Ricardo Valenzuela
En medio de
un terremoto mundial que incluye el purgatorio de Venezuela, las elecciones de
EU ya en puerta en donde dos veces han tratado de asesinar a uno de los
candidatos, sobresale ahora el enfrentamiento de Mexico y España ante tan grave
problema que cada día amenaza el inicio de otra guerra. La chispa que
encendiera esta hoguera se iniciaría por la actitud del ya expresidente Amlo,
cuando dirigía una carta al rey de España en la cual exigía pidiera perdón por
los agravios de España en la Colonia. La explosión se provocaba porque el rey
ni siquiera había respondido.
Para iniciar, la ridícula exigencia del Peje la ha enviado a una zona postal errónea. Quienes conquistaron lo que es ahora Mexico y lo administraran como una de sus colonias, no fue España que todavía no existía. Esos pecadores fueron los Reinos de Leon y de Castilla, y si queremos encontrar otro culposo, podemos también incluir al reino de Aragón propiedad exclusiva del Rey Fernando. En aquella época los reyes católicos, Isabel y Fernando, gobernaban en una interesante sociedad que sentaría las bases para el nacimiento de España.
El matrimonio de Isabel y Fernando (1469), y la victoria de quienes los apoyaban en la guerra castellana de sucesión, determinaron la unión de las coronas de Castilla y Aragón. La política de los Reyes Católicos, que casaron a sus hijos con herederos de todas las casas reales de Europa occidental, provocó una concentración de reinos en su nieto Carlos de Habsburgo que, con la enorme dimensión territorial de la descubierta America, convertía a la Monarquía Hispánica como la más poderosa del mundo. En el mismo 1492 se decretó la expulsión de los judíos y apareció la Gramática castellana de Antonio de Nebrija.
Pero, para aportar un ingrediente que, de alguna forma, pudiera neutralizar un poco ese enfermizo odio contra España que siempre ha tenido el Peje y, al parecer, también lo comparte con la nueva presidenta. Creo que una buena idea sería ubicar datos de los pros y contras sobre este tema, en una balanza enfrentando en un lado los pecados que provocan el odio del Peje, y en el otro lo bueno que los españoles le heredaran a nuestro país.
España durante su colonia nos heredara la civilización, la religión, el lenguaje, la educación, una organización económica que provocara creación de riqueza que permanecía en la colonia, misma que se esfumara con la revolucion. La operación de la banca, arquitectura con las majestuosas construcciones que a la ciudad de Mexico se le identificara como la ciudad de los palacios. Nos heredaran una educación de gran nivel con centros como la Universidad Real Pontificia de Yucatán (1624) la Real y Pontificia Universidad de Mexico (1551) la Real Universidad de Guadalajara (1792). Nos dio a sor Juana Inés de la Cruz, a Fray Eusebio Kino, el Quijote. Y Fray Bartolomé de las Casas defensor de los indios ante la Corte española.
Y que me perdonen los indigenistas, pero cuando llegaron los españoles, Cortés vio con horror cómo los nativos sacrificaban cientos de seres humanos, troceaban sus cadáveres y cocinaban las diferentes partes con verdura antes de comérselas, practicaban sacrificios humanos en gran escala, no habían descubierto la rueda, no tenían escritura. Me parece que el Peje, ante su gran odio, hubiera querido tener el poder para decidir opciones. La primera que, sin lugar a duda fuera la que escogiera, hubiera sido que nunca aparecieran los españoles y todavía andar en taparrabos. O tal vez que la conquista la hubiera llevado a cabo Inglaterra que le diera vida a EU y Canadá.
Lo primero que nos habría heredado Inglaterra sería la eliminación de todas las tribus indígenas, el calvinismo y una gran variedad de iglesias protestantes evitando el monopolio de una de ellas y, por supuesto, ninguna como la religión del estado. Cómo lo habían hecho al establecer sus colonias, se construirían a través de empresas privadas inspiradas en la famosa West Indian Corporation. A esas empresas se les concesionaba la tierra y, con su nueva idea, la formación de una región de pequeños propietarios, las compañías debían dar participación accionaria a sus trabajadores para formar emprendedores que en Europa no existían.
En lugar del mercantilismo de la Nueva España, nos habrían heredado el verdadero liberalismo que en las colonias se hiciera tan popular. El liberalismo político de John Locke de gobiernos morales acotados solo para proteger los derechos del hombre, el liberalismo económico de Adam Smith donde construir una fortuna en libertad no era pecado, más bien era la señal que se hacía bien el trabajo que dios encomendaba. Un sistema legal basado en la Common Law de Inglaterra que fuera la base de su igualitarismo, “todos los seres humanos son iguales, solo ante la ley.”
Hubiéramos entendido la función social y la necesidad de la propiedad privada de los medios de producción, así como la desigualdad concomitante en la distribución del ingreso y la riqueza, estaríamos al mismo tiempo proporcionando prueba de la justificación moral de la propiedad privada y del orden social de libertad basado en ella.
Nos hubieran enseñado el verdadero significado del interés y responsabilidad social. Que el valor moral no consiste en sacrificarse uno mismo. Lo que es verdaderamente valioso moralmente no es el sacrificio, sino el fin que sirve el sacrificio, pero siempre se nos ha insistido en atribuir valor moral todo sacrificio, a la renuncia, en sí misma y por sí sola. El sacrificio solo es moral cuando sirve un fin moral. El aceptar vivir en un valle de lágrimas no es moral. Todo lo que sirve para la preservación del orden social es moral. Todo lo que es en su detrimento es inmoral.
Entonces, el Peje tal vez podría analizar los resultados al inicio del siglo 20 y ver habíamos perdido la mitad del territorio, después de 50 años de guerras al lograr la independencia, habíamos destruido la riqueza que si se habia construido durante la Colonia gracias a España. Y, ya hartos de la mano dura de Porfirio Diaz, nos alistábamos para una revolucion que, una vez más, destruyera la riqueza del porfiriato y es donde el naciera y ahora opera.
Y con tranquilidad y, sobre todo, con responsabilidad evaluar los resultados que nos mostrarán son las mismas huellas que presentará nuestro futuro. Peje, debes ser agradecido no resentido.
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