Hace
algunos años fui testigo de algo que me dejaría rascándome la cabeza por varios
dias. Cuando, en el congreso mexicano se discutía otro de sus irresponsables
presupuestos que daba miedo, el más agresivo de los legisladores pidiendo se
aprobara, Ricardo Monreal, ante la afirmación de otro que alarmado afirmaba era
muy peligroso llevar el déficit fiscal a ese nivel. Monreal, con los ojos
inyectados de sangre respondía: “Prefiero cargar al país con toda la deuda del
mundo que fallarle a los pobres.”
Uno de los secretos de Trump, es que él no es un hombre que se pudiera asemejar al demagogo Monreal ni a ningún otro político del mundo. En primer lugar, porque él no es político ni piensa como político. Es un exitoso empresario de las filas que llamamos “emprendedores.” Un hombre que ha vivido la experiencia de invertir en una idea con los consiguientes riesgos que representa. Que entiende bien lo que es producir valor que luego debe ser calificado por los mercados. Que cada semana tiene que enfrentar el pago de sus miles de empleados sabiendo bien de donde viene ese dinero.