Ricardo Valenzuela
Hace
unas semanas produje gran tumulto con mi escrito titulado“La Creativa
Conciencia de Atila,”en el cual exponía el determinado perfil de algunos empresarios
mexicanos. Asentía cómo estos hombres no sólo son protagonistas estelares en
los acuerdos subterráneos que durante tanto tiempo han existido, sino uno de
los elementos que mas han aportado al tejido del nudo gordiano generando el
México subdesarrollado y pobre que la elite a la que pertenecen ha configurado para
ahora entregar a las nuevas generaciones.
He recibido como nunca respuesta a mi exposición y en un gran porcentaje han sido por demás positivas. Me han invadido docenas de mensajes cargados de explosivos comentarios. Sin embargo, hay algo que me ha hecho reflexionar con profundidad y hoy quiero compartir. Uno de los recipientes luego de darme la razón en mis afirmaciones, con gran puntería me revira el que no todos los empresarios en México portan el perfil descrito por mi, y me propone el buscar historias de verdadero éxito para darlas a conocer como recetas que otros puedan aplicar y archivemos; “el que no tranza, no avanza.”
Dar a conocer las historias de esos héroes anónimos a quienes nadie les hace homenajes, no les dedican calles, no les fabrican monumentos. Esos hombres que no cuentan sus logros haciendo referencia a sus estados financieros, a la dimensión de sus palacios—que los tienen no nos confundamos--, sino a los ojos de admiración de sus hijos, a la sanidad de las personalidades que les han formado, a las sonrisas de bienvenida de parte de los críticos mas gráficos, pero honestos en sus juicios. Otros que desafortunadamente sólo ante unos cuantos son los verdaderos triunfadores en muchas otras actividades, no solamente en la mecánica del rastrillo en sus tratos de negocios.Siendo
esta persona alguien que me conoce profundamente, me sorprenden sus comentarios
adicionales al invitarme a tan excitante aventura. Me afirma en primer lugar la
especial validez de mi crítica, pues habiendo yo formado parte de esa elite
durante los primeros años de mi vida profesional, si alguien conoce los caminos
intestinos, los terrenos minados, y las tumbas clandestinas, sin duda soy yo.
“No es un líder de la CTM o de la CNC el que denuncia” subraya; “es alguien que
fuera prominente banquero, miembro de familias distinguidas, y sobre todo
alguien que ha conocido grandes éxitos, estrepitosos fracasos, y en especial la
creativa destrucción de los mercados en toda su dimensión, pero finalmente ha
visto los reflejos de la libertad.” Agradezco.
Me
sugiere inclusive convertir el tema en una serie, es decir, confeccione un buen
número de ellos para en otra etapa inclusive, de forma asertiva me abogue a
narrar algunas de las operaciones de negocios ejecutadas por distinguidos
miembros de la elite, en las cuales se han violado todas las normas de
conducta, pero sin violar algo que siempre cuidan; la ley. Esa ley que en
México como hace casi 200 años denunciaba Bastiat, se ha convertido en el brazo
ejecutor de lo que debería combatir. Ese sistema judicial que no sólo ha sido
el refugio y escudo para los Atilas, ha obligado a lo que tan brillantemente
describe Vargas Llosa, como la carga y la Revancha de los Pobres.
Yo
no puedo erigirme como juez de las acciones de otras gentes, pero si creo tener
los suficientes cayos en mis manos y haber participado en muchas y sangrientas batallas,
en algo que por ahí se ha calificado como una vida de gran intensidad, para ser
atrevido. Es por ello que voy en primer lugar a identificar esas historias de
éxito para exponerlas, y sea ese mi homenaje a esos olvidados héroes. Pero en
otra vertiente de mi esfuerzo, me voy a dar a la narración de operaciones en
los cuales los protagonistas han sido “ejemplares empresarios” a los cuales aun
se les venera, y en ellas han mostrado la oscuridad de su carácter.
En
mis cursos de economía en George Mason University una de las asignaturas más
importantes, era el análisis de los sistemas económicos que habían fracasado
para rastrear sus raíces. Con ello fue que Vernon Smith obtuvo el premio Nobel
en su famoso laboratorio de economía. La exposición que haré de estos “tratos
de negocios” es con el mismo propósito, no emitir juicios, sino aprender de los
errores porque yo pienso que ese estilo empresarial es el que en gran parte ha
hundido a nuestro país y si no se modifica, será nuestra tumba.
Siempre
he citado la definición de éxito de uno de los grandes filósofos del Siglo XIX;
R. W. Emerson: “Reír mucho y a menudo; merecer el respeto de la gente
inteligente y la afección de los niños; ganar la apreciación de los críticos
honestos, soportar la traición de los falsos amigos; apreciar la belleza,
hallar lo mejor en nuestros semejantes; dejar un mundo mejor a través de un
hijo sano, un rincón de jardín y una condición social redimida; el saber que
aunque sea una vida ha tomado el buen rumbo porque nosotros hemos vivido. Esto
es haber triunfado.”
Aun
cuando Emerson no menciona riqueza, tampoco cita la pobreza como esa gran
virtud. Los primeros 1,500 años de la era cristiana el mundo era un océano de
misticismo, pero igual un mundo de gran pobreza y sobre todo, de grandes
injusticias. A partir de el movimiento de Reforma de Martin Lucero, la iglesia habiendo
sido la fuerza motriz del desarrollo logrado pero ya envejecida, entra en una
nueva era de competencia y los fieles se rebelan contra ese misticismo, pues si
la Biblia afirmaba: “No solo de pan vive el hombre;” primero el hombre necesita
el pan para entender que la vida tiene otro significado. No se puede encontrar
a Dios con el estomago vació.
Luego
Montesquieu escribiría en su El Espíritu de las Leyes: “Es una fortuna para el
hombre el poder estar en situaciones en las cuales aun cuando sus pasiones lo
empujen a ser malvado, ellos sin embargo, “tengan interés” en no serlo.” Se
invadía ya los terrenos de los mercados libres en los cuales el hombre entiende
que la integridad es redituable. En un verdadero mercado libre como afirmaba
Hayek; “es donde los hombres malos causan menos daño.” Pero en los mercados
intervenidos como los nuestros, solamente esos actores pueden exitosamente (por
un tiempo) participar y es la cultura que se ha formando.
Invito
a detectar vidas de hombres que a pesar de haber tenido que navegar en este
océano de las complicidades, han triunfado en sus empeños sin tener que
doblegar su espíritu, sus valores, su dignidad ni su libertad. Hombres para
quienes la conquista sin aportación, era conquista incompleta. Esos hombres que
siempre pensaron más en lo que deberían ser, que en lo que deberían hacer o
tener; hombres que fueron amos de su voluntad y esclavos de sus conciencias. Hombres
que al caer, se levantan fortalecidos. Porque de esa forma errando y
rectificando, viviendo honorablemente cincelaron sus grandes triunfos, y han
dejado a la posteridad una condición social redimida.
Invito a todos para identificar esas historias.
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