Con la primera guerra mundial desaparecían algunas monarquías, pero, a través de sus organizaciones financieras, renacerían creando una red que, como las enredaderas, se expande hasta cubrir el todo. Se juramentaban recuperar los espacios perdidos.
Si alguien se da a leer la autobiografía de David Rockefeller, Memorias, las primeras páginas le provocarán que rueden sus lágrimas de forma incontrolable. Describe la riqueza de su familia utilizada para alimentar un mundo hambriento, educar al pobre, construir infraestructura en naciones pobres, pero no toca el aspecto negro de su linaje—su esfuerzo constante para destruir EU como nación independiente y establecer el bien común, Nuevo Orden Mundial (NOM).