Ricardo Valenzuela
Si pudiéramos identificar el arma favorita y
la más usada por los oligarcas a través de la historia, claramente lo veríamos
en la afirmación del patriarca de los Rothschild, Mayer, cuando anunciara el
futuro de la banca y finanzas del mundo: “Denme el manejo de la moneda de un
pais y no me importa quien haga las leyes”. Con esa frase dibujaba el monopolio
más diabólico de la historia, el monopolio de la emisión de dinero que sus
hijos completarían. Para tener otra referencia del arma consentida de las elites
globales, el monopolio, debemos asomarnos a la llamada economía de la
prohibición. Porque prohibición es una forma extrema de intervención del
gobierno que impide un lugar en el mercado de un bien o servicio perjudicando a
ambos, productores y consumidores. Y la prohibición es un muy importante
componente del arte de gobernar de los socialistas y tener la herramienta para
dibujar economías.
Los monopolios modernos se han venido a solidificar con una actividad de los gobiernos que se ha tornado una amenazante realidad: la prohibición. Es bien sabido que mientras más reglas imponen los gobiernos, siempre corresponde a un aumento de la corrupción. Lo mismo podríamos decir de las prohibiciones. Al terminar la guerra civil, la industria de la prohibición inició su extensión por todo el país y, en el periodo de 1860 a 1900, se establecerían los muros más importantes para elevarla a un acto compasivo de los gobiernos. Y, al iniciar esa era en contra de pecados tan horrendos como el alcohol, las drogas, la prostitución, de inmediato tuvo la aceptación de todas las iglesias. Fue cuando se presentara el acto de hipocresía más grande de los gobiernos. Cuando en Inglaterra se prohibía el uso de opio, se involucraban en una guerra contra China para lograr su monopolio. Luego se extendería a otras actividades.