Ricardo Valenzuela
Uno de los
hombres más sabios que yo tanto admirara, mi abuelo materno, siempre afirmaba que,
en las alegatas, mientras más pendejadas se digieran, para algunos, no muchos, podría
ser una gran fuente de aprendizaje. Yo le preguntara ¿Cómo? Y me respondía,
porque con un poquito de sentido común, distinguirlas así cada pendejada
siempre se puede convertir en la mejor receta de cómo no hacer algo. Y, vaya
que Trump pareciera tener el objetivo de liberar las mentes de tanto pendejo,
tal vez en una competencia mundial.
Aunque siempre acostumbrado a recibir todo tipo de agresiones por mis ideas tradicionalmente retadoras, en estos momentos ha estado emergiendo una especial que me ha hecho recordar la lectura de un excelente libro de Buchanan titulado ¿Qué deberían hacer los economistas? Que inicia con una cita de Lord Acton: “No es el movimiento popular, sino el viaje de las mentes de los hombres que se ubican en el asiento de Adam Smith lo que es realmente serio y digno de toda atención. No el de aquellos que tratan de pontificar ignorancia".
Las agresiones especiales ahora me llegan de los “libertarios,” al parecer contagiados con la rabia de los coyotes con el mal ya muy adelantado. Ante tal locura, trataré de responder con una interesante anécdota popular en los salones del IPADE, el prestigiado instituto para la formación de líderes y, sobre todo, para la edificación de mentes a través de sus programas inusuales. Programas no para abarrotar sus almacenes memorizando estadísticas, escritos, artículos, citas de libros, para luego repetirlos como pericos.El objetivo es
desarrollar mentes de gran amplitud, mentes que no se encajonen con reglas
inflexibles muy populares entre aquellos que abrazan todo con soberbia. Sino
mentes prácticas, abiertas, elásticas, creativas, curiosas y hasta artísticas.
Esas que definía el gran Mark Twain afirmando: “Yo tuve una gran educación hasta
que llegué a la escuela.” Porque esas que se montan su burro y no hay nada ni
nadie que las baje, son mentes soberbias, son mentes cuadradas y en su geometría
no cabe nadie más.
Carlos Llano
platicaba una curiosa historia de tres grandes amigos quienes, al graduarse de
la preparatoria ya para iniciar otra etapa de sus vidas, hacen el compromiso de
reunirse de nuevo al cumplirse el aniversario 20 de su graduación. Era claro
que los caminos que tomarían hacía casi imposible se volvieran a encontrar
antes de ese aniversario. Pasaron los años y llegaba la fecha del encuentro.
Dos de ellos habían llegado desde el extranjero habiendo residido en diferentes
paises, y estaban ya en el lugar. Su apariencia develaba dos tipos
tradicionales con indumentarias simples. El tercero había permanecido en el
país y era el último en llegar.
De repente ven una
larga y elegante limosina de la cual, después que un chofer uniformado abriera una
puerta, sale el tercero de ellos portando un elegante traje de marca, en su
muñeca un Rolex de oro, zapatos italianos también de marca. Así los tres se
funden en fuerte abrazo y se sientan para iniciar su ceremonia. Después de
agotar sus manifestaciones de afecto, dedicarse algunos chistes, uno afirma. “Bueno,
el motivo que elegimos hace años era informar el resultado de nuestras vidas y
yo inicio.”
Al terminar la
prepa conseguí una gran beca para asistir al MIT en donde estudié ingeniería, después
logré una maestría y el doctorado en física cuántica y en mecánica nuclear.
Inicié trabajando en un gran laboratorio en Alemania en donde pude construir
una nueva teoría de física gravitacional que me valió el premio Nobel. El
tercero pregunta ¿lograste asegurarte construyendo fortuna? Responde, realmente
no, pero he vivido bien.
Continuaba el
segundo. Yo también logré una beca para estudiar economía en Stanford, después maestría
y doctorado en el London School of Economics, en donde pude crear una nueva teoría
de una coordinación cibernética de las fuerzas que conforman estos nuevos
mercados y el poder de sus estimulantes tecnológicos. He estado en la lista de
premios Nobel varias veces. Y surge la misma pregunta del tercero ¿has logrado
hacer fortuna? Responde, no, pero he tenido infinidad de satisfacciones
profesionales.
Llega el turno
del tercero luciendo rebosante de prosperidad. Yo no pude continuar mis
estudios pues mi familia sufría de grandes privaciones y no tuve alternativa
mas que trabajar. Decidí dedicarme al comercio y, me imagino están enterados,
me convertí en uno de los hombres mas ricos del país. Y, mi secreto ha sido muy
sencillo, me dediqué a comprar a 10 y a vender a 20, y con ese 10% fue como
logré acumular mi fortuna. El auditorio explota con una gran carcajada ante la
ignorancia matemática del hombre.
Carlos Llano
gritando dice. El hombre no sabía que su margen no era del 10% sino 100%, pero,
lo que sí sabía era comprar a 10 y vender a 20 y eso es algo que no se aprende
en universidades. El no se había convertido en uno de esos farsantes que todas sus
afirmaciones las llevan a cabo teniendo en sus manos un libro de donde han
sacado la frase, porque ellos no tienen ideas propias. Tampoco en un tecnócrata
que, cuando alguna de sus ecuaciones no los lleva al cielo, explotan. El sufrió
la transformación para, a base de sentido común, detectar carencias en los
mercados y leer los posibles precios a los que podría vender sin abusar que eso
nunca reditúa.
Descubrió la
mejor forma de satisfacer esa carencia, que él había sufrido, ofreciendo lo que
la competencia no ofrecía. Aprendió a nunca combatir la competencia, sino amar
ese juego para así encontrar la genialidad. Aprendió, no solo viendo lo que se hacía
bien, sino también lo que se hacia mal o no se hacía. El no esperó alguien le
diera el mapa. Aprendió que esa genialidad requiere, antes de caer, llegar al
combate en gran forma física y con el verdadero mapa que marca la ruta
consecuencia de su comportamiento. Y siempre mantener la humildad que abre las
mentes. Porque solo cavando y cavando hasta lo profundo se encuentra el oro y
los diamantes.
Entonces, le doy gracias a Trump porque, en el batarete de opiniones que ha provocado, ha sido un gran alimento para mi mente.
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