Ricardo Valenzuela
Yo no pretendo controlar los activos de la gente; quiero controlar sus mentes.
Adolf
Hitler
Al inicio de los 80 los EU emergían de las cavernas
keynesianas iniciando un periodo de agresivo crecimiento económico. Reagan
había logrado el consenso para ejecutar cambios históricos y detener la debacle
del país.
En esa década, los países latinoamericanos se colgaban del
tren para iniciar una serie reformas que lucían no solo prometedoras, sino
históricas. Chile era ya el ejemplo consolidado. Escuchábamos del Milagro
Mexicano, Brasil retaría a los EU como el poder económico del hemisferio. Pero de
nuevo seríamos visitados por las catástrofes institucionalizadas:
Hiperinflación, devaluaciones, fuga de capitales. Al inicio de la segunda
década del siglo XXI, nos encontramos en la fase depresiva de algo que siempre
tiende a repetirse.
La lista de motivos del fracaso de México es interminable. Al inicio del siglo XIX se culpaba a la herencia española y su catolicismo. A mediados del siglo, las armas se apuntaban hacia el peso de una población nativa opuesta al progreso y nacía el positivismo. A principios del siglo XX era la injusta distribución de la riqueza y los campesinos sin tierra. Finalmente se diagnosticaba el problema era la debilidad de nuestros gobiernos, condición que era corregible convirtiéndolos en los motores del desarrollo transformando a los políticos en sabios rectores para tomar control total de la economía.
Al inicio de los años 80, la realidad nos explotaba en la cara provocando que Silva Herzog acudiera a Washington para confesar nuestra banca rota y mendigar. Nacía entonces el malentendido liberalismo con la etiqueta de Neo, para llevarnos al mismo precipicio. El desarrollo de países como Hong Kong, Corea, Taiwán, Singapur, Chile, era la prueba más clara de la falta de habilidad de los nuestros para entender la ruta hacia la prosperidad. Ello nos regresaba a la vieja pregunta: ¿Quién es el culpable?
Son tantos los desbocados jinetes del Apocalipsis que han pisoteando nuestro país, que las masivas cargas de Gengis Kann lucirían como inocentes paseos en los caballitos de los circos.
Hoy expongo solo algunos de tan malévolos jinetes que han
herido de muerte nuestra sociedad. Vargas Llosa lo ha gritado a los cuatro
vientos; mientras no se modifique la cultura que ha devaluado el saber de los
mexicanos, nunca abandonaremos nuestro doloroso subdesarrollo. Entre los
modernos jinetes que más han contribuido para cincelar esa devaluación mental,
tenemos los Partidos, los Sistemas Educativos, las Artes y, muy especial, la
Media con sus televisoras y telenovelas.
Pero en esta ocasión me quiero ocupar de éste último jinete;
la Media. Afirmaba Jefferson que “era mejor tener una prensa sin gobierno, que
un gobierno sin prensa”. Con ello elaboraba la importancia de la prensa libre
para mantener ciudadanos informados y gobiernos acotados. En 1792 no había TV
ni cine.
Pulitzer definía un buen periódico: “Debe luchar por la
reforma y el progreso; nunca tolerar injusticia o corrupción; enfrentar a los
demagogos de todos los partidos y no pertenecer a ninguno; oponerse siempre a
las clases privilegiadas por el establecimiento y a los estafadores públicos;
permanecer devoto al bien de la sociedad libre; nunca estar satisfecho sólo
reportando noticias; ser drásticamente independiente; nunca temer el atacar la
maldad ya sea de los depredadores de la plutocracia, o depredadores de la
pobreza”. Sin embargo, hace unos meses un libro del periodista Bernard Goldberg
sacudía a la sociedad americana denunciando un complot de la media con su muy
particular agenda.
Cuando las ideas liberales iniciaron su expansión durante el
siglo XVII, los poderes tradicionales—la monarquía, la nobleza, el
clero—confiados en sus instrumentos de represión, no calibraron la amenaza.
Nunca consideraron necesario combatir ideas con armas intelectuales y creyeron
poder reprimirlas. Benjamín Franklin, con su primer periódico colonial,
alimentaba a los ciudadanos con esas ideas liberadoras. La derrota de viejo
régimen mostraría la verdad en toda su pureza: los ciudadanos armados con ideas
de libertad, derrotaban al imperio más poderoso del mundo para formar un nuevo
país, los EU.
En 1995 se reunía el súper secreto grupo Bildenberg en
Alemania. David Rockefeller arengaba a las cabezas de los principales diarios
del mundo: “Hubiera sido imposible para nosotros el elaborar un plan global sin
la participación de ustedes.” Ese control sobre la media de la elite mundial
tiene antecedentes añejos. En Febrero de 1917 nacía lo que se conocería como:
“La combinación periodística.” El cartel de J. P. Morgan y sus aliados
activaban un plan para dominar la media del mundo. Lograrían el control de los
25 diarios más influyentes del planeta y de esa forma, compraban su política
editorial. A cada uno de ellos le fue
proporcionado un editor para supervisar la información.
El ponzoñoso enemigo que identifica esa elite mundial es el
individuo de mente libre, el hombre que no necesita al gobierno para labrar su
destino. El hombre listo para rebelarse ante la opresión del estado, no porque
el estado deje de tirarle con migajas. Puedo afirmar que la elección y reelección
de Obama, en gran parte se debe a la media que no se detuvieron ante nada
mostrando su parcialidad y falta de ética. Creo que también puedo afirmar que
la elección de Peña fue cortesía de Televisa.
Para que una economía sea eficiente y el proceso político sea
funcional, sus actores deben de portar el conocimiento adecuado para tener la
libertad de elegir y ejerzan su participación ciudadana armados con hechos
reales, no panoramas pincelados por intereses, envidias o resentimientos. La media
debe ser una de esas fuentes y si no cumple su responsabilidad, aporta al cocinado
del potaje que Monroy describe como; “El mexicano Enano” habitando un país
mediocre. La media en México, en especial la televisión, al igual que el
sistema judicial se ha convertido en instrumento de lo que debe de combatir y
en palabras de Allen: “Opresores y esclavos cooperan en ignorancia, y aun
cuando en apariencia se agreden unos a otros, en realidad se agraden a sí
mismos.”
La media parece no entender que así como hace 500 años la revolución de la pólvora destruyó el monopolio de la iglesia, ahora la revolución de la informática destruye el monopolio del Estado y los de ellos, para regresar el poder a la sociedad civil. Desgraciadamente algunos de los medios, distorsionando su función, luchan todavía para detener la liberación total de México en una batalla que está por definirse. El enemigo a destruir es ese hombre soberano, libre e independiente. El hombre que como Diógenes de Sínope le espetó a Alejandro Magno cuando el soberano le preguntó si podía hacer algo por él y este le respondió, “muévete que me tapas el sol”. La media…es media cabrona.
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