Ricardo Valenzuela
Ha sido decepcionante atestiguar mentes supuestamente paladines de la libertad que, al caer el oropel que los había cubierto, se esfuma el liberal puro para aparecer el recalcitrante estatista.
El miércoles de la semana pasada finalmente el fiscal Mueller, presionado por los talibanes demócratas, apareció ante el congreso con lo que esperaban descubrir elementos que, según ellos, permanecían ocultos y habría evidencia suficiente para desaforar a Trump. Pero el fiscal no se había aprendido el script que le entregaron y emanaba la verdad. Mueller solo había prestado su nombre y su reputación, pero la investigación la habían llevado a cabo 30 abogados demócratas liderados por Andrew Weissmann, uno de los invitados a celebrar la frustrada victoria de Hillary el día de la elección. Uno de los congresistas republicanos, ante el reclamo de los talibanes de no saber el contenido del reporte, les reviraba: “Pues aquí hemos interrogado a alguien que sabe menos que ustedes, el fiscal Mueller”.