La decena trágica,
estilo telenovela mexicana, que ha sufrido el mundo en su espacio de comercio
global, ayer explotaba con un claro mensaje. Los mercados financieros mundiales
han dejado a los analistas profesionales como Mike Tyson dejaba a sus
contrincantes en los al inicio de sus peleas. Como lo habíamos pronosticado,
ante burlas que nos dedicaron, gritábamos Trump no está manejando un acuerdo
comercial, avanzaba con plan más profundo, ambicioso y creativo. Y, al haber
metido la segunda en su potente motor, la maquina ha respondido.
La reacción del mercado fue el destape de ese plan que va mucho más allá que las miopes quejas de los talibertarios cuando, siempre con esos libritos en sus manos pasan luego a opinar, no se dieron cuenta de la magnitud ni del alcance de lo que Trump había iniciado. No valieron datos, estadísticas, proyecciones, en pocas palabras, la realidad ignorada por su (cerrazón) que les ha privado de la utilización de algo tan importante como los conceptos de la lógica, la razón, la justicia y, sobre todo, la verdad. Porque mientras Trump mostraba su mente estratégica, ellos se encerraban en su palacio de la necedad y de la soberbia. Ellos preferían que Trump fracasara.