El famoso autor y motivador Tony Robbins afirma: “Descubre tus valores y descubrirás tu vida.” Desde que yo tengo uso de razón uno de los valores que más he apreciado es la amistad. Creo que uno de los más grandes tesoros que un ser humano pueda tener; son sus amigos—y amigas como diría Fox. Me jacto aun ante las vicisitudes de la vida—que son las que los ponen a prueba—el tener muy buenos amigos. Sin embargo, tengo uno que a pesar de no frecuentarlo como antes, le guardo gran aprecio y sobre todo gran admiración pues lo considero uno de mis maestros; Juan Francisco “Noni” Maldonado.
El Noni es un exitoso ranchero de Hermosillo con muchas cualidades. Pero tal vez la que más yo le admiro; es su sabiduría e inteligencia natural. Hace algunos años discutíamos la situación económica de México. Cuando yo inicié la exposición de todas mis teorías aprendidas en las mejores Universidades del mundo, el Noni me interrumpe diciéndome: “Espérate, espérate; tu ya estás como el viejo rico de Baviácora.” ¿Como está eso? le pregunto. Procede entonces a narrarme la historia que hasta la fecha no sé si es verídica o él la inventó. “Mira inicia; había un viejo muy rico en el pueblo. Tenía su rancho con mucho ganado, sus milpas bien sembradas, varias casas, un changarro muy grande, y por supuesto, sus buenos dolaritos en el Valley de Tucson.”
Continúa;
“Tenía dos hijos que terminaron la prepa y los mandó a estudiar el Tecnológico
de Monterrey. A los años los muchachos regresaron al pueblo con títulos de
administradores, economistas, contadores y maestrías. El viejo muy orgulloso de
inmediato los pone al frente de sus negocios. A los varios días los
profesionistas piden una junta con el padre. Sin aviso arremeten contra el
viejo diciéndole: Papá, tienes un desmadre en tus negocios. ¿Como? Pregunta el
viejo. No tienes sistema de inventarios, no tienes planeación financiera, no
tienes sistemas ni procedimientos, factores de capitalización. El viejo los
miraba con asombro. En cierto momento uno de los hijos le grita; tienes tal
desorden, que te apostamos que no sabes si ganas o pierdes. El viejo entonces
los detiene; momento les dice al tiempo que jala y aparta un saco de frijol y
un bote de manteca. Con esto empecé, todo lo demás son utilidades.”
Me
reí mucho con el cuento del Noni, pero fue hasta años después que capturé la
gran lección que me había enseñado. Solamente entendí el mensaje de mi amigo
años después cuando leí dos libros que han impactado mi vida: “Todo lo que
necesito saber lo aprendí en parbulitos,” y “Economía en una lección.” Lo que
el Noni me decía era; no importa que tengas todos los conocimientos del mundo
si no los sabes usar. No es suficiente tener una buena mente, hay que usarla
bien. Lo que mi amigo me decía: Conocimientos sin sentido común, sin prudencia,
y sin “silencio” cuando se requiera, no sirven para nada.
Después
de haber devorado todos los libros de economía y finanzas a los que tuve
acceso, hace años cayó en mis manos el que provocó mi redención; “Economía en
una lección.” Este es un sencillo libro escrito hace mas de 50 años por Henry
Hazlitt. En el periodo en el que el mundo reveraba a Keynes y el New Deal como
los salvadores de la humanidad, emergía este hombre como el más valiente
promotor de los mercados libres. Como los solitarios sermones de Jesucristo,
Hazlitt inició sus homilías rodeado de los progresistas adoradores de Rossevelt
que lo ridiculizaban. Desde sus púlpitos en diarios y revistas vendidos al New
Deal como The New York Times y The Nation, este visionario gritaba sus
evangelios de libertad.
Von
Mises lo llamó nuestro líder. Hayek—premio Nobel de economía 1974--le tenia
igual reconocimiento. H.L. Mencken quien era conocido por su salvaje sinceridad
lo describía así: “Uno de los pocos economistas en la historia que realmente
puede escribir, y con inteligencia dar su mensaje.” Pero lo curioso de esto es
que Henry Hazlitt no era economista, es mas, ni siquiera tenia titulo
universitario. Algunos de sus admiradores afirman que el secreto de su gran
sabiduría era ese; el no haberse contaminado con las enseñanzas económicas de
la época. El libro de este gran hombre tiene su base en una de sus parábolas;
la de la ventana rota y ha sido comparada con la de la Tienda de Alfileres de
Adam Smith, o la petición de Plato de Bastiat.
El
mensaje de la parábola y de todo el libro, es que el arte de la economía
consiste en observar no solo el efecto inmediato que producen las políticas
económicas, sino el largo plazo; consiste en seguir la huella de las
consecuencias no solo para un grupo en especial, sino para la economía en
conjunto. El leer este libro es un verdadero placer. En los términos mas
lucidos y claros, el autor arremete contra los grandes dogmas económicos de esa
era; pero lo hace con argumentos irrefutables, y sobre todo, con la claridad,
sencillez y sentido común que solamente el viejo de la historia del Noni me
había mostrado. Con admirable sencillez muestra como los impuestos a la
producción la arruinan. Como el objetivo económico debe siempre ser crecimiento
y producción.
Hazlitt
fue siempre un gran promotor de las monedas fuertes y políticas monetarias
sanas. Describía la inflación como el canto de las sirenas que tanto escuchaban
políticos irresponsables. En 1974 pronosticó con impresionante visión la
debacle mexicana. Afirma Steve Forbes el poderoso Editor de la revista Forbes;
el que, si los ineptos burócratas del FMI y del Banco Mundial hubieran leído
este libro, jamas se hubieran atrevido a presionar las estúpidas políticas que
impusieron en México y Rusia para devaluar sus monedas y mandarlos al abismo.
Steve Forbes considera a Hazlitt el “periodista” más grande del siglo XX, y si
duda el mas odiado por los todavía vivos dinosaurios keynesianos.
Cuando leí por primera vez este libro, me acordé mucho de mi buen amigo el Noni, pues yo lo considero un especie de Hazlitt ranchero. Pero más me he acordado de él cada vez que leo las barrabasadas que exponen la infinidad de nuevos periodistas que no saben ni quien capó al apache; no tienen la menor idea de lo que escriben, pero lo hace con bambarrias y con gran irresponsabilidad. Por eso tengo una propuesta para El Imparcial, los Sres. Healy, y Javier Villegas: “Sugieran”-sugerir, puesto que vivimos en un mundo de libertad—que nadie escriba sus barrabasadas económicas sin antes haber leído “Economía en una Lección. A los valientes que se atrevan, “yo les regalo el libro.” A los que no hablen inglés, yo se los traduzco, pero por el amor de Dios, ya no nos atormenten con sus barrabasadas.
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