La crisis financiera es, ante todo, una crisis moral. Para acabar con la crisis debemos reconocer que fue el gobierno quien la causó, y exigir que el gobierno empiece a apartar sus coercitivas manos de la economía.
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Las intervenciones gubernamentales están causando estragos una vez más en el sistema financiero de los Estados Unidos y en la seguridad económica de millones de americanos – una trágica reproducción de crisis anteriores. En 2008-2009, por segunda vez en esta década (la primera fue en 2000-2002), el valor de las acciones negociadas en bolsa cayó en un 50% – pero en esta ocasión con una bajada adicional en el precio medio de las casas, que cayó un 23% desde su máximo en 2007. De esa forma, las familias americanas han sufrido declives de 8 y 4 billones de dólares, respectivamente, en el valor de sus dos principales activos – acciones y casas – y una caída de un 20% en su patrimonio neto respecto al valor máximo reciente.
Mientras tanto, los políticos de Washington han sumido a los americanos en una recesión más, con una producción de declive, un estancamiento de los ingresos y una tasa de desempleo en aumento. La recesión actual no es aún tan grave como otras muchas anteriores, pero se agravará si las intervenciones se intensifican.
En comparación a recesiones económicas anteriores, pocas instituciones han quebrado o se han arruinado en la crisis económica de 2008-2009, pero aquellas que lo han hecho incluyen algunas de las más grandes y los nombres más conocidos, como Merrill Lynch, Bear Stearns, Lehman Brothers, Citicorp, AIG, Washington Mutual, Wachovia, y Countrywide Financial. Desde el otoño de 2008, Washington ha alimentado aún más una crisis que comenzó modestamente en 2007, saltándose a los tribunales de quiebras y en su lugar rescatando o nacionalizando a estas firmas, o obligándoles a empresas sanas a absorberlas (debilitando así a las sanas). Mientras que desde mediados de 2007 las acciones de la bolsa de Estados Unidos, en general se han desvalorado en un 50%, las acciones de las grandes instituciones financieras han caído un 80%, el peor comportamiento desde la Gran Depresión. Con cada nueva intervención del gobierno en el sector, el único resultado ha sido una aceleración de la fuga de capitales y la caída de los precios de las acciones.
¿Qué causó la actual crisis financiera? Si hemos de creer a la mayoría de los economistas, políticos y comentaristas, la causa es el capitalismo y su inherente codicia. Según el candidato presidencial demócrata Barack Obama “nosotros perdonamos e incluso llegamos a abrazar una ética de codicia”, “fomentamos un ambiente en el que el ganador se lleva todo, y en el que todo vale”, y “en lugar de establecer un marco regulador para el siglo XXI, simplemente desmantelamos el antiguo”. [1] En su papel de senador el pasado otoño, Obama criticó como “una atrocidad” la necesidad de un plan de rescate “para salvar nuestra economía de la codicia y la irresponsabilidad de Wall Street” (y luego rápidamente votó a favor de ese plan). [2] El candidato presidencial republicano John McCain dijo que la crisis financiera fue causada por “la codicia, la corrupción y el exceso”, y que Wall Street “trató a la economía estadounidense como si fuera un casino”. [3] En el New York Times de diciembre 2008, el presidente Bush “compartió sus puntos de vista de cómo el país estaba al borde del desastre económico”, citando “la avaricia empresarial y los excesos del mercado alimentados por una inundación de divisas”, concluyendo que “Wall Street se ha emborrachado”. [4] En su columna en el New York Times, Paul Krugman, ganador del Premio Nobel de Economía en 2008, en repetidas ocasiones le echa la culpa de la crisis a la “desregulación” y a los “dogmas” del libre mercado. Alan Greenspan – que fue durante veinte años quien dirigió la Reserva Federal como monopolista del dinero de Washington y el principal regulador bancario – le dijo al Congreso el otoño pasado que “aquellos de nosotros que contábamos con el interés propio de las instituciones de crédito para proteger el patrimonio de los accionistas, yo especialmente, nos encontramos en un estado de estupefacta incredulidad”, estuvo de acuerdo que era “un fallo” en su ideología y pidió una aún mayor regulación gubernamental – lo que llevó a muchos periodistas a declarar, con alborozo, que “Greenspan admite que el libre mercado ha fracasado”. [5] El Washington Post encuentra el origen de la crisis en una “cruzada liderada por Estados Unidos para convencer a gran parte del mundo que deben aflojar la pesada mano del gobierno en finanzas e industria”, para “difundir el evangelio del capitalismo laissez-faire”, y afirma que este “tipo no-intervencionista de capitalismo” únicamente logró “enfermar el mercado de la vivienda y permitir que un irresponsable Wall Street creara un fondo de inversiones tóxicas que ha infectado al sistema financiero mundial”. [6]
Las típicas interpretaciones anticapitalistas que culpan a la codicia, como las citadas arriba, han provocado en los últimos meses intervenciones masivas en el sector financiero de los EEUU, incluyendo nacionalizaciones parciales. El mayor banco de Estados Unidos (Citigroup) y la mayor compañía de seguros (AIG) son ahora de hecho propiedad del gobierno y están controlados por él, a través de la Reserva Federal y del Departamento del Tesoro. Desde octubre, Washington ha invertido cerca de 500 mil millones de dólares de los contribuyentes en las acciones de los cuatrocientos bancos más grandes de América, tanto sanos como fallidos – a menudo contra la voluntad de los altos directivos de dichos bancos. [7] En marzo de 2009 el dinero invertido en los diez mayores bancos del país llegaba al 45% de su valor bursátil, el doble que en octubre de 2008; en el proceso, políticos y burócratas están dictaminando cada vez más las políticas de los bancos con relación a préstamos, dividendos, fusiones y remuneración de los ejecutivos. [8] En otra intervención, la Reserva Federal ha garantizado más de 2 billones de dólares en dudosos préstamos de negocios e hipotecas inestables a corto plazo – y comprará y garantizará un billón de dólares adicional durante 2009. Mientras tanto, la Federal Deposit Insurance Corporation (FDIC), que garantiza los depósitos en cuentas corrientes de los bancos, ha aumentado enormemente el alcance de su cobertura – de $100.000 a $200.000 por cada cuenta bancaria – y ahora también asegura billones de dólares en bonos de banco y fondos mutuos del mercado monetario, un riesgo gigantesco que nunca había asumido antes de 2008. La FDIC garantiza ahora el 70% de todos los depósitos bancarios en cuentas corrientes, en vez del 50% una década atrás.
Tales rescates y garantías del gobierno (y rescates menores dirigidos a grandes pero insolventes compañías de seguros y a los fabricantes de coches de Detroit que están perdiendo dinero) resultaron en un aumento de $8,7 billones en las obligaciones federales (deudas y garantías) en la segunda mitad de 2008. [9] Para poner esta cifra en perspectiva, consideremos que a finales del 2007 la deuda nacional total era de $9,3 billones, que el gasto anual en 2007 era de $3 billones, y que toda la producción económica anual (PIB) en el 2007 fue de $14 billones. Para comparar la magnitud de las recientes intervenciones con las del pasado, hay que tener en cuenta que el aumento del gasto en el bienio 2008-2009 es diecisiete veces mayor que el costo total del New Deal del presidente Roosevelt (que fue de $500 mil millones, ajustado por inflación). Y el primer presupuesto del presidente Obama amplía la presencia de Washington más aún, con un gasto total previsto de $4 billones en 2009 (un 33% más que en el 2008), y que representa un 28% del PIB (por encima del 21% en 2008).
Las alegaciones sobre la necesidad de contener las supuestas “inestabilidades” inherentes en los mercados libres han conducido necesariamente a exigencias persistentes para que Washington regule, rescate, garantice y nacionalice las instituciones financieras. Según el Economist, “el gobierno de la nación capitalista líder en el mundo ha sido arrastrado hacia la vorágine de la más capitalista de sus industrias”. Esta afirmación alegremente asume que América es hoy un país capitalista y que los políticos de Washington son víctimas de un mercado capitalista, obligados a intervenir y arreglar la economía americana afectada por sus fracasos. Los críticos modernos del capitalismo asumen que los mercados abandonados a sus propios recursos son intrínsecamente frágiles y propensos a crisis, mientras que el gobierno de los EEUU es un Peñón de Gibraltar, sólido e inspirador de confianza.
Las interpretaciones anteriores ignoran el simple hecho de que América hoy no tiene un sistema de libre mercado – y mucho menos un sector financiero de libre mercado – ni lo ha tenido durante la mayor parte del siglo. Sólo un craso equívoco sobre lo que constituye un sistema de libre mercado le permitiría a alguien honestamente culpar al capitalismo por la crisis financiera. Durante décadas, el sistema político-económico estadounidense ha sido un sistema mixto – una combinación de una cierta libertad de elección y acción contrarrestada por grandes (y crecientes) intervenciones coercitivas. Fueron precisamente esos elementos coercitivos – la regulación, los impuestos, y las subvenciones – los que causaron la crisis financiera actual. Las recientes y masivas intervenciones de Washington no fueron consecuencias del “fracaso” del libre mercado; fueron consecuencia de las distorsiones del mercado causadas por la intervención del gobierno anterior en la economía. Las intervenciones del gobierno haninstigado y agravado la última crisis financiera.
Al analizar las intervenciones del gobierno que provocaron la última inestabilidad y destrucción de riqueza en inmuebles y en banca, este artículo demostrará que la actual crisis financiera fue causada, no por haber vuelto a mercados libres o a políticas pro-capitalistas durante la última década, sino por una trágica progresión hacia el socialismo. Más importante aún, demostrará que el altruismo – la noción de que ser moral consiste en sacrificarse por las necesidades de los demás – es la excusa para esta intervención del gobierno, y por lo tanto, la causa última de la crisis.
Por supuesto, para poder concluir que el capitalismo es inocente de los últimos cargos contra él, debemos tener bien claro qué es el capitalismo. El capitalismo es el sistema social de los derechos individuales, incluyendo los derechos a la propiedad, en el que toda propiedad es privada. [11] El capitalismo defiende la potestad de la ley y la igualdad ante la ley, prohíbe que el gobierno favorezca a cualquier persona o grupo (incluyendo empresas), supone la completa separación del estado y la economía, y por tanto, deja a cada individuo libre para actuar por su propio juicio y en su propio bien. Con esto en mente, estudiemos los hechos relevantes alrededor de la crisis financiera
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