Ricardo Valenzuela
Durante
muchos años hemos transitado una ruta que, siendo realmente interesante, también
ha sido la causa de infinidad de obstáculos que, al tratar de solucionarlos,
han provocado situaciones que han sido tradicionales en un mundo que cada día presenta
esquemas cada vez más difíciles de entender y, por supuesto, cada vez más difícil
de resolver de la forma más adecuada como sugería el utilitarismo, el mayor
bienestar para la mayoría de la gente.
El regalo más hermoso que la humanidad ha recibido es un cerebro capaz de producir pensamientos que se convierten en acciones y finalmente en resultados que moldean las diferentes sociedades como consecuencia, y sus calificaciones correspondientes. Sin embargo, desde el inicio del renacimiento, el mundo ha sido receptor de una avalancha de ideas que provocarían el abandono de estructuras mentales basadas en la fe ciega como la fuente. Y surgiría la emergencia de la lógica, la razón, las matemáticas como los nuevos cimientos que llegarían para sustituir el esquema anterior
Y, ante esta desconocida avalancha, como siempre sucede con las novedades, generaba una compulsión por penetrar a ese novedoso paraíso de libertad para adquirir un nuevo conocimiento, la magnitud de ese nuevo torrente de ideas iniciarían una revolucion. Pero, como afirmaría Espinoza, muchas no serían resultados adecuados, sino inadecuados en una mezcla de esencias para producir un potaje de sabores que no sería del gusto de todos los paladares. Así, cortesía del empacho del recipiente con ingredientes desconocidos, se iniciarían una serie de reacciones apasionadas y conflictos en aspectos religiosos, políticos, provocando una explosión.