El HOMBRE MORAL QUE NUNCA HA SIDO

Ricardo Valenzuela

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Después de transitar por las esferas de los negocios, finanzas, política y relaciones humanas en general, he conocido mucha gente y entre los que he observado con cierta profundidad, puedo afirmar que solo dos de ellos merecen ser descritos portadores de moralidad, honestidad, integridad. Ambos muy exitosos en sus negocios sin haber acudido a las recetas de los empresarios estatistas y sin tomar ventaja de nadie. Mario Tamayo de Sinaloa, y Juan Francisco Maldonado de Sonora. Dos verdadero ejemplos de esos hombres en peligro de extinción en este desierto donde ya no rigen esos conceptos. 

Evoco sus recuerdos cuando iniciara otra de las excelentes series coreanas en Netflix. La historia del clásico billonario cacique, cruel, que condujera todo su poder en contra de un muchacho joven al que nunca pudiera comprar ni controlar, destruyendo todo lo que este joven digno y valiente tratara de construir. De forma impresionante este hombre había formado hijos a su imagen y semejanza; fríos, injustos, sin sentimientos y siempre listos a destruir. Puesto que su religión y su dios era el dinero y lo conseguían sin respetar reglas morales, de honor ni de justicia.

Un espécimen clásico de la clase humana que definía el filósofo Arthur Schopenhauer. Fieras ingobernables en una selva en donde, inútilmente, se ha tratado de controlar sus instintos carnívoros. Pero, en realidad, las fieras han venido modelando y adaptado sus instintos a los tiempos en que les ha tocado vivir. Fieras salvajes que a través de las sociedades se ha tratado de domar y son las sociedades las que se han sido contagiadas. Esas conductas que partieran desde que el hombre apareciera sobre la faz de la tierra en donde sobrevivir era destruir. La historia de la humanidad sería luego de guerras, destrucción, opresión, explotación, igualmente adaptadas a los tiempos que vivían.  

Al inicio de la era cristiana, esa capacidad para saquear se empezó a concentrar en los reinos que nacían en Europa, todos bajo la mirada acusatoria de la iglesia que, durante los siguiente mil años, acaparara ese poder para controlar el mundo. Pero la naturaleza del hombre y de las instituciones que formaba, seguían siendo dominadas por esos instintos animales bajo una iglesia que había adquirido otro gran poder, el poder de perdonar. De hecho, una de las fuentes más importantes de sus ingresos sería la venta de indulgencias en perdones masivos. Es decir, no importa si lo que haces es maléfico, nomás pide perdón. 

Al inicio del segundo milenio de la era cristiana, la iglesia había envejecido, se tornaba obsoleta e iniciaba un periodo de pérdida de ese celestial poder que tanto le había aportado el primer milenio. El poder ahora iniciaba su concentración total en la figura de los monarcas de los reinos europeos. Y a esa concentración de poder le seguían los abusos, explotaciones, opresión, todo justificado con el mito del poder divino de los reyes. El poder de la representación de dios se trasladaba de la iglesia a las monarquías cada vez más abusivas, injustas, opresivas. Los instintos animales de los seres humanos, que jamás habrían desaparecido, ahora operaban con credenciales de las monarquías libres para oprimir y continuaban ampliando sus poderes infinitos. 

Las guerras, invasiones, destrucción sería el sello de esos tiempos y la forma de adquirir riqueza que se consideraba como algo estático en donde, cuando unos la tenían, era porque la habían tomado de alguien más. Europa era el pastel de la arrebatinga en donde países como España llegaran a controlar Holanda, partes de Italia y países bajos. Otros, como Inglaterra lo hacían globalmente en la India, África, el Oriente. La explotación del hombre por el hombre en toda su extensión, siempre controlados por esos instintos animales ya con pasaporte para justificarlos. 

Pero, al arribo a la mitad del segundo milenio habría un acontecimiento muy importante que, a los instintos animales del hombre, les provocaran los mismos síntomas de quienes consumen esteroides. En la última década del siglo 15, la expedición financiada por España llevaría a Colon al descubrimiento del nuevo mundo para iniciar la era gloriosa de Iberia. Así, este continente con todas sus riquezas inexplotadas, se abría un mundo nuevo a disposición de quienes, a sus instintos animales, además de esteroides, se completarían con anfetaminas lejos del control monárquico y de la iglesia. 

Europa entera se saboreaba ante tan impresionante botín. Los españoles, portugueses, franceses, holandeses navegarían con las banderas de sus países a su arribo al nuevo mundo en donde, sin el control del estado o de la iglesia, esos instintos animales se desbordarían sin control. 

El caso de Inglaterra sería muy diferente. La monarquía decidía establecer colonias con operaciones privadas. El rey James II autorizaba la formación de una corporación y le entregaba control de lo que hoy es el noroeste de EU. The Virginia Company of London contabilizaba como activos toda la región autorizada por el rey, y se manejaría como todas las corporaciones ya operando en la Isla, inclusive, The City of London Corporation, que se estableciera siglos antes como región autónoma y libre. Era el mismo esquema que se había creado para la West India Corporation que se había ya convertido en una de las corporaciones más grandes y redituables del mundo. 

La primera colonia de Inglaterra en Estados Unidos fue establecida por esa empresa privada The Virginia Company of London. Los inversionistas de Virginia Company esperaban obtener grandes riquezas en el Nuevo Mundo. En 1606, el rey concedió a los organizadores de la Compañía derechos exclusivos para establecerse en el nuevo mundo. Su misión era extender los límites de la civilización inglesa, encontrar riqueza, buscar una ruta hacia Oriente aprovechando los recursos del Nuevo Mundo. 

The Virginia Corporation of London establecería un precedente y una creativa estructura que la consolidaría como el instrumento más potente del Imperio más grande y poderoso de la historia, y también un gran poder invisible para el mundo que les permitiría mantener control de estas regiones hasta nuestros días. Después, la compañía iniciaba su operación de la forma clásica corporativa, llegando a cotizarse en las bolsas de Europa.

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