NUNCA SUPE QUE NO SABIA NADA

Ricardo Valenzuela

Emilio del Río on X: ""Sólo sé que no sé nada" dijo Sócrates. Es el mejor  exponente del escepticismo. Un cierta dosis de escepticismo no viene mal (no  demasiado tampoco) Viene del 

Durante prácticamente toda mi vida, guiado por mi personalidad compulsiva, me dediqué a la acumulación de conocimiento en áreas financieras, económicas, de relaciones internacionales, en universidades, seminarios etcétera. Pero, sobre todo, alimentando mi adicción a la lectura, acumulando una biblioteca que, según yo, estaba surtida con los todos los libros que deberían aportar a mi demanda por conocimiento. Todo en medio de mi inconciencia de que el elemento más importante del potaje era el elemento humano. 

Hace solo unos años, me di cuenta de que en esa biblioteca los libros de filosofía eran unos cuantos y estaban empolvados. Aunque, después de haber leído filósofos liberales como Locke, Mises y al mismo Adam Smith, la filosofía estaba presente con cierta vaguedad y debía corregir tal ausencia. Así, aquel Sócrates que me aburria en las aulas del Tec de Monterrey, guiado por un hombre sabio, decidí regresar a su estudio y, al hacerlo, a estas alturas de mi vida me abría una puerta a la sabiduria deseada y entendía estaba incompleta.

 Porque Sócrates había descubierto la gran tragedia que siempre ha azotado a la humanidad, la ignorancia. Y el filósofo no solo la identificaba como causa, con su “yo solo sé que no se dada,” inventaba su a metodología, no para entregar ese conocimiento, sino que, utilizando su Mayéutica, a base de interminables preguntas a sus discípulos, ellos mismos descubrieran las verdades ocultas. Y al preguntar, las respuestas que emergian las volvería a cuestionar. Con esa tormenta provocaba que sus discípulos aprendieran a pensar críticamente y se enfrentaran a la realidad que muchos preferían ignorar.

 Y ante la brusquedad con la que él seguía desmontando sus respuestas, finalmente llegaran a la aceptación de su ignorancia, el primer paso hacia ese olimpo de sabiduria, para luego encontrar soluciones. Las interrogantes se convertía en una justa para despertar a la gente del sueño en que los mantenían los dueños del poder, pero, también despertaba la histeria de los poseedores de ese poder para evitar lo que aconsejaría Show: “Ocúpate de conseguir lo que quieres, o te veras forzado a querer lo que tienes. Donde no hay ventilación el aire puro se declara insalubre, donde no hay sabiduria la ignorancia se convierte en cultura y ciencia.”

 Y, ante esa revolución sin violencia, sin guerra, sin multitudes protestando, invitaba a un despertar de la mente cautiva. Invitaba a la formación de ese hombre especial buscando libertad que se acompaña de responsabilidad, por eso la mayoría la temían tanto. Convencer al hombre que el progreso es imposible sin el cambio, porque aquellos que no pueden o no quieran cambiar sus mentes, no pueden cambiar nada. Él quería formar hombres que no temieran dejar lo “bueno” para buscar la grandeza. Ese hombre que se levantara buscando los circunstancias que deseaba, y si no las encontraba, se dedicara a crearlas. Todo ello era a lo que tanto temía el poder.

 Ese poder que temía a locos como Diógenes quien, estando en la calle con sus ropas señalando su pobreza, aparecía el emperador, Alejandro el Magno. Al verlo se detenía para preguntare. Buen Hombre ¿Qué puedo hacer por ti? Diógenes, con su famoso cenismo respondía, muévete que me estas tapando el sol. Ese loco que desafiaba abiertamente las normas sociales como deambular por las calles con una linterna encendida a la luz del día, afirmando estar "buscando a un hombre honrado". Un símbolo del desafío filosófico a las autoridades establecidas y a los valores artificiales. Alejandro afirmaría, si no fuera Alejandro, quisiera ser Diógenes.

 Fue cuando procedí, no solo a leer a Sócrates, sino a estudiarlo con profundidad. Me di cuenta su método se basaba en la creencia de que todo el conocimiento ya está presente en la mente de los seres humanos, y solo necesita ser descubierto. La palabra “mayéutica” significa “dar a luz, dar vida”. En la antigua Grecia, la palabra se usaba para describir la tarea de las comadronas, y Sócrates la utilizó como metáfora para describir su método de enseñanza. A través de la mayéutica, los estudiantes pueden profundizar en su propia mente y encontrar la verdad que ya está presente dentro de ellos.

 Así me daba cuenta vivimos en un mundo todavía programado en donde los autores, la iglesia y los gobiernos, habían formado una sociedad con el mismo objetivo que Sócrates habia denunciado. Pero, el programa actual cuenta con la experiencia de casi 2,000 años en los que habían instalado su tradicional moderno. Y, lo más desesperante, la gente permanece en esa ignorancia. Un programa global que abarca cinco puntos. La educación, el trabajo, la sociedad, la política, la religión con sus emociones. Un esfuerzo coordinado de forma impresionante en donde todos se conjugan.

 Un impresionante ataque apuntado hacia lo que los seres humanos buscamos. Confirmación. En medio de nuestras inseguridades requerimos, no comprobar, sino que se nos asegure vamos bien, como la madre que nos bendecía en cada noche. Falacia de la Autoridad. Con sus armas nos crearon la necesidad de confiar en alguna figura maternal, la autoridad. Aceptación. No porque hayamos descubierto el por qué, sino el fatal “siempre ha sido así y nunca va a cambiar.” Religión. Producto de manipular emociones durante siglos y nuestros impulsos, nunca nuestra razón, siempre en acción amenazados con la lista de pecados y la condena eterna. Mayoría. Aceptar, no por concluir después de un profundo análisis, sino por la holgazanería de buscar y aceptar todo porque la mayoría ya lo ha aceptado.

 Y en esta trampa permanecemos atrapados, y es la misma contra la que a Sócrates le costó la vida. Se ha provocado que la gente, no solo acepte lo dictado, sino que también sientan es lo correcto porque, en medio de sus dudas, han perdido la capacidad de racionalizar y distinguir para eso tienen al político demagogo. La verdadera oposición debería ser algo similar a la que creara Sócrates en su revolucion de las mentes. La de Sócrates fue una guerra inteligente y silenciosa pero tan efectiva que todavía tiene validez.

 Pero la guerra que hoy día se requiere, es de hombres que crean en algo, quieran algo con todas las fuerzas de su interior. Y, sobre todo, estar dispuesto a comprometerse con un curso, quizás largo y penoso, sin poder visualizar con claridad cual será el resultado. Lo que se requiere del guerrero es ir al campo de batalla decidido a triunfar. No solo ser el soldado de fin de semana y permanecer inmóvil esperando noticias.     

 

    

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