Ricardo Valenzuela
Este pasado fin de semana tuve una experiencia para la cual difícilmente puedo encontrar palabras que la describan; ¿iluminadora, Tal vez, pero pienso que mucho más que eso. Creo que todos ustedes han observado la interesante conversión de mi primo Arcadio Valenzuela a nuestra religión liberal. Subrayo interesante porque el sendero que Cayo ha tenido que recorrer, ha sido partiendo del clásico empresario estatista, mercantilista rezando ante el altar del supremo gobierno para que se revele el milagro de la multiplicación de los peces, de los panes, de los contratos, chambas, subsidios, de los cierres de frontera, de la substitución de importaciones etc.
Pero además la ideología de Cayo durante toda su vida fue contaminada por un movimiento católico intelectual—social, que ha creado confusiones sumamente graves en la mente de la mayoría de los mexicanos, entre los cuales me incluyo, que me ha llevado inclusive en mis escritos a casi declarar el catolicismo como el gran enemigo de la libertad, del liberalismo, y una de las grandes piedras en el cuello del país que no ha permitido su desarrollo. Mi actitud no había sido una simple reacción superficial, no, se desarrolló después de años de estudio e investigación en los cuales nunca encontré argumentos que me condujeran hacia una ruta diferente.
El proceso de conversión de Cayo—aunque el no lo recuerde—se inició en una conversación que sostuvimos unos meses después de la muerte de Colosio en la cual le hice la pregunta: ¿Cuál era la ideología de Colosio? A lo que él respondió; “internacional socialista.” Pues hombre le reviro, que bueno que no llegó a la presidencia.” Cayo con asombro me reclama; “no me digas que tú eres de esos promotores del capitalismo salvaje.” Viniendo ese reclamo de alguien que no sólo era miembro de una de las familias mas acaudaladas de Sonora, sino que también había sido líder empresarial, Presidente de la Asociación de Banqueros etc., me hizo pensar muy cuidadosamente mi respuesta.
Mira le respondo, “etiqueten mi posición como quieran; pero si creer en el mercado mas que en el Estado, si el confiar más en la sabiduría de la sociedad civil que la de los ingenieros sociales, el creer que las funciones del Estado-Gobierno se deberían de limitar a proteger vida, libertad, propiedad y el cumplimiento de los contratos de sus ciudadanos, el acepar como credo la frase de Jefferson; “el mejor gobierno es el que gobierna menos,” y la otra; “el precio de la libertad es nuestra eterna vigilancia” es capitalismo salvaje; Pues considérame eso, promotor de lo que tu llamas capitalismo salvaje. La respuesta de Cayo fue; entonces soy mas socialista que tu.
En esos momentos iniciamos un interesante debate el cual se interrumpió cuando súbitamente Cayo me dice; ¿sabes una cosa? Tienes razón, pero el establishment nos han domesticado durante tantos años en este credo estatista, que nos han matado nuestra capacidad de análisis puro cuando de las responsabilidades del gobierno y su relación con la sociedad se trata. A partir de esos momentos lo empecé a invadir de escritos liberales, recomendaciones de lecturas etc. Siendo él un hombre inquieto, inteligente, preparado, empezó a beber en la fuente de la libertad. Sin embargo, le nacía un gran conflicto, siendo sumamente católico, no encontraba igual que yo (aclarando que yo no soy Talibán del catolicismo), la conciliación del liberalismo con lo que él llama la doctrina social de la iglesia.
Después de acudir a todos sus contactos intelectuales, luego de aciertos y errores, un buen día me llama para informarme él haber recibido el consejo de parte de Carlos Llano del IPADE de contactar una organización en Monterrey encabezada por un hombre llamado Rolando Espinosa. Mi respuesta fue automática y casi impulsiva; “ahora si vas bien, esas gentes son sólidas, intelectualmente honestas, muy valientes en sus análisis y sumamente profesionales.” Yo había conocido a Rolando en una reunión de Atlas Economic Foundation en Virginia unos años antes, y aun cuando por lo intenso del evento no tuve gran comunicación con él, si me pude dar cuenta de que eran gentes “de a deveras.”
La semana pasada me llama Cayo para informarme el que Rolando impartiría un modulo de economía en Hermosillo en un programa ya preparado en coordinación con ellos, y yo como miembro del Consejo de la organización que había establecido, me pedía asistir. De inmediato no solo acepté, sino que además me invadió la premonición de que algo especial me esperaba en mi ciudad natal. Les quiero decir que este fin de semana ha sido uno de los más interesantes de mi vida. Pero primero quiero describir quien es Rolando Espinosa. Rolando es un hombre de apariencia muy distinguida y jovial que no revela su verdadera edad—no te preocupes Rolando, no la voy a revelar.
Regiomontano, destila esa forma directa, blunt como dirían los gringos, honesta tan parecida a los sonorenses. Él es Contador Publico y Economista del Tec. de Monterrey. Tiene una Maestría en Administración de Universidades de la Universidad de California en Berkley; Una Maestría en Administración del Tec. de Monterrey; una mas en economía de George Washington University. Su currículo es tan extenso que voy a solamente enunciar lo a mí me ha parecido lo más interesante. Fue fundador y Rector de la Universidad de Monterrey a sus escasos 32 años. Fue Profesor de varias materias en el Tec de Monterrey, y en su momento Director de la Escuela de Contabilidad, economía y Administración de la misma institución.
En medio de mi entusiasmo por ver de nuevo a Rolando, solamente me asaltaba una preocupación. El que Cayo hubiera con premeditación encontrado a alguien que involucrara en el concepto liberal, la ya trillada doctrina social de la iglesia en los términos que lo manejan panistas, curas progresistas, empresarios católicos convenencieros etc. Oh sorpresa. El domingo que arribó Rolando a Hermosillo a las 11 de la mañana, se inició lo que yo calificaría como la exposición más brillante que yo he escuchado de la doctrina liberal, pero con un ingrediente para mi nuevo, confeccionada especialmente para nuestro tan diferente pueblo mexicano. Pero no solo eso, una de las más brillantes exposiciones a las que he tenido acceso en todos mis años de liberal, de historia del liberalismo, historia económica de México, política, economía pura, clásica, neoclásica, austriaca etc.
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