Ricardo Valenzuela
Finalmente, mi larga batalla entre el valor más importante con el que siempre habia navegado por la vida, libertad, en un mundo que cada día se extinguía, y la religión que me habían impuesto desde mi bautismo, sentí haber encontrado la herramienta para su conciliación. En los evangelios gnósticos había descubierto un mundo diferente porque también, me presentaban a un Jesus de Nazaret totalmente diferente. Y, por supuesto, mensaje diferente presentado de una forma que sedujera por el atractivo de su propuesta, algo entendible, razonable, apoyado con la lógica.
Y los mensajes de Jesus, que ahora estaban ante mí, tenían ese poder de seducción y, sobre todo, eran razonables y entendibles, pero, habia que distinguir los diferentes niveles hacia donde los dirigía. En los escritos de Juan, pude identificar el evangelio de la sabiduría y el contenido casi subliminal de las palabras de Jesus, pues su dedicatoria era muy especial, eran para quienes habían avanzado su proceso espiritual y estaban listos para su recepción.
Pero, todavía siendo un ignorante mortal, para entender este celestial proceso, lo visualizaba como la educación clásica ya recibida, primero, después de aprender a caminar, leer y escribir, construir las bases con la preparatoria, segundo, la estructura profesional me la daba el Tec de Monterrey y, ya listas esas fases, tener acceso especial a una sabiduria superior que solo la debía encontrar en la maestria. De nuevo era la historia de un ciego y un vidente, y al llegar la luz solo el vidente la abrazaría.
El evangelio de la verdad que presentaba Jesus, partía de una pesadilla que era la ignorancia de los que estaban dormidos. Él quería recordarnos que las soluciones no estaban en el exterior, estaban en nuestro interior. Y quienes acudieran a la gnosis, se darían cuenta de las cadenas invisibles con las que nos habían esclavizado. Jesus nos señalaba el reino interior y, al aceptar esa verdad, él nos mostraría el camino para encontrarlo. Quería que despertarnos de la pesadilla sin necesidad de iglesias, templos ni intermediarios.
Él nos invitaba a seguir su ejemplo, y, en su momento, nos daría también el manual de instrucciones para lograr la elevación de nuestra conciencia. Sus enseñanzas eran basadas en una divina individualidad puesto que, el descubrir el reino interior, era la responsabilidad de cada uno y, el único acto de fe que promovía era que aceptáramos esa verdad, no de forma obligatoria, ni con amenazas de castigos, sino en plena libertad. Nunca pediría que formáramos sectas, instituciones. El solo acudía a nuestra fuerza y responsabilidad individual. Todo el proceso debería ser obligación personal y compromiso con nosotros mismos.
Su gnosis era el camino hacia la verdad y nuestro despertar. Y lo deberíamos lograr con ese gran descubrimiento, el que todos tenemos ese reino con divino potencial en nuestro interior, pero como responsabilidad individual utilizando nuestra esencia divina, pero, de forma individual. Advertía que sería doloroso porque habría que destruir los cimientos falsos con los que nos construyeron, el miedo, la duda, odio, envidia, lo que describía como la noche negra del alma.
Los mensajes de Jesus parecieran encriptados y solo los más avanzados los podrían entender, pero, no formaría alguna organización que lo enseñara, debía ser responsabilidad de cada uno, individualidad. “En la casa de mi padre hay muchas moradas y voy a prepárales un lugar.” Él no se refería a un hotel celestial y el como gerente, eran los diferentes grados de elevación que las conciencias alcanzaban. Y el prepararnos un lugar, se refería a las herramientas que nos entregaría para llegar a esas moradas.
Cuando sus apóstoles mostraban su gran miedo de perderlo, el respondía su presencia continuaría y cerraba con uno de sus mensajes señalando. La salvación no estaba en un lejano futuro, estará siempre en este presente cuando, a través de su ejemplo, avancemos esa transformación para ocupar sus moradas. Cuando dejemos de regirnos por lo material, el1% de la realidad, para acceder a la verdadera espiritualidad, 99% de esa realidad, será cuando nos surtirá la luz interior.
Las verdaderas enseñanzas de Jesus eran secretos de una realidad diferente y desconocida para muchos. Pero, todas tenían un común denominador, el despertar ese gran poder interior tan amenazante para los clásicos tiranos de la historia. Jesus tenía conocimientos de círculos formados por seres humanos de gran espiritualidad como los Esenios, con quienes vivió algún tiempo en el desierto. También habia absorbido toda la sabiduria de los monjes tibetanos con los que vivió 7 años.
Otro de sus mensajes de gran significado. “El que tenga oídos, que escuche: en el interior de un hombre de luz hay siempre luz y él ilumina todo el universo; sin su luz reinan las tinieblas.” Se refería a ese poder interior que, durante 2,000 años, nos lo han bloqueado y todavia no nos hemos dado cuenta.
Con este mensaje describía la inmoralidad de muchos, tan popular hoy día, y la integridad de unos cuantos. “No se cosechan uvas de los zarzales ni se recogen higos de los espinos, pues éstos no dan fruto alguno. Un hombre bueno siempre obtendrá cosas buenas de su tesoro; un hombre malo siempre sacará cosas malas del mal tesoro que tiene en su corazón y habla maldades, pero solo de la abundancia del corazón destruye la maldad.”
Jesus nunca pretendió fundar una religión, él era portador de una increíble sabiduria que incluía el funcionamiento del cuerpo humano, su vibración cuántica, y su potencial divino. El enseñaba para que cada quien aprendiera y utilizara esa sabiduria siempre para el bien. El conocía el potencial del cerebro humano con la energía y vibración eléctrica de sus células, la antena receptora del universo, la infinita capacidad de la glándula pineal, el asiento del alma, la del nervio vago, el corazón en sociedad con el cerebro.
Él nos dejaría instrucciones para usarlos
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