De mi novela El Vaquero Libertario
Ricardo Valenzuela
Primero hay que entender algo. El mercado no es un individuo ni ser
viviente que desde su trono toma decisiones, es el conjunto de los miembros de
la sociedad y la forma en que voluntariamente interactúen entre ellos forma el mercado.
A diferencia del socialismo QUE SE TIENE QUE CONSTRUIR, el capitalismo es
simplemente lo que ocurre en ausencia de una planeación central. Cuando los
primeros pobladores llegaron a EU, no llegaron con una receta obligatoria
emitida por alguna Agencia gubernamental para la Planeación Económica; ellos se
dedicaron a hacer lo que querían y sabían hacer y era lo natural: Trabajaron,
sembraron, cosecharon, compraron, vendieron, intercambiaron. Eso era
capitalismo, pero ellos nunca se enteraron considerándolo como algo normal en
una sociedad. Los americanos, no eran ideológicos; solo hicieron lo que
funcionaba y no se preocupaban por alguna etiqueta filosófica.
Y en cierto sentido esto ha sido una bendición. Pero también ha sido una
debilidad porque sin una filosofía racional que lo distinga, el capitalismo es
vulnerable a los insultos, mentiras, agresiones y ataques de cualquier
desarrapado socialista exponiendo sus envidias, sus frustraciones y, sobre
todo, sus diabólicas soluciones. Y ellos tienen influencia, no porque tengan la
razón, sino porque nosotros no tenemos una filosofía del capitalismo
ampliamente reconocida con la cual debemos combatirlos. Sin principios,
perderemos el juego porque una mala idea solo se puede derrotar con una buena y
mucho mejor. Lo que nos hace falta son Los Principios.
Sin principios ¿Cómo podemos distinguir lo bueno de lo malo, lo que está
bien de lo que está mal? ¿Podemos asumir que si es legal es que está bien? Pero
la esclavitud era legal. ¿Podemos asumir que algo es lo correcto si está
avalado por la mayoría? Una mayoría condenó a Cristo a la cruz. ¿Puede entonces
algo ser correcto si se ha concebido a través de un proceso legislativo? Muchos
sangrientos dictadores son seleccionados de esa manera. Entonces ¿Por qué no
acudimos a la Constitución? Pero la Constitución puede enmendarse por el mismo
rugido de la multitud enardecida. Que tal ¿El mayor bienestar para el mayor
número de gente? En una sociedad sin libertad no hay justicia.
Entonces ¿Quién será el que defina lo que es el mayor bienestar? ¿El
robar a unos para darles a otros, es eso lograr mayor bienestar? Entonces ¿Cómo definir lo que es correcto y
lo que no lo es? ¿Tiraremos una moneda el aire para decidir? Esto es lo que
sucede en una sociedad de política patriarcal. Cualquier cosa es buena si hay
suficiente gente que lo quiera. Cuando un agricultor toma la tierra de su
vecino sin su anuencia lo llamamos robo; pero si el estado lo hace lo llamamos
reforma agraria justa. Cuando los políticos toman la riqueza por la que un
hombre ha sudado para construirla, se considera son “compasivos”; pero al
hombre que produce esa riqueza lo llamamos egoísta, materialista. Si una
mayoría viola los derechos de un individuo lo llamamos injusticia; pero si ello
se ha llevado a votación, lo llamamos democracia”.
Cuando la gente no tiene una idea clara de lo que es bueno o malo, cuando
creen que todo es relativo, el resultado es un caos ideológico que provoca una
gradual desintegración de la fábrica social. Entonces ¿Qué es lo que
necesitamos y no tenemos? Necesitamos principios. Los principios no son
legislados, copiados o inventados. Ellos son descubiertos. Los diez
mandamientos no fueron producto de un largo proceso de legislación. Las
diferentes lenguas de los pueblos tampoco, las diferentes formas de dinero igual.
Los tres principios básicos de una sociedad libre son el individualismo, la
institución de propiedad privada, y la libertad económica que provocan nazcan
los mercados libres. Inclusive, algunos hombres que se declaran pro capitalismo
y supuestamente favorecen el individualismo, pasan luego a declarar que el
interés público es más importante que los derechos individuales. Cualquier
posición “pro capitalista” que no esté basada en la primacía de los derechos
individuales, está condenada al fracaso”.
Entre los grandes representantes del liberalismo moderno estaban los
liberales clásicos del siglo 19 en Inglaterra. Estos originarios luchaban por
rescatar el mercado de restricciones, regulaciones, interferencias de parte del
estado. Fue el triunfo de ese liberalismo clásico el que liberó la mente de los
hombres, pero también sus manos y sus brazos. Por primera vez en la historia de
Inglaterra el gobierno fue finalmente confinado a su verdadera función de
proteger, en lugar de regular y acosar a los individuos. Políticamente, el
significado del liberalismo no consistió en aprobar más leyes, sino el derogar
las que encadenaban al país. La ley contra la usura fue derogada porque
malamente llamada así, era el mercado quien definía los tipos de interés. En 1846
la fatal Ley del Maíz fue también derogada. Las leyes de Navegación que
restringían tanto esa industria fueron derogadas en 1847 y 49, para el año de
1867 las últimas tarifas proteccionistas eran eliminadas.
Nunca el individuo había sido tan libre de las interferencias del estado
en la forma para conducir su vida y disponer de su propiedad. Como resultado el
comercio floreció e Inglaterra experimentó el surgimiento más grande de
progreso material en su historia. De todos los países de Europa, Inglaterra era
el más libre y, por ello, el que más prosperó. Los hombres que provocaron este
estado de libertad económica sin precedentes eran los “liberales clásicos”,
hombres como John Locke, Adam Smith, Jeremy Bentham, Herbert Spencer, John
Stuart Mill. Lo que ellos forjaron fue el gobierno limitado—un gobierno
confinado a su única tarea de proteger la libertad en lugar de violarla; un
gobierno que usa fuerza legalizada para proteger la santidad de la propiedad
privada en lugar de controlarla.
Y repito, los tres principios de una sociedad libre que realmente
progresa, son el individualismo, la institución de la propiedad privada y la
economía de mercado. Son los tres ingredientes básicos de la experiencia
americana y lo que hemos empezado a llamar capitalismo que, por cierto, la
palabra fue inventada por Marx. Son los tres elementos únicos de la
civilización occidental especialmente desarrollada en Inglaterra de cuya
cultura política los EU fueron sus afortunados herederos. Ninguna otra
civilización ha sido basada y desarrollada sobre estos tres principios.
Pero esta herencia de libertad en estos momentos está amenazada, entre
otras cosas, por nuestro fracaso para identificar y con toda claridad promover
los principios sobre los cuales se ha basado, los hemos dejado vulnerables a
los asaltos socialistas y, algunas veces, también por conservadores. Y en estos
momentos cuando, ante las agresiones de los gobiernos, las economías mundiales
están fallando y, aunque parezca increíble, se incrementan las indignantes
llamadas para expandir el control gubernamental. Sin un entendimiento claro de
los principios del capitalismo de hoy día, nuestra libertad y nuestro futuro
puede sufrir el mismo destino del liberalismo clásico de inicios de este siglo
en Inglaterra, y nos veremos arropados de una nueva y larga era de las cavernas
socialistas.
Ese liberalismo fue el que hizo posible que el hombre sin haber nacido en
la aristocracia, a base de esfuerzo y de trabajo, pudiera escalar la pirámide
social que siempre había sido privilegio de aquello que por nacimiento la
heredaban. Porque el mercado somos nosotros, y unos se organizan en libertad,
mientras que otros apuestan a la tiranía de los gobiernos que mantienen el uso
legal de la fuerza y, si la sociedad en democracia decide sacrificar a unos por
otros, estamos condenados.
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