Ricardo Valenzuela
Vivir en el mundo de las ideas y para ellas, es una vocación por demás interesante puesto que tienden a complementarse con participación de otras mentes que constantemente las deben de estar retando, y eso las enriquece al surgir esos estadios de análisis, disección, complementación que es lo que provoca que ese producto final sea realmente resultado de aportaciones de calidad. Ese es el proceso que esta actividad debería de seguir en las sociedades libres consumiendo un producto elaborado así, en libertad. Desgraciadamente este ya no es el caso.
El primer problema que encontramos en este embriagador mundo de las ideas es que, ante la producción de este elemento fundamental para las sociedades, los mejores productos nunca llegan a los estantes de los diferentes consumidores, ni al de quienes deberían usarlas ejecutando las acciones para provocar que su intención se haga realidad. Eso desvirtúa el supremo propósito de esta actividad que Jefferson lo describiera cuando afirmara: “Si me dieran a escoger entre un país sin ejército y otro sin prensa libre, sin titubear escogería el de prensa libre”.