Ricardo Valenzuela
No cabe duda
el mundo en estos momentos es un pozo de confusiones que ya alcanza un nivel superior
a lo que tradicionalmente nos ha presentado a través de los años, sobre todo,
si le agregamos las comunicaciones modernas ya manipuladas. Sin embargo, en
estos momentos acude a la convocatoria algo que dista de lo tradicional como ha
sido la elección de un nuevo Papa. Y si al potaje ya hirviendo le agregamos el
que, el recién fallecido Francisco, durante su pontificado fue alguien que
provocara, no solo confusión, sino para muchos católicos gran preocupación cuando
claramente sumara a la iglesia a las fuerzas de ese diabólico globalismo.
Como es natural, la sorpresiva elección de Leon XIV, la sorpresa mutaba a confusión puesto que él no había aparecido en el radar de los expertos apostadores. Y, como siempre sucede, ante lo sorpresivo del evento se iniciaron infinidad de opiniones, interpretaciones que la mayoría han aportado todavía más confusión. Sin embargo, hace un par de dias yo recibía un escrito que, no solo resolvía mi interrogante, sino que provocó se haya encendido una brillante luz en la oscuridad de mi ignorancia y, sobre todo, me llevaría a conocer más algo ya olvidado, la encíclica Rerum Novarum. Este escrito me llevaría a una profunda reflexión que aun continúo y, sobre todo, tal vez a cierto golpe de timón de mis reflexiones.
Ese excelente escrito es autoría de un admirado intelectual argentino llamado, Marco Aníbal Rouges. Un hombre que con sus letras exhibe, no solo un gran conocimiento de este tema tan importante y delicado, sino un estilo especial de narrativa sazonada con sus muy personales ideas de libertad, con las que yo coincido. Un tema en el cual él no es solo un debutante, sino claramente afirma su gran conocimiento especial que, inclusive, lo llevara a publicar un libro titulado "Defendiendo a Themis", en donde, además de su conocimiento histórico, cuestiona la imagen de aquel populismo malo iniciado en Roma y Atenas conocido como la turba, que proyectaba su ilustre antecesor.Su análisis
parte desde la era de León XIII, autor de aquel documento conocido como la
Encíclica "Rerum Novarum", que se convertía en la base fundacional de
lo que se denomina la "Doctrina Social de la Iglesia", afirmando el
hecho de que el nuevo Papa al haber elegido ese nombre lo interpreta como un
posible indicativo de su orientación, y tal vez podemos alentar cierta
esperanza acerca de la tendencia que imprimirá a su Papado. Pasa luego a citar párrafos
extraídos de su libro destacando que, al hablar de la acción distributiva del
Estado, advierte: “Entendemos aquí por Estado no el que de hecho tiene tal o
cual pueblo, sino el que pide la recta razón de conformidad con la naturaleza”.
Esto es, que a lo que está refiriéndose es a un Estado ideal, no a los
totalitarismos reales.
Continua
acudiendo a León XIII en “Quod Apostolici numeris” definiendo al socialismo y
al comunismo como: “mortal enfermedad que se infiltra por las articulaciones
más íntimas de la sociedad humana, para llevarla al peligro de muerte”, y salta
luego a “Rerum Novarum” afirmando; “Quede, sentado que cuando se busca aliviar
a los pueblos, lo que debe ser principal y el fundamento de todo: es que se ha
de guardar intacta la propiedad privada”.
“Es deseo de
los socialistas evitarlo; pero vano es este afán, pues es algo en contra la
naturaleza misma de las cosas. Porque se ha entregado a los hombres la misma naturaleza
de grandísimas y muchísimas desigualdades. No son iguales los talentos de
todos, ni igual el ingenio, ni la salud ni la fuerza; y a la necesaria
desigualdad de estas cosas le sigue espontáneamente la desigualdad en la
fortuna.”
“Es
discusión peligrosa, porque de ella se sirven con frecuencia hombres
turbulentos y astutos para torcer el juicio de la verdad y para incitar
sediciosamente a las turbas. Los socialistas, atizando el odio de los
indigentes contra los ricos, tratan de acabar con la propiedad privada de los
bienes, estimando mejor que, en su lugar, todos los bienes sean comunes y
administrados por las personas que rigen los gobiernos las naciones. Creen que,
con este traslado de los bienes particulares a la comunidad, distribuyendo por
igual las riquezas y el bienestar entre todos los ciudadanos, se podría curar
el mal presente”.
“Pero es
medida totalmente inadecuada, porque llega
a perjudicar a las propias clases obreras; y es, además, sumamente injusta,
pues ejerce violencia contra los legítimos poseedores, altera la misión de la
república y agita el fundamento de las naciones… si un obrero, reduciendo sus
gastos, ahorra algo e invierte el fruto de sus ahorros en una finca, puede
asegurarse su manutención, esta finca no será otra cosa que el mismo salario
revestido con otra apariencia, y la finca adquirida así, debe ser tan de su
dominio como el salario ganado con su trabajo. Esto debe ser como naturalmente
se establezca, la propiedad de las cosas, tanto muebles como inmuebles.”
León XIII luego afirmaba “lo que más contribuye a la prosperidad de las naciones es la probidad de las costumbres, la recta constitución de las familias, la observancia de la religión y de las leyes, las moderadas cargas públicas y su equitativa distribución, los progresos de la industria y del comercio, la floreciente agricultura y otros factores de esta índole, los cuales, cuando son impulsados con mayor afán, tanto mejor y más felizmente permitirán vivir a los ciudadanos”.
En 1895
visitaba EU y reconocía que, con la promisoria situación de la Iglesia
estadounidense, “han contribuido, además, hay que confesarlo, a la equidad de
las leyes en que América vive y las costumbres de una sociedad bien
constituida. Pues, sin oposición por parte de la Constitución del Estado, sin
impedimento alguno por parte de la ley, defendida contra la violencia por el
derecho común y por la justicia de los tribunales, le ha sido dada a la Iglesia
una facultad de vivir segura y desenvolverse sin obstáculos”.
Y ahora yo solo pregunto ¿Por qué se abandonaron esos principios? ¿Cuándo se abandonó esta bella Doctrina Social de la Iglesia? Esta reflexión me llevo a recordar un fiero enfrentamiento que tuve hace años cuando afirmé que Jesus habia sido libertario. Extraño mucho a san Juan Pablo II. Gracias a mi amigo Marco Aníbal Rouges.
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