Ricardo Valenzuela
Al inicio
de este tercer milenio, como lo afirmara Davidson en su genial libro, el
Individuo Soberano, el mundo se encontraba ante una encrucijada y debía decidir
que camino tomar. El de la servidumbre al que ya tanto se había abonado, o el
de la libertad que se estaba ya perdiendo en medio de una confusión global
donde ya parecía nada era bueno o malo, sino todo era relativo. Las fronteras ideológicas
se estaban borrando al igual que valores tradicionales, su la moral, y emergía hasta
la confusión sexual que ahora se podría cambiar como cambiar de ropa.
Fue cuando hiciera su aparición es loco que pretendía modificar la configuración del cuadro que se establecía, Donald Trump. Lo retirarían del juego, pero, terco como siempre, regresaba blandiendo ya sin vacilar sus estrategias. Pero, como era natural en sociedades programadas y con enormes intereses creados y, sobre todo, una nueva fuerza global con un poder nunca atestiguado, sus ataques contra quien consideran intruso han sido desesperados. Y en ese largo menú de sus objetivos, se incluye su gran especialidad que siempre ha sido crear una total confusión social.