Ricardo Valenzuela

Desde que Trump apareciera en la escalera del lobby de su edificio en Manhattan anunciando su intención de llegar a la presidencia de EU, yo, de inmediato, desidia darle mi apoyo y mi voto. Así se iniciaba mi verdadero vía crucis que debía transitar por ese gran pecado que me costara hasta perder amistades ante una cerrazón de mentes inexplicable, pero nunca dudando de lo que había decidido. Sorpresivamente, hace unos días, uno de mis verdugos cambiando su tono me preguntaba ¿Por qué afirmas que Trump es diferente? Días después le respondía por escrito.
.) En primer lugar, porque lo he conocido por casi 40 años cuando, ante una invitación a una cena privada, al principio la rechazaba argumentando, me caía muy mal y, con ceguera, lo afirmaba, cuando nunca lo había visto. Al aceptar ante la terca insistencia del anfitrión, recibía una de las grandes lecciones de mi vida. El que nunca deberíamos hacer juicios sin bases sólidas. Pues así conocí a un hombre muy diferente al que dibujaba la ignorancia de la gente.
