EL INVISIBLE SINDICATO MUNDIAL DEL VATICANO II

Ricardo Valenzuela EL ACTOR JOHN GAVIN, TIENE ORIGEN VALENZUELA DE SONORA.

 Pedro Páramo (1967) | MUBI

Poco después de la segunda guerra mundial alguien afirmaba. Los japoneses nos habían probado, sin lugar a duda, que para asumir el espíritu del capitalismo y crear riqueza, para los seres humanos no era obligación ser protestantes para hacer lo mismo. Algo bueno ya que a muchos de nosotros que somos judíos, católicos o seculares, nos irrita la ignorancia y tener que describir lo que nos mueve como esa ética protestante, la que parecía habernos condenado. 

 

Al haber conocido el verdadero Jesus de Nazaret, de inmediato encontraba una liga automática y natural con él, nada similar a la que la iglesia siempre ha ordenado se acepte como uno más de sus autos de fe. Además, el Jesus que yo estaba de conociendo, no estaba tan lejano como el que la iglesia siempre me había presentado siendo hijo de Dios, producto de la inmaculada concepción de una virgen, un ser omnipotente y omnipresente, portador de unos poderes celestiales infinitos, un dios tan poderoso para juzgar, premiar o castigar. 

 

Este descubrimiento me abría la posibilidad de solucionar otro problema que también me enfrentaba con la iglesia. Siendo yo economista y financiero libertario, rechazaba las posiciones de la iglesia ante la economía, los negocios, mercados libres, formación de capital. Habiendo sido la iglesia, durante 17 siglos, ese enemigo declarado de lo que yo creía, siempre me había enfrentado a sus ideas con las que se ganaba el título de gran enemigo de la economía de la libertad. Y para dar más luz a mi gran descubrimiento, leía una nota del gran Michael Novak titulada; Católicos contra el Capitalismo. 

 

En esa ruta encontraba esta afirmación de Adam Smith, el padre del verdadero capitalismo, que nos deba dar la pauta para entender ese odio a ese movimiento que todavía no fuera bautizado por Marx, el capitalismo, que ya fuera abrazado por los protestantes.  

 

Entonces, el sentir mucho por los demás y poco por nosotros mismos, restringir nuestros afectos egoístas para complacer nuestros afectos de benevolencia, es lo que constituye esa perfección de la naturaleza humana; y solamente eso puede producir entre la humanidad esa armonía de sentimientos y pasiones en la que consiste toda su gracia y propiedad. 

 

Cuando la felicidad o la miseria de otros depende, en cualquier aspecto, de nuestra propia conducta, no nos atrevemos, como podría sugerirnos el egoísmo, el preferir el interés de solo uno al de muchos. Esa voz interior acusatoria nos advierte de inmediato que nos valoramos demasiado a nosotros mismos y demasiado poco a los demás, y que, al hacerlo, nos convertimos en ese gran pecador y un blanco claro del desprecio y la indignación de nuestros hermanos. 

 

Y cuando, ante mi desconsuelo, creo que Jesus me llevaba a conocer una afirmación del papa Juan Pablo II que despertara mi esperanza: 

 

 “Además de la tierra, que es el recurso principal del hombre. La inteligencia le permitirá descubrir el gran potencial productivo de esa tierra y caminos diferentes para aprovecharlos satisfaciendo sus necesidades. Pero, deberá ser la ética de su trabajo disciplinado en colaboración con otros, lo que debe hacer posible la creación de más comunidades libres trabajando en las se puede confiar para transformar la naturaleza y el ambiente del hombre.  

 

Pero, siempre involucrando virtudes indispensables al proceso como su moral, diligencia, intenso trabajo, prudencia al tomar riesgos razonables, confianza y fidelidad en las relaciones con los participantes, así como valor para ejecutar decisiones que pueden ser difíciles y dolorosas, pero siempre blandiendo su moral que es elemento indispensable para la operación de los negocios y, sobre todo, al enfrentar posibles fracasos.” 

 

Pero, el haber encontrado estas definiciones unos meses después que, un amigo de toda la vida me robara cerca de medio millón de dólares, desinflaba mi esperanza y, en medio de mi rabia, pensaba en la afirmación de Mises: “el mercado libre se ha formado para los hombres morales, pero, no puede evitar que acudan a él los hombres de corazón corrupto. Pero, en un mercado verdaderamente libre, de inmediato los expulsa y jamás podrán participar. Fue cuando ya pude identificar la verdadera tragedia de Mexico, la inmoralidad y, desgraciadamente, es también la de EU. 

 

Y pensaba luego en la afirmación del presidente John Adams, arquitecto de la constitución de EU. “Nuestra constitución fue diseñada para un pueblo moral. Y es totalmente inadecuada para hombres inmorales. Sin duda, los padres fundadores eran hombres morales. Pero, les llegaría la advertencia de Tocqueville: “EUA es un país rico y próspero, porque sus habitantes son libres y morales, pero, si algún día pierde sus dos sostenes, de inmediato también perderán su riqueza y su libertad.  

 

Pero, en este camino que he descubierto encontrando al verdadero Jesus, me ha dado la suficiente claridad para ver la gran tragedia del mundo. Queriendo encontrar argumentos religiosos y morales para la defensa del capitalismo democrático y de mercados libres, como la única alternativa del urgente rescate continental, me siento como el personaje de la cinta Pedro Páramo. El hombre que llegara a su pueblo, Comala, ansioso por ver todo lo que había extrañado, pero, encontraba su pueblo desierto, toda su gente había fallecido. Solo encontraba fantasmas y una bruja que le informaba lo sucedido. 

 

Los descendientes de aquellos que inventaron el falso cristianismo se encargaron de la destrucción de todo lo que respiraba libertad. Y, como el viajero en Comala, solo quedan los vestigios de un pueblo que fuera hermoso, pacífico, de gente libre y feliz. Aquel remanso de belleza y felicidad con sus verdes campos sembrados con las aguas cristalinas de sus arroyos. De gente reuniéndose los domingos en la plaza para celebrar su vida. Pero, el hijo pródigo preguntándole a la bruja por sus gentes, ella siempre reponía lo mismo, han muerto. 

 

Pero, creo que podemos rescatarlo.   

No hay comentarios:

Publicar un comentario