Ricardo Valenzuela
La política puede ser útil como un esfuerzo educacional o como una acción dilatoria, pero no como solución. Los problemas del país no pueden ser resueltos a base de fuerza política, sino por el esfuerzo privado de una sociedad libre. Todo lo diabólico que le atribuían al nuevo sistema de libertad, era provocado por las interferencias que no permitían el flujo de esa libertad natural.
El capitalismo de este siglo 19, le decían a la gente, era un sistema salvaje y desalmado de perro-come-perro. Luego procedían a identificar los “robber barons”—como controladores de todas las aéreas vitales de la economía para luego extraer tributo de la nación entera. Para esto era el capitalismo “laissez-faire” y se convertía en una avenida hacia el fraude, depredación, ruina y desesperación. Entonces, se solicitaba la intervención del gobierno y su criminal sistema regulatorio para que la economía sirviera a todos y no solamente a unos cuantos. Era cuando se activaban diferentes piezas legislativas que activaba ese gobierno salvador y era el inicio de la intervención del gobierno que gradualmente empezaba a ordenar el caos y ordeñar su justicia social de la economía. Eso era lo que se afirmaba día tras día, mes tras mes”
“Pero ¿Era correcta esa versión? ¿Era posible que la nación nunca hubiera disfrutado de un verdadero capitalismo laissez-faire?”
“La Constitución explícitamente fomentaba las tarifas—la mayor abrogación de una genuina economía de mercado. Desde el inicio la economía era acribillada con subsidios, franquicias, privilegios especiales, inmunización y favores políticos servidos a unos y otros intereses especiales. Entonces ¿es posible que esa multitud de diabólicas formas que se le atribuyen al capitalismo emergen ahora no por el mismo capitalismo, sino por este tipo de interferencias de las que está siendo objeto cada día con más intensidad? Esta pregunta hoy día se debate frente a los gritos de quienes lloran pidiendo más intervención del gobierno para proteger a la indefensa sociedad, o mejor, para hacer que el capitalismo realmente funcione. Sin embargo, del lado opuesto a estas posiciones no hay señales de que alguien asuma una defensa con las armas más efectivas; los verdaderos resultados, la lógica, la razón y la verdad. Seguimos sufriendo de sus clásicos ataques argumentando la libertad económica es la causa de todos nuestros problemas y el gobierno tiene la obligación de resolverlos”.
“Pero con las armas a la vista podemos demostrar que en sus dos afirmaciones están equivocados. Se puede demostrar y no dejar dudas pendientes para ubicar ante la vista de la nación el que, si algunos canallas se han aprovechado de esta situación, es porque el gobierno lo ha permitido e inclusive, lo ha promovido. Porque el verdadero villano en cuanto emerge la putrefacción de proyectos manejados con todo el dolo posible, es el gobierno que siempre aparece utilizando su muy visible mano negra. Entonces, tal vez entenderemos que, así como tomó siglos el expulsar al gobierno en su manejo de la religión, también algún día pueda ser expulsado de la economía como un todo. Ahora, no podemos afirmar con seguridad que todos los emprendedores que operan hoy día son ejemplos de santidad. El mercado libre no hace juicios morales ni éticos, es solo la forma libre en que los hombres trabajan para satisfacer su autointerés. El mercado no puede evitar que arriben a él hombres de corazón corrupto, pero en una verdadera economía libre, el mismo mercado se encarga de expulsarlos, no de rescatarlos, tampoco de consolidar su deshonestidad o ineptitud, tampoco de protegerlos, porque cuando el mercado es verdaderamente libre, se convierte en un juez tajante al momento de expulsarlos”.
“Debemos encontrar la forma para que la gente entienda que la verdadera incumbencia del gobierno no debe ser “compasión” sino libertad. Cuando un gobierno, en nombre de la compasión, utiliza la fuerza contra el individuo se ha convertido en agente del despotismo. Durante 6,000 años de historia la gente ha tratado de identificar la estructura propia del gobierno sin definir el papel más adecuado que debe de tener. La historia nos describe una larga lista de rebeliones en contra de gobernantes y reyes. Cuando esos movimientos triunfan, se les llama revoluciones en el sentido que la vuelta de la rueda es ahora revolución. Porque esas revoluciones han sido movimientos alrededor de un centro que permanece inmóvil y los del interior nunca abandonan ese círculo. Lo que permanece en el centro de ese círculo es una ciega creencia en la autoridad. Y nunca la gente y menos los revolucionarios han cuestionada esa creencia. Apaciblemente aceptan que cierta autoridad debe controlar al individuo”.
“El gobierno es una agencia de fuerza física legalizada. Esa fuerza puede ser usada para proteger los derechos individuales, o para violarlos. La forma en que un gobierno usa esa fuerza física legalizada es lo que distingue una sociedad libre de una tiranía. En una sociedad libre el gobierno usa fuerza solamente en respuesta contra quienes han violado los derechos individuales, mientras que, en una tiranía, el estado inicia el uso de esa fuerza contra quienes no han violado los derechos de nadie. Y aquí es donde iniciamos un camino sobre una línea muy delgada. El gobierno debe usar la fuerza cuando se han violado los derechos por algún acto de fuerza o fraude. El no actuar en algunos casos no constituye una violación de esos derechos. Si un pacifista rechaza el pelear, no viola ningún derecho. El rehusar ayuda a las artes, no es tampoco una violación de derechos. Los derechos pueden ser violados solo por actos positivos, no por rehusar actuar”.
“Así mismo, el concepto de libertad no significa libertad de exigir lo que deseo, o libertad del hambre, libertad de la pobreza, del aburrimiento, de las preocupaciones, libertad de gente que me cae mal porque si el gobierno se dedicara a garantizar esa clase de “libertades”, solo lo podría hacer iniciando la fuerza contra aquellos que rehusaran pagar por ello o infringiendo los derechos de otros, como mi liberación de los que me caen gordos. La incumbencia del gobierno debe ser por la libertad en la cual la gente pueda decidir por ellos mismos la mejor forma en la que desean servir los intereses de otros. No por mandato del gobierno. Si nos preocupamos, como debe ser, por el bienestar de los menos favorecidos, debemos considerar que es en las sociedades más libres en donde el individuo tiene más seguridad ante la agresión del estado, porque ricos y pobres han logrado mejores situaciones y se respetan unos a otros”.
“Pero cuando el gobierno inicia el abandono del claro mandato que tiene para el uso de la fuerza y la use como represalia ante quienes no han violado los derechos mediante algún acto positivo de fuerza o fraude, e “inicie” esa fuerza, y repito, inicie el uso de la fuerza, nos estaremos internando en un bosque oscuro y peligroso. Si el gobierno decide, como se lo han estado pidiendo, provocar la justicia social distribuyendo la riqueza. Porque el gobierno no puede dar a unos lo que primero tiene que quitar a otros, y así, con todas sus buenas intenciones se convierte en el iniciador de fuerza para identificarse como un ladrón con permiso legal para robar. Y cuando esta gran estafa se empiece a desarrollar, el gobierno nos crucificará con impuestos, tarifas, regulaciones y con toda clase de creativas formas para continuar sangrándonos hasta que la economía, como un todo, se estanque solo esperando el momento para expirar”.
“En una verdadera sociedad libre, la distribución de la riqueza emerge como resultado de las decisiones libres de individuos en el mercado. El único significado práctico de las quejas acerca de injusticia social es que existe un sistema en el cual los individuos son libres para elegir sus ocupaciones para triunfar o fracasar, y no existe un poder para garantizar y lograr que los resultados “correspondan a nuestros deseos”. En otras palabras, el único remedio para “injusticia social” es que el estado se de a la abolición de libertades individuales, elimine las posibilidades del hombre para elegir y organizar el orden social para que corresponda a sus concepciones de lo que moralmente es justo. La demanda constante al gobierno por justicia social, en realidad es la demanda por establecer una economía comandada, controlada y organizada bajo un estado totalitario. La iniciación de fuerza sin bases legales de parte del estado es el camino seguro hacia la tiranía”.
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