Ricardo Valenzuela
Arribaba el siglo 20 ante grandes
expectativas de un mundo mejor, de economías crecientes, como ya lo demostraba la
revolución industrial, un siglo en el cual la gente tuviera más participación
política, paz y prosperidad. Nadie se imaginaba que le esperaba todo lo
contrario.
En el año 1900, con una economía creciendo y la victoria en la guerra contra España como trofeos del presidente McKinley, fácilmente era reelegido. El cambio más importante que presentaba en su campaña presidencial, era su nuevo compañero en la boleta como aspirante a la vicepresidencia, Theodore Roosevelt. Un hombre que, mostrando su agresividad de pandillero, se había distinguido en la guerra contra España. Pero luego el destino le jugaría una tenebrosa partida a los EU. En Septiembre 6 de 1901, cuando el presidente McKinley se presentaba en una exposición en Cleveland, era fatalmente herido y días después fallecía. A los 42 años de edad, Roosevelt se convertía en el presidente más joven en la historia de los EU. Se iniciaba la era del fatal progresismo en EU.
Apoyado por el nuevo presidente, el
movimiento “progresista” invadiría todos los niveles de la administración
pública. El objetivo de esta invasión era la reforma de los gobiernos para
incrementar su papel, y transformar las estructuras del país. De inmediato los
cambios se hacían muy notables: se instituían las elecciones primarias,
adopción de iniciativas, referéndums y revocaciones. De esa forma nacía el
proceso de regulación que fatalmente encadenara al país. Se establecían códigos
de construcción, ordenanzas decidiendo los usos de suelos y edificios. Todo
ello se hacía, según los burócratas, para mejorar las condiciones de vivienda para los pobres,
pero el impacto sería todo lo contrario, pues provocaban que las viviendas
fueran más escasas, caras y de nula calidad.
Pasaban luego al proceso de ajustar mas las
cadenas de la educación, incrementando el financiamiento gubernamental y
control de las escuelas. Pasaban a establecer leyes de asistencia compulsiva,
el número de días que las escuelas podían operar, el número de años que, por
obligación, los niños debían de acudir a determinadas escuelas, y la imposición
de los programas de estudio. Roosevelt mostraba la ruta para infiltrar todo el
gobierno, para luego dirigirlo hacia sus reformas colectivas. Reafirmaba un
poder tiránico para el gobierno, en total contradicción de la herencia que los
padres fundadores habían establecido. En asuntos domésticos originalmente el
papel del presidente era negativo—el veto. Pero el joven presidente de
inmediato encontraba una ruta para librar esa dificultad. La iniciativa para
nueva legislación había sido responsabilidad del congreso, pero Roosevelt
establecía puentes inconstitucionales para que las iniciativas fueran
directamente a él.
Portando una agresividad incontrolable,
tendía una red de control sobre todo el país, pero en un esquema en el cual los
hilos del manejo fueran suyos. Iniciaba exigiendo desde seguros de
responsabilidades para los empleados del gobierno, códigos de seguridad para
los ferrocarriles, regulación de las horas laborables, daba poder a la Comisión
de Comercio Interestatal para fijar los precios que deberían regir, formaba la
Buró de Corporaciones que controlaría las nuevas licencias para establecer
cualquier negocio, es decir, nadie podría iniciar negocio alguno sin que el
gobierno lo autorizara. Enviaba al congreso y se aprobaban, las leyes de Pure
Food and Drug Act y la Meat Inspection Act, pero la más preocupante sería la
inmunidad del Witnesses Act, que prácticamente le daba poderes al gobierno de
intervenir en todas las actividades de los negocios privados, y eso era
solamente el principio de un muy ambicioso plan.
Las circunstancias que llevaran a Roosevelt
a la presidencia, eran extrañas. Cuando falleciera Garret Hobart, siendo
vicepresidente, los enemigos de Roosevelt en Nueva York, liderados por Thomas Platt,
jefe regional republicano, vieron la oportunidad de sacarlo del estado
incrustándolo en la vicepresidencia y se perdiera en esa oscuridad política. El
brazo derecho de McKinley, Marcus Hanna, se oponía terminantemente argumentando
“Roosevelt estaba loco”. Jamás se imaginaron que eso le daría la presidencia de
EU. Frente al asesinato de McKenly al inicio de su segunda administración,
Roosevelt se convertía en el jefe ejecutivo de la nación, y se iniciaba la toma
total del país de parte de los progresistas-socialistas.
Roosevelt era un hombre que llegaba esa responsabilidad
totalmente decidido a que, si para lograr sus propósitos era necesario ignorar
la constitución, sin titubear la violaría. Para ello establecía una visión “elástica”
de sus poderes, y su entendimiento muy particular era que el presidente podía
hacer todo lo que no prohibiera la constitución. Muy seguido afirmaba; “Yo creo
en un ejecutivo fuerte. Creo en el poder, pero también creo en la responsabilidad
que ese poder trae consigo, y por más poderoso que sea el ejecutivo, no debe de
permanecer ahí más que por un tiempo limitado”. Pero lo que afirmaba no rimaba
con lo que hacía, pues aun terminada su presidencia se seguía ofreciendo para
continuar en esa posición de poder. Pero Roosevelt creía no solo en un
ejecutivo fuerte y poderoso, sino también en un ejecutivo vigoroso. El era un
hombre de muchos intereses y los perseguía con gran vigor. Un hombre que
prefería la acción a la contemplación, siempre quería estar donde había acción,
y tendía a provocar que las cosas, buenas y malas, sucedieran.
Un hombre cuyo moto parecía ser; “preparen,
fuego, apunten”. Quienes lo conocían más profundamente lo definían como un
hombre de mucha acción, poca reflexión y
cero visión. Con ese armamento llegaba a la presidencia y de inmediato lo ponía
a trabajar. En 1895 la Suprema Corte de Justicia había provocado dudas, en
cuanto a lo constitucional del gobierno para desarticular los grandes negocios,
aplicando la ley conocida como Sherman Antitrust Act. Cuando Roosevelt se
convertía en presidente, se llevaban a cabo dos importantes fusiones: una
estableciendo la US Steel, y la otra estableciendo una gran empresa de ferroviaria,
combinando el Noroeste con la Northern Securities Company. Pero el presidente de
inmediato establecía una demanda antimonopolio contra la Northern Securities, la
la compañía controladora. A pesar de los esfuerzos de los líderes empresariales
para que Roosevelt retirara la demanda, el continuaba y jamás los escucharía.
Al año siguiente una Corte Federal ordenaba la disolución de la compañía.
En sus relaciones internacionales operaba de igual forma. Cuando el senado de Colombia le negara el permiso para construir el canal de Panamá, encontró una sencilla solución, armaba una revolución para independizar el norte de Colombia, y así nacían Panamá y su canal. Emergía el Bully Boy y ahora, estilo Echeverría en Mexico de los 70s, se iba en contra de Bancos, Cias petroleras y cualquier empresa que le considerara competencia para su gobierno. Los EU iniciaba su ruta firme hacia el estatismo y la guerra.
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