Ricardo Valenzuela
Si hemos podido descubrir que la raíz del infernal mundo en que vivimos son los deformados seres humanos. El siguiente paso debe ser identificar las raíces de tal deformación resultando en esas conductas destructivas. Y nos damos cuenta de que hemos sido víctimas de una letal programación para arruinar la materia prima. Algo tan dramático que se inicia desde que nacemos. Al nacer el niño es una computadora sin programas y, en los primeros cinco años de vida, se le instala el que lo hará gran aportación a la humanidad, o un destructor de esta. En esos años necesita de mucho contacto físico. En los siguientes años requiere de muchas afirmaciones positivas.
Pero, sin no recibe ese contacto físico y, en lugar de afirmaciones positivas, recibe lo contrario con palabras como malcriado, desobediente, cochino y, sobre todo, con el arma mas destructiva que es el “no”, cuando se estima que en esos primeros cinco años se le ha dicho no unas 40,000 veces. Con su cerebro ya bastante formado hace una reflexión. A mi nadie me abraza ni me besa y todo el día me están regañando y reclamando, es cuando arriba a esa destructiva conclusión, debo haber hecho algo muy malo. En esos momentos le nace el complejo de culpa. De la culpa se derivan todos los complejos e inseguridades.