EL QUE ESCRIBA PARA PENDEJOS, TENDRÁ GRAN AUDIENCIA

 Ricardo Valenzuela

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Hace unos meses, recibí un mensaje de un “periodista” acusándome de escribir pu-ras mariguanadas. Mi respuesta fue en varias partes. 
 
Primero, le sugería fumarse un pitillo de mariguana para que las pudiera entender. Segundo, con la frase de mi filo-sofo preferido, Arthur Schopenhauer, “El que escribe para ignorantes y pendejos puede tener la seguridad que siempre tendrá una gran audiencia”. Tercero. Yo no escribo para alimentar las demandas de ese tipo de audiencia, pues, como afirmaba Emilio Azcárraga, “yo hago televisión para los jodidos”, suponiendo que los jodidos son esos ignorantes que demandan producto para ese nivel.
Escribir no es mi profesión y jamás he recibido un peso por hacerlo. Es decir, siendo economista financiero, yo no llevé a cabo una investigación para identificar qué era lo que el mercado masivo demandaba. 
Azcárraga lo hizo para encontrar que los jodi-dos demandaba la basura que le proporciona con sus telenovelas y todo tipo de pro-gramas para ese segmento que, Porfirio Diaz tan bien describía y, según él, era una grave sentencia para el país. Y, quienes piensen que Televisa ha sido una aportación valiosa a la cultura, a la expansión del conocimiento científico, económico y social, están muy equivocados. Como la TV en todo el mundo, ha sido el opio de los pueblos y la fuerza de los políticos.
 
Yo conozco bien los segmentos del mercado y, porque los conozco, a diferencia de quienes buscan lucrar con ellos, yo no produzco lo que ese mercado demanda y, re-pito, este no es mi oficio y nunca he pretendido que sea. Yo no escribo para un mer-cado especifico. Lo hago como una forma de expulsar mis ideas, mis posiciones en los diferentes temas que toco para que, con “información e inteligencia”, me las re-batan. Y, como no tengo patrocinadores, ni jefe, con agresividad critico cualquier si-tuación que no me parece correcta no importa las consecuencias. Y, en un mundo ya ausente de lógica, de moral, de justicia, de razón, ausente de ese idealismo práctico y con una miope visión, el material que yo si he descubierto es para completar cien-tos de volúmenes y denunciar la forma en que hemos permitido el mundo haya lle-gado a la orilla de este precipicio donde nos encontramos.
 
He visto películas como La Ley de Herodes, las caricaturas de Pepe Calderon como expresiones de las realidades que, conociéndolas, no les damos las dimensiones que deberían de tener. Leo el gran librillo de mi paisano Monroy, El Mexicano Enano, obra que debería haber sido una urgente llamada de atención para, tomando conciencia, tener claro que equivocamos el camino, pero, lejos de llamada de atención, ha sido motivo de gran entretenimiento provocando sonoras carcajadas e inspiración de lo señalado por esos llaneros solitarios para presumir de nuestros vergonzosos defec-tos.
 
Así, el mundo de las ideas está invadido por aprendices de Azcárraga para surtirlo con la basura que demanda, porque es su profesión y de la que ellos viven. Hay al-gunos que lanzan tibias críticas, otros más atrevidos las sueltan más subidas de tono. Pero son agujas en medio de un gigantesco almacén de paja. Y, si al periodis-mo y medios en general le sumamos el entretenimiento de la televisoras vendidas al Estado, el sistema de educación pública, tenemos una pandemia más destructiva que el COVID que petrifica el cerebro, destruye la capacidad de análisis. Pero, si nos sirve de consuelo, esa pandemia ya cubre al mundo entero. Una plaga que podría-mos llamar la del Destino Equivocado.
 
En México nadie tiene conocimiento de lo que fue la revolución Escobarista y, si al-guno la recuerda, la describirá como un intento de traición a la querida patria. Uno de esos zombis, al describirla en una de mis notas y, sobre todo, al narrar que, al ser aplastada, declaraban la secesión de todos los estados del norte para formar un nuevo país liberal, no anticatólico, una república con mercados libres donde la única dictadura sería la dictadura de la ley, de inmediato le colgara la etiqueta de traición y a sus participantes traidores. Tampoco conocen la de Adolfo de la Huerta que en años anteriores explotara por lo mismo.
 
Una afirmación irresponsable ignorando que la Constitución de 1917, que sustituía a la Constitución liberal reinante, fue obra de un grupo de Trotskistas que habían pe-netrado México con instrucciones del presidente Wilson de los EU, quien, por manda-to de las elites globales, había dado todo el apoyo a Lenin para apoderarse de Rusia y establecer su régimen marxista. A Trotski, quien estaba viviendo en NY, le había proporcionado pasaporte de EU, dinero, y un salvoconducto para trasladarse a Rusia y sumarse a las fuerzas bolcheviques que oprimirían a los rusos durante más de 60 años.
 
Ignorando, también, que el asesinato de Obregón le daba vía libre a Calles para la formación del PRI, el establecimiento de la educación socialista, la persecución a la iglesia católica—pero en Sonora derogaban el artículo 130 constitucional especial para liquidar la iglesia—el establecimiento del ejido, idea totalmente contraria a lo que los revolucionarios pretendían; “la tierra debe ser de quien la trabaja”. Ahora la tierra seria propiedad del Estado y de sus lideres corruptos agrupados en la CNC, el control marxista de los obreros a través de la CTM, y al candidato escobarista lo bau-tizaran como el “Príncipe de los Cristeros”, siendo que nunca había pertenecido a ese movimiento. 
 
Una estructura socialista dictada por las elites globales a través del presidente de EU, maestro masón con el grado más alto, vía su embajador Morrow quien en reali-dad representaba a JP Morgan y servía a la rama masónica Misrachi, directora de las sectas masónicas no judías. Arón Saenz le aconsejaba al gobernador de Durango no sumarse a los Escobaristas porque, por solicitud de los consorcios en México de Mor-gan, Rockefeller, los Guggenheim, EU apoyaría 100% a Calles y no venderían armas a los rebeldes. 
 
Contra todo esto se pronunciaba la revolución Escobarista y, al fracasar, México per-día la oportunidad de ser un país libre con el que los verdaderos revolucionarios ha-bían soñado. El petróleo continuaría controlado por los Rockefeller, la minería por Guggenheim, el dinero por JP Morgan y los Rothschild que, su siervo, Calles, ya lo había cedido con la formación del Banco de México, palero del FED. Y de postre, las haciendas de Terrazas en Chihuahua en manos de William Hearst. 
 
El desconocimiento de este capítulo de la historia nos muestra el conveniente nivel de ignorancia de los mexicanos que nos mantiene en esa mediocridad eterna. Esa ignorancia que nos hace pensar que Slim, Salinas Pliego, representan el capitalismo, que la democracia social cristiana es el camino, la economía mixta (intervencionis-mo) y el socialismo no son tan malos. Por todo esto es que yo escribo, como me re-clamara ese gran periodista, “puras mariguanadas”.

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