Lecciones que, en esa etapa de juventud irresponsable y superficial, no madurarían en mi conciencia hasta mucho tiempo después, para darme cuenta de la calidad humana, la visión de aquel hombre legendario y la forma en que se adelantaba a sus tiempos. 

La semana siguiente don Eugenio hacía alto para recoger su pasajero y saludaba: ¿Como estás Valenzuela? Me impresionaba que recordara mi nombre. Minutos después de trepar el auto e iniciar la conversación, era yo quien lo fusilaba con una pregunta. ¿Por qué la idea de fundar el TEC don Eugenio? Veo en su rostro una sonrisa, suspira profundo e inicia: “Mira buqui—utilizando la palabra sonorense—en los negocios, en la política y en todas las actividades de la sociedad, el ingrediente más importante es el elemento humano, sobre todo lo que guarde en su cabeza, y los sistemas de educación en México se han dedicado a deformar mentes de una forma criminal. El TEC es un esfuerzo para ofrecer una alternativa diferente, y no sólo para los hijos de ricos, como tanto se le critica, para todo mundo y estamos trabajando para que el esfuerzo sea masivo. 

Confundido pregunto: ¿Cuál es la diferencia entre los programas del TEC y otras Universidades? Me revira: “En educación hay áreas diferentes, pero dos muy importantes, el área de la tecnología y el de humanidades. La de tecnología, en la cual vemos el futuro, incluye todas las ingenierías y tratamos el que la calidad del producto para los muchachos sea muy superior al resto de las universidades, y creo lo hemos logrado. En la otra yo sumo todas las relacionadas con negocios, que tú debes conocer bien: economía, contabilidad y administración, tratamos de formar, no sólo buenos ejecutivos, sino los empresarios del futuro independientes de los dictados de nuestros gobiernos. 

Todos ellos armados con eso, mentes independientes que no simplemente se memoricen lo que el profesor les dicta, o que tomen como religión y cuestión de dogma indiscutible todo lo que escuchan de algún comunicador hábil y carismático, sino que construyan un pensamiento crítico para cuestionar una y mil veces la información que reciben, desarrollen y utilicen su creatividad e imaginación, y, sobre todo, exprimir la materia prima para formar los líderes que tanto requiere el país. 

¿Qué es una mente independiente? Pregunto ahora con despistada curiosidad. Calla unos momentos y me revira: “Si para cuando un muchacho termina su carrera en el TEC, hemos podido hacerlo olvidar esa popular frase; “que te mantenga el gobierno”, en gran parte hemos sido exitosos en formar una mente independiente. Si los muchachos también empiezan a cuestionar, con inteligencia y sagacidad, el eterno status quo del país, hemos cumplido. No hay nada mas perverso que el deseo compulsivo de mandar, que la resignada disposición a obedecer sin cuestionar.” Sorprendido le reviro, bueno, pero si nadie obedece entonces que desorden tendríamos. 

No es así, me revira. Se trata de que cuando tengamos que obedecer sea algo muy cuestionado y debatido por la sociedad en general, y no simplemente el capricho de un solo hombre o su grupito de control. Nosotros en el TEC no hemos querido se convierta en un nido de grillos como la UNAM, por lo que no hemos establecido carreras como Derecho, Ciencias Políticas. Lo que hemos pretendido es formar mentes libres. Llegábamos al TEC y me despido ansioso que se llegara el siguiente lunes.

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