El día de
ayer, el presidente Trump tomó lo que yo considero la decisión más importante
en su cabalgar por la política nacional e internacional. Firmó la orden
ejecutiva para derribar la residencia del rastro infernal donde se ha estado
destruyendo la verdadera fuerza vital del país, su juventud. Algo que la famosa
afirmación del gran Mark Twain la describe sabiamente: “Yo siempre recibí una
gran educación, hasta que entré a la escuela.” Con esa orden ejecutiva iniciaba
la destrucción del Departamento de Educación, tal vez uno de los principales causantes
del apocalipsis a la vista.
El haber llevado la educación al punto que, en lugar de la formación de seres humanos como los que describía John Adams, el segundo presidente de EU, individuos libres, independientes, y capaces de decidir su futuro. Seres éticos, morales, responsables, constructores, autosuficientes, orgullosos del pais en donde habían nacido. En estos momentos no podemos entender que puede haber sucedido, para ver en los EU el surgimiento de tantas figuras caricaturescas que, aun al haber dejado el vientre materno, dirigen sus esfuerzos hacia la construcción, mantenimiento, y búsqueda de úteros artificiales, diversos tipos de dispositivos o carcasas protectoras sustitutivas.