A
principios de los años 80, hice un viaje a Venezuela acompañando a mi padre que
visitaba a un venezolano que fuera su compañero de estudios, allá en los 30s cuando
ambos asistían a la escuela de leyes en la Universidad Libre de Bruselas, don
Julio Báez. Quedé profundamente impresionado con un pais moderno, próspero, en
orden, muy superior a Mexico que atravesaba por una grave crisis. Puedo afirmar
que me enamoré de ese bello país y de la calidad humana de la gente que
conociera. Cuando volábamos de regreso mi padre serio me dice; “este pais
debería ser ejemplo para México.”
En estos momentos cuando la situación de Venezuela luce como el infierno de Dante, me ha invadido una profunda tristeza por su destrucción y me ha hecho reflexionar. Debemos de cavar profundo para descubrir que fue lo que consintió que sucediera eso que ya se califica de un calvario. Que clase de gentes fueron capaces de ejecutarla y, sobre todo, en qué clase de sistema político se confeccionó esta tragedia que ha durado tantos años. Cómo fue posible se fabricara ese segmento criminal de la población en el que siempre se ha apoyado y se fundamenta la tiranía. Cómo se pudo mantener al sector militar, no solo indiferente ante la masacre, sino un gran participante al provocarla.