ERA UN GRAN TIPO MI VIEJO

 Ricardo Valenzuela

 

        Era un gran tipo mi viejo, de mirada muy profunda, de carácter palaciego y estatura singular. Pero mí querido viejo, tú ya no caminas lento, pues has emprendido el camino donde ya no cuenta el tiempo. Mi padre era un árbol fuerte y raíces atronconadas, de hercúleas y frondosas ramas, pero ya no da sombra pues se ha secado para siempre. Este sábado pasado cerró sus ojos y le tomaba la mano a mi madre. Quiero compartir esta experiencia por lo cual, transcribo mi mensaje en el homenaje póstumo que le rindió la Universidad de Sonora.

        Para mí, el hablar de mi padre siempre fue una empresa muy difícil de elaborar. Encontrar palabras para definir un hombre de su calibre y magnitud, fue siempre una exploración en medio de un valle pleno, y al mismo tiempo desolado para encontrar las infinitas formas. Brotan en la fuente de mi conciencia referencias: honestidad, integridad, moralidad, legalidad, pureza de alma. Sin embargo, hay un escrito de uno de sus autores favoritos, Emerson, en el cual define el éxito que si no supiera emanó años antes del nacimiento de mi progenitor, podría asegurar lo había confeccionado especialmente para él.

        “Reír mucho y a menudo; merecer el respeto de la gente inteligente, el cariño de los niños, y la apreciación de los críticos honestos; ser tolerante con agresiones y la traición de los falsos amigos; apreciar la belleza; ver lo mejor en el perfil de todos los seres humanos; dejar a la posteridad un hijo sano, un rincón de jardín y una condición social redimida; saber que aunque sea una vida ha respirado mejor, ha mirado un futuro mas claro y de esperanza, porque nosotros hemos vivido.” Eso es haber triunfado.

        De cada una de las líneas de éste pensamiento, podrían surgir largos y voluminosos capítulos de su vida. Pero sólo me quiero referir a la última parte. Mi padre deja hijos sanos de cuerpo, mente y espíritu. Aquí están todos, pero además están sus nietos y descendientes para atestiguarlo. En el rostro de cada uno de ellos se refleja el toque casi divino de la herencia de un hombre ejemplar. Para mí, ante la tormentosa vida transitada, fue siempre un faro de luz rescatándome de mis extravíos, señalando el camino hacia puerto seguro. Fue esa fuerza en medio de la borrasca, cuando mi nave a punto de naufragar me invadía para ayudarme a mover el timón hacia el rumbo de la rectificación. Me enseñó que el extraviarse no es perderse, es sólo dilatar el arribo. Fue un refugio en medio de esa tempestad.

        En el fondo de su casa mi padre tenia un hermoso jardín que cultivaba con amor, paciencia y devoción, pues era su forma de vida, nutrir para que la cosecha fuera plena y de mucha calidad. Su jardín siempre estaba verde y bien cuidado. Le dio siempre frutos muy dulces para los mejores paladares, los paladares de las almas libres.

        Pienso que todas las acciones de su vida y en todas sus etapas, tuvieron siempre el propósito de aportar su todo, para luego dejar a la posteridad una condición social un poco mas redimida. Su vida entera estuvo dedicada a esa lucha tenaz para lograr un mundo mejor sin esperar nada a cambio, mas que la satisfacción de sentir que vale más dar que recibir. Pero si al final de su jornada alguien le hubiera preguntado cual fue la acción que más lo realizaba en esa tarea, sin titubeos hubiera respondido, La Universidad de Sonora. Ello fue uno de los grandes propósitos de su vida. Primero como la mente que pariera la idea, luego como fundador, después como profesor, como miembro del Consejo Universitario, como Director de la Escuela de Altos Estudios.

Pero estoy seguro de que la etapa final fue la que mas disfrutó. Cuando los años lo invadían, las fuerzas lo abandonaban y no le era permitido ya manejar, caminaba alegremente cada mes de su casa, en la Colonia Pitic, hasta este recinto para recoger su pensión. Pero no lo hacia precisamente por lo jugoso del cheque que luego donaba a obras caritativas, lo hacía para regresar a su otra casa, su amada Universidad. Aquí permanecía durante horas admirando la conversión de su sueño hecho realidad. Observando cómo aquel ideal de su juventud, cómo aquella profecía clavada en su corazón, se le había revelado, luego regresaba sereno.

A pesar de todas sus obligaciones, que eran muchas, durante 30 años impartió sus cátedras, a las 7 AM y a las 8 PM, en las cuales gozaba supurando sus ideas liberales como buen alumno de Hayek que fue, y cuando mi madre le afirmaba, en un país de esclavos era perder su tiempo, con calma respondía; “son semillas que algún día germinarán. Nadie puede asesinar la libertad.” 

Mi padre tuvo muchas satisfacciones en su vida. Pero ninguna, ni siquiera cuando ganaba otro torneo de tenis, cuando alguien alababa su inagotable cultura o su exagerada virtud, sus títulos de la Universidad de Bruselas, y del LSE ni siquiera cuando presumía de producir los mejores becerros de exportación en el estado, le daba una alegría similar como cuando alguno de sus ex alumnos lo llamara, “maestro.” Era entonces cuando aquel hombre de un duro semblante y mirada que paralizaba, sonreían como pensando, he cumplido.

Padre; aquí estás en los escalones de tu amada Universidad. Te hemos traído a tu casa para que te despidas, para que pases la última lista de asistencia de tus alumnos. También para quienes ahora cargan con la responsabilidad de continuar tu obra te puedan agradecer esa vida consagrada a la creación de mentes puras, libres, las mentes del futuro, pues como siempre lo expresaste, lo que guardes en tu mente, es riqueza que nadie la puede expropiar.

Te ganaste el cariño no sólo de los niños, la admiración de mucha gente, y no creo que jamás hayas tenido críticos puesto que, no había qué criticar. Porque tú has vivido hay en estos momentos muchas vidas que respiran mejor, muchas otras que ven el futuro con esperanza y optimismo, y en medio de esta mar embravecida, tu recuerdo para muchos otros deba ser también ese faro de inmensa luz iluminando sus caminos. Has vivido y ahora que te marchas, sin lugar ha dudas dejas una condición social un poco mas redimida y un recuerdo imborrable para todos.

Navega alegre por las aguas de ese gran océano de la paz y serenidad. Navega firme por las aguas de la eternidad. Navega sonriendo entre las islas de tu edén, pues las soleadas playas de bendición esperan tu arribo. En mi nombre, en el de toda tu familia, y en el de toda la comunidad, te pido de nuevo, navega seguro hacia la infinita calma en donde mi madre te espera ya sonriendo. Que el combustible inagotable de tu nave sea tu obra, porque te lo afirmo y aseguro, HAS CUMPLIDO Y AHORA ERES FINALMENTE LIBRE.

Tú recuerdo, tu ejemplo y fortaleza quedan por siempre conmigo. La paz sea contigo.    

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