El populismo no es un campo de ideas, sino un estado de ánimo. No es guía para la aplicación de políticas públicas, sino conjunto de proclamas que brindan esperanza frente a la tozuda y compleja realidad.
El populismo se basa en la propaganda, no en la información, en mimetizarse con las creencias de un monolito al que llama “pueblo” al que promete todo si hay austeridad y se vence a un enemigo real e imaginario. La impotencia del populismo como programa implica siempre culpar a otro de los males. Porque la “bondad” del populismo siempre choca con la “maldad” de los conservadores.
El populismo se asentó en México como una victoria cultural. Millones de ciudadanos creen en este, y ellos configuran la apabullante victoria que Claudia Sheinbaum obtuvo en las urnas. Ella ganó con esa dimensión, los porcentajes del PREP no tendrán mayores cambios. La realidad es dura, pero es la realidad.