Ricardo Valenzuela
Hace años a
solicitud de mi gran amigo Gordon Tullok, publiqué en los EU un escrito en el
cual narraba el cómo y sobre todo el por qué había tomado la decisión de “neo
abandonar” mi país y compartir mi residencia en Arizona. Fue esta para mí una
experiencia exhalante pues siendo yo un enamorado de la historia, como la
corriente de un arroyo con las primeras llovidas, mis recuerdos empezaron a
fluir. A cierto punto del proceso, tuve la sensación de que alguien me dictaba
y yo simplemente escribía.
Surgió de inmediato el traslado que me llevara a definir a que punto de mi niñez había nacido mi aversión por el sistema político mexicano. El rechazo desde que tuve uso de razón a todas las políticas colectivistas, socialistas y borreguitas promovidas por el sistema—a pesar de que era el modus vivendi de toda la sociedad incluyendo la clase privilegiada, y a la cual pertenecía, danzaban en un armonizante acto de coordinación de todos los elementos participantes, incluyendo empresarios, banqueros y una iglesia católica con diferentes facetas.
Me preguntaba; ¿había sido la influencia mi abuelo materno quien habiéndose iniciado como arriero llegara a ser uno de los ganaderos más prósperos y exitosos del Estado—un odiado latifundista? ¿Las ideas de mi padre importadas de la Europa liberal donde él se había educado en los años 30? ¿Los escritos de ese gran liberal que fuera mi tío Gilberto Valenzuela a los que tuve acceso a muy temprana edad? ¿El regalo que me hiciera un profesor de la escuela de economía del Tec en Monterrey? la obra magna de Von Mises; La Acción Humana.
Creo que nunca lo sabré, pero hasta donde puede remontar mis recuerdos, con fiereza siempre rechacé al PRI y su política, pero, sobre todo, se desarrolló en lo más profundo de mí ser, un rechazo enfermizo hacia el socialismo, colectivismo y sus derivados. Tal vez alguien que me lea y haya vivido en los 70s, pueda entender mi choque ante la realidad cuando hiciera mi debut profesional en medio de la administración de Luis Echeverría—el verdadero verdugo de México. Peor aún, el desarrollo de mi carrera como banquero durante su mandato.
El documento era además de un tour por el desarrollo del proceso socializante de México y la devastación provocada, un mensaje de esperanza ante los cambios que se iniciaban. Era una oda de celebración ante lo que yo consideraba la erradicación del socialismo en América Latina. Aun cuando la razón me gritaba que lo cocinado en México no era liberalismo puro, era neo—liberalismo, es decir, liberalismo a medias y estilo mexicano, igualmente lo celebraba pensando; nada puede ser peor que lo que hemos tenido. Sin embargo, reclamaba mi amigo Alberto Mansueti; “No, el socialismo no está muerto y ese potaje diluido el neoliberalismo, tendrá los efectos contrarios.”
Iniciamos el segundo año de este nuevo siglo, el de la esperanza puesto que el anterior simplemente se perdió, y no puedo hacerlo con el rasgo de mi personalidad con el que me describía mi tío--primo Roberto Valenzuela I cuando me llamaba “el optimista.” No puedo porque ahora no tengo elementos. Aun cuando las bases de la macroeconomía mexicana presentan un rostro antes nunca visto (inflación, intereses, reservas internacionales, tipo de cambio, confianza en el país etc.), el coyote (PRI) fuera del gallinero, hay otras señales que no me permiten ser eso; optimista.
El mundo entero presenta un entorno muy diferente. Recesión mundial, guerra de los EU contra un enemigo al cual la palabra orate le sienta como un piropo. Japón entra ya a su segunda década tratando de revivir el moribundo echándole aire con un abanico Pedro Infante. En Argentina ni abanico alcanzaron. Alberto Mansueti describe toda América Latina como un cuadro de horror. Venezuela con su Usama Bin Chávez, se enfila para ser la Cuba de este siglo. Mansueti continua afirmando el que “las inconsistencias del indefinido Fox, son similares a las del inconsistente La Rua quien envía a la Argentina al abismo.”
México aun con una economía sólida en sus bases; presenta negros nubarrones en el horizonte. Primero: un Congreso que más que legislatura parece una reunión de Mao Maos, pero la más grave, con poder puesto que el Presidente propone y ellos disponen. Segundo: el simplemente ignorar la monstruosa deuda del país, que día a día crece para devorarnos con una enorme burocracia que sigue desangrando la patria. Tercero: Las advertencias sin oídos de Mario Vargas Llosa de la urgente necesidad de modificar nuestra cultura que sigue siendo populista, oligárquica, colectivista. Cuarto: Todos contra Fox en una lucha fratricida por llenar los huecos de poder.
Pero hoy sólo ampliaré sobre el segundo porque siento es el más grave. Nuestra deuda sobrepasa el 100% del PIB. De cada peso que capta el gobierno mexicano, 90 centavos se filtran por caño del pasado, el cual en mucho se puede rastrear hasta las obesas cuentas de nuestros líderes en Suiza. La dimensión de la burocracia—el vampiro--- del país, la estima James Buchanan—premio Nobel de economía en 1986—en cinco veces la requerida. Sin embargo, en un histérico coro los mexicanos reclaman la insensibilidad del Presidente ante las necesidades sociales. “No han entendido lo afirmado por Jesse Ventura; ‘no tengo una fábrica de dinero.’ Cada punto que aumenta nuestro déficit; más se hunde el país, amenaza con argentinizarse y la reunión de Mao Maos liderada por los Marti Bartes, Sodis continua.”
Hace años le envié a Zedillo un plan preparado en conjunto con economistas de prestigio mundial; “La venta de PEMEX y con el producto, fondear el Banco Mexicano de Reconstrucción para reestructurar toda la deuda—incluyendo el Fobaproa, rescate de carreteras, Infonavit, Seguro Social etc--- rehabilitar a los deudores para “que pagaran,” y en cinco años vender ese papel ya revaluado en los mercados secundarios del mundo y liquidar esa deuda.” Un Plan Marshall mexicano con tintes de mercado. Respuesta; Silencio….”el petróleo es nuestro.”
Bien, se acaba de dar a conocer un informe súper secreto emitido por uno de los más reconocidos expertos en el mercado mundial del petróleo; Sheikh Yamani, Ministro de Petróleo de Arabia Saudita durante más de 20 años. Yamani “informa” que en cinco años el precio del petróleo se desplomará. En los siguientes 10, su época habrá terminado. En treinta años no habrá uso ni compradores. La edad de piedra terminó no porque se terminó la piedra; así la edad del petróleo terminará no por falta del energético, sino porque ya no tendrá uso.
La tecnología de combustible celular que produce electricidad combinando hidrógeno proveniente de una serie de combustibles con oxigeno del aire—será el tiro de gracia. Esto sucederá antes de que termine esta década y hará del oro negro una reliquia; “un país como los EU en el cual el 50% de su consumo es gasolina; Si se elimina, visualicen los efectos en su economía y sobre todo, en la de los países productores.” Este informe flota a la superficie para estremecer al mundo. “El petróleo es nuestro,” si, igual que el aire que respiramos. Y por lo que afirma el Sheikh, más o menos tendrán el mismo valor. ¿Ahora quién podrá ayudarnos?
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