LOS NUEVOS PERFECTOS IDIOTAS LATINOAMERICANOS

Ricardo Valenzuela

 

El día de ayer, ocurrieron tres eventos que lograron me invadieran sentimientos y pensamientos difíciles de manejar, claro, en sus diferentes dimensiones. El primero fue el que los Astros perdieran en la serie mundial pues, desde que estudiaba en el Tec de Monterrey algunos fines de semana íbamos a Houston para verlos, han sido mis favoritos. El segundo, fue algo realmente triste y penoso cuando recibí la noticia de un que un buen hombre y amigo, había sido asesinado por una de sus tías en medio de un conflicto familiar. Deja una viuda joven y dos pequeños de 1 y 3 años.

El tercero sería algo que pensé ya era historia del pasado, mis enfrentamientos con los feroces odiadores de Trump. En esta ocasión mi rival sería uno de esos “intelectuales mexicanos” que tienen el secreto para que emerja el chero de los años de estudiante que, debo confesar, todavía no he podido amansar y hay veces que se me escapa. Este “intelectual”, después de algunas fintas, finalmente me acusara de ser Trumpista y soltara una avalancha de insultos para Trump y para mí persona, consideré debía ya de recibir de mi parte la respuesta adecuada, por lo cual me disculpo, pero no con él.

Lo único que obtuve de este evento, es ratificar qué este hombre es el vivo ejemplo del Nuevo Perfecto Idiota Latinoamericano que, como lo señalara el réferi, obtiene toda su información de CNN, NBC, New York Times, Washington Post, todas propiedad del Estado Profundo, y otras como las redes sociales controladas por ellos. Esos que odian a Trump sustituyendo la razón y buena información con una ola de sentimientos que, de forma muy efectiva, les despiertan las armas silenciosas con las que el EP ha estado programando la conciencia mundial. Y, desgraciadamente, en esa lista debo incluir algunos amigos a los que, siendo los más agresivos, he debido responder igualmente.

 

El que las declaraciones originales de Trump de “algunos mexicanos”, su cruzada por el muro fronterizo en esa zona de guerra, hayan despertado ese odio feroz aun cuando ya lo retiraron, solo indica que permanecemos anclados a esquemas ancestrales de orgullos no merecidos, de una profunda ignorancia cortesía de la media mundial propiedad de las elites globales, creando confusiones entre justicia social y justicia legal, entre humanismo y socialismo, que solo llevan a enamorarnos del estado en sus diferentes grados de intervencionismo. Esa herencia cultural que tan bien fue descrita por Octavio Paz comparando los dos países, México y EU. Un México que continua montado en su estatismo, colectivismo, corrupción y, en el fondo, un abierto y agresivo rechazo a la libertad.

 

Este hombre, claramente me señala ese venenoso segmento de “intelectuales mexicanos” todavía atrapados entre las ideas de los hermanos Serdán, tata Lázaro, claro, un poco disque suavizadas como el vino de don Porfirio que mezclaba con agua. Ello ha producido una gran variedad de (cruzas) como los liberales estatistas que se confunden con socialistas. En México no existe y nunca ha existido ese espíritu de libertad porque tampoco han existido las ideas. La política nunca ha sido, como lo exigía Jefferson, un compromiso de servir por un corto plazo y regresar a sus labores. No una carrera contra la cual el presidente Jackson advertía: “Los puestos en el gobierno no deben ser eternos, porque eso solo producirá burocracias perezosas, ineficientes y corruptas”.  

 

El fantasma del sistema cabalga en México con más fuerza que nunca y nos orgullecemos al declarar “somos creaturas del sistema” y, para que no haya duda, la marca de herrar no la llevamos en la nalga ni en el lomo, la llevamos bien visible en la frente. Y, para que no haya dudas, así como a los becerros al herrarlos se aprovecha señalarlos en las orejas, a los mexicanos nos señalan con sus orgullosas membrecías en partidos políticos, sindicatos, asociaciones, “organizaciones empresariales” todas bailando al ritmo de la misma música. Estatismo, Intervencionismo, odio a los gringos, y todas tienen los mismos estilos y sus programas de sumisión al gobierno.

 

Hace más de 20 años, fuimos premiados con ese milagroso elixir, democracia. Y hay que preguntar ¿Qué hemos logrado ya tan demócratas? En estos años los países de Europa Oriental se sacudieron el comunismo y tomaron esa vía hacia la prosperidad y, en estos momentos, al igual que los tigres asiáticos, se identifican como escenarios de grandes logros económicos, políticos y sociales, de este joven siglo. Pero, el sueño Panamericano que predecía Harrison ha permanecido así, un sueño irrealizado y una gran frustración. Y, en México, los palacios del poder siguen ocupados por los mismos que, hace más de 20 años, con diferentes disfraces se han proclamado los verdaderos salvadores para luego enseñar el cobre.

 

Aun cuando el tratar de responder esa pregunta pareciera una complicada tarea, me parece muy sencilla porque, “aunque la mona se vista de seda, mona se queda” o “el habito no hace al monje”. Es solo entender que la ancestral cultura mexicana no ha cambiado como cambiara la de los japoneses después de la guerra. Al contrario, sus bases se han reforzado y sus raíces se han hecho más profundas. Y un ejemplo dramático es mi Alma Mater, el Tec de Monterrey en donde, desde el asesinato de don Eugenio Garza Sada, sus herederos se entregaron al gobierno y destruyeron las bases sobre las que se había creado. Y para coronar este logro, hace un año, tuvieron como la mensajera estrella para los estudiantes a Hillary Clinton, parte de la pareja más corrupta y destructiva de la libertad en EU y, ella, reconocida marxista.

 

Entonces ¿Qué podemos esperar de un país donde todos aspiran a ser parte del “sistema?” y para eso hacen largas colas mostrando la visible marca en la frente. Ciudadanos explotados por los mismos bandidos con uniformes diferentes, pero, muy orgullosos de su soberanía, su dignidad que desgraciadamente no se come. Ciudadanos que quieren declarar la guerra a España por habernos descubierto y su presidente exige una disculpa. O suspiran por aquel que, durante los gritos de independencia, obligaba a su gabinete a vestir trajes de charro y a sus esposas de chinas poblanas.

 

Pero, en el fondo, todos con los mismos comportamientos de mi último agresor que, aun siendo un “gran intelectual”, como dicen los vaqueros en el rancho; “No sabe ni quien capó al apache”, o “ese cochi no me gusta pa que de la lata”, pues se manejan a base de chismes, tal vez consultando publicaciones como Alarma. O su fuente más efectiva de sabiduría, las peluquerías, en donde debaten con su maestro, el peluquero.           

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