Ricardo Valenzuela.
Así pensaban Barry Goldwater y George Patton
En medio de grandes confusiones mundiales y
de grupos cada día más poderosos tratando de adueñarse del mundo utilizando su
poder oculto, ha estado surgiendo una nueva figura que ya se le empieza a
llamar el “liberador.” Ellos son hombres que no van blandiendo solo una teoría
económica, aunque sus ideas tienen grandes implicaciones económicas. Y con ello
apuntan una gran diferencia con los diferentes conceptos del socialista puesto
que los socialistas subordinan todas sus consideraciones al bienestar material
del hombre (PAN Y CIRCO). El nuevo liberador ubica ese bienestar material en el
lugar propio que establece su filosofía en la cual ese aspecto económico juega
un papel subsidiario, sin duda importante, pero no el único.
La gran diferencia es que el liberador considera toda la naturaleza del ser humano mientras el socialista solo el aspecto material de esa naturaleza. El liberador cree que el hombre es, en parte, un ente económico y una criatura animal, pero igualmente es una criatura espiritual con deseos y necesidades espirituales. Esas necesidades espirituales siempre reflejan un lado superior de la naturaleza humana y, por eso, debe tomar precedente sobre sus necesidades económicas (no sustitución). El liberador, sin hacer un lado el aspecto material, centra su atención en el crecimiento de la naturaleza espiritual del hombre como la principal consideración de su filosofía política. El socialista, por otra parte, esgrimiendo su gran mortificación por los seres humanos—consideran la satisfacción de sus necesidades económicas como la misión dominante de la sociedad. Y, su acercamiento característico es armar las fuerzas económicas y sociales hacia un esfuerzo colectivo para lograr el progreso. Sin embargo, con este acercamiento van en contra de las leyes de la naturaleza.
Es para los liberadores claro que la primera obligación de un pensador político es entender la naturaleza del hombre. El liberador no presume de ese gran poder de percepción, pero, asegura tener familiaridad con el poder y sabiduría acumulados por las experiencias históricas. Además, el siempre está disponible, humilde, y deseoso para aprender de las grandes mentes del pasado.
Lo primero que ha debido aprender acerca del hombre es que cada miembro de esta especie es único, inigualable, no repetible. Lo más sagrada de sus posesiones es su alma individual—un alma que tiene un lado inmortal y también otro que es mortal. El lado mortal es el que establece su diferencia absoluta entre todos los seres humanos. Y solo una filosofía que toma en cuenta las diferencias esenciales entre los seres humanos y, de acuerdo a ello, hace preparativos para el desarrollo de diferentes potencialidades de cada hombre, puede asegurar estar en acuerdo con la naturaleza. Constantemente escuchamos del hombre común. Un concepto que no dedica gran atención a la historia de una nación que se ha desarrollado de forma ejemplar a través de la iniciativa y la ambición de ese hombre común. El liberador sabe que el considerar al hombre como parte de una masa sin definición es condenarlo a la esclavitud.
El liberador sabe bien que los aspectos espirituales y económicos de la naturaleza del hombre están inexplicablemente entrelazados. El hombre no puede ser económicamente libre e, inclusive eficiente, si políticamente está esclavizado y, viceversa, la libertad es solo una ilusión si económicamente depende del estado para satisfacer sus necesidades sin libertad para decidir. Y la única forma de mantenerlo así es no permitiendo su desarrollo espiritual que lo hace libre
El liberador sabe que el desarrollo espiritual y material del hombre, no es algo que pueda ser dirigido por fuerzas externas. Cada ser humano tiene su individualidad. Cada hombre por su bienestar individual y el de la sociedad, él debe ser responsable de su propio desarrollo. Las decisiones que gobiernen su vida son las que él debe de tomar. No pueden ni deben ser tomadas por alguien mas o por la misma colectividad. Si ese liberador es menos agresivo que el socialista para el incremento de los beneficios de seguridad social, es porque su agresividad está dirigida para lograr que la gente pueda vivir con libertad, para tener libertad de elegir, de gastar, de buscar su felicidad
El liberador nunca ha considerado al hombre como un peón de ajedrez de otros hombres, ni como parte de una comunidad en la cual definen, separan, segregan la identidad de los individuos siempre ignorada. El liberador siempre ha estado en guerra con autócratas como los jacobinos demócratas, contra las promesas incumplidas a los siervos de la monarquía francesa. Pero, también siempre en contra de la tiranía de las masas que desfilan con sus disfraces igualitarios. Este nuevo liberador se enfrenta con cualquiera que atente contra la dignidad del ser humano. Contra dictadores reinando a base de terror. Contra esos colectivistas que piden permiso y emergen como dioses de la humanidad
El liberador ve la política como el arte de lograr la mayor libertad para el individuo consistente con el mantenimiento del orden social. Entiende que la práctica de verdadera libertad requiere de orden: es imposible para un hombre ser libre si otro puede negarles el ejercicio de su libertad. Pero, reconoce que el poder político en el cual se basa el orden es una fuerza que se engrandece a sí misma; su apetito crece al comer. Sabe que se requiere la máxima vigilancia y cuidado para mantener el poder político dentro de sus propios límites.
Los hombres espirituales, libres, morales siempre harán que surja el desarrollo económico y material. Y, sobre todo, surja con justicia.
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