Ricardo Valenzuela

Siendo estudiante en el Tecnológico de Monterrey un día acudía al cine para aprender una lección. Al llegar el título de la película me parecía raro, “Perro Mundo,” pero entraba a la sala. Desde el inicio de la cinta hasta su final, me mantendría asqueado al estar atestiguando lo que era una larga historia de las peores tragedias que los seres humanos hemos provocado a través de la historia. Fue algo que durante mucho tiempo me provocaría a una reflexión rehusando a creer tanta maldad fuera posible. Pues era un chamaco de 18 años.
Pero, después de muchos años, me di cuenta de que esa maldad existe y lo atestiguaba en la realidad, y lo que aquella cinta nos presentaba, me parecía como un cuento infantil de los producidos por Disney. Y, lo más grave, una maldad viviente y creciente, que ya es algo tradicional. Fue cuando decida conocerla a fondo.
En estos momentos he podido identificar las causas de esas aberrantes conductas de la gente. Para ello acudí a la filosofía política y, sobre todo, a esa filosofía como una rama que toca la moralidad, es decir, filosofía moral. Así encontraría una enorme variedad y para no perderme, acudí a la sabiduria de Isaiah Berlin quien, años atrás, se habia haría estas preguntas ¿Por qué algunos individuos deben obedecer a otros, o grupos u organizaciones? ¿Bajo que circunstancias la gente obedece ¿Cuándo dejan de obedecer? ¿Por qué alguien obedece a alguien más?












