Es importante reconocer los viejos hábitos destructivos para no repetirlos. La historia económica de México siempre ha estado llena de estallidos provocados por políticas rapaces, pero solo para regresar a las viejas rutas que lo condujeron ahí.
Las semillas de mi actitud condenatoria del estado mexicano fueron sembradas aquel septiembre de 1976 cuando, recién nombrado Director General del Banco Ganadero y Agrícola en Hermosillo, recibía la noticia de la devaluación del peso. Empezaron las llamadas de periodistas pidiéndome explicara lo que sucedía. Pero lo que esperaban era un punto de vista que no fuera crítico al gobierno o darle un sesgo positivo a tan destructivo evento, como, “van a aumentar las exportaciones.” Cuando empecé a describir las causas —malas políticas económicas— y las consecuencias que llevarían al país a ese nuevo estadio económico, la Estagflación, la combinación de inflación con profunda recesión, me di cuenta de que no era lo que ellos esperaban escuchar y no publicarían.
Días después viajaba a la ciudad de México para una reunión-comida con Rubén Aguilar, director general de Banamex. Durante la comida Rubén me expone su gran preocupación de lo que podría suceder antes que Echeverría terminara su mandato. Me explicaba que unos días antes, a eso de las 3:00 am, Echeverría había convocado a Los Pinos a Ernesto Fernández Hurtado, gobernador del Banco de México, y a él como presidente de la Asociación Mexicana de Banqueros, para notificarles la expropiación de la banca, el control de cambios y el cierre de los bancos durante quince días.
“Al final lo convencimos de no hacerlo”, me dice Rubén y continúa, “yo veo la situación muy grave y muy incierta frente a una nueva forma de gobernar de una soberbia nunca vista”. Ante tal masacre económica y política le preguntaba ¿Qué va a suceder Rubén? Me respondía exhibiendo su gran sabiduría, “estudia la historia económica de México y ahí encontrarás la respuesta”. De regreso a Hermosillo, días después recibo otra llamada para avisarme de la expropiación del Valle del Yaqui.
Echeverría había aumentado el déficit fiscal para luego financiarlo con el dinero recién impreso. No había entendido la nueva realidad de monedas flotantes y rápidamente abusó del sistema esperando crear riqueza sin esfuerzo. La consecuencia sería inflación galopante. Se incrementaban las importaciones del gobierno provocando un desbalance comercial. Se tomaban luego decisiones políticas tratando de evitar una devaluación. Se cerraba aún más la economía con tarifas adicionales, mientras que el déficit comercial se financiaba con más deuda. Se cavaba más profundo el hoyo en el cual México ya estaba hundido. La bomba explotaba y se forzaba una devaluación de $12.50 a $20.50, una caída de 64%. Se consolidaba la toma del poder por los destructores.
Los dos presidentes de la post guerra, Miguel Alemán y Ruiz Cortines, se inclinaban por políticas para el crecimiento de la economía privada. Impuestos razonables y buenos porcentajes de ganancias provocaron que el capital, doméstico e internacional, continuara fluyendo. Pero esta estrategia creaba algunas distorsiones siendo la principal, una tendencia del gobierno para escoger ganadores y perdedores. Solo a ciertas industrias se les daba tratamientos fiscales especiales y eran protegidas de la competencia, lo que ayudaba a unas a expensas de otras. A las nuevas industrias se les daban dispensa de impuestos por años transfiriendo la carga fiscal a las empresas existentes.
Pero la práctica de redituables tratamientos fiscales, protección frente a competencia extranjera, o permisos y contratos del gobierno, siempre ha sido muy vulnerable a la corrupción. Aun cuando el crecimiento económico lucía robusto hubo algunas excepciones. En 1948 el peso se devaluaba 21 centavos a 11.5 y de inmediato la inversión privada se reducía un 25%. En 1953, otra devaluación de 8 centavos provocaba inflación reduciendo los salarios reales, proceso que duraba hasta 1958. Aun cuando se reportaba un crecimiento de 5.8% anual de 1947 a 1952, la inflación en la ciudad de México alcanzaba el 10%. De 1954 hasta 1976, no habría nuevas devaluaciones y se controlaba la inflación.
La liga entre altos niveles de impuestos y fuga de capitales, siempre se ha comprobado en todo el mundo. Especialmente cuando se gravan agresivamente dividendos, ingresos por intereses, otros ingresos corrientes, ganancias de capital, y la inflación coloca a la gente en los niveles más altos de causantes. La incertidumbre acerca de cambios futuros en las tasas de cambio, tasas impositivas y política económica en general, también contribuyen a masivas fugas de capital.
En 1965 EU reducía sus tasas impositivas para competir con Alemania y Japón, el nuevo presidente de México, Gustavo Díaz Ordaz, reducía la tasa más alta a un 35%, deshaciendo el daño del 50% activado en 1960. El crecimiento económico se aceleró y su naturaleza cambiaba. En lugar de generarse por gastos de obras públicas del gobierno, financiado con deuda externa, se provocaba un surgimiento sin precedente de inversión privada que, de 1956-1963 se había incrementado solo un raquítico 12.4%. Pero en los siguientes seis años se incrementaría en un 134%. La producción industrial creció casi 9% anual. El salario se incrementó en 35% en poder de compra real. Los ingresos del gobierno que se derrumbaran a 7% del PIB después que la tasa impositiva de 50% se activara en 1960, y para 1965 escalaba a un 8.9% cuando la tasa se redujera a 35%.
Los experimentos fiscales de bajas tasas en 1965 y altas tasas en 1954 y 1960, rápidamente se olvidarían. Las tasas más altas una vez más se incrementaban a 42% en 1972, 50% en 1975, y 55% en 1979, más un impuesto adicional de 10% a los ingresos más altos activado en 1983. Echeverría quería hacer de México líder del Tercer Mundo y modelo de gobierno gigantesco. Incrementó el porcentaje de la economía controlada por el Estado en 60% y el número de empresas estatales de 86 a 780. Se provocaba luego el fenómeno de intereses negativos en el mercado de crédito controlado por el gobierno, y la pérdida total de confianza en el presidente aceleraba la fuga de capitales.
Es importante reconocer los viejos hábitos destructivos para no repetirlos. La historia económica de México siempre ha estado llena de estallidos provocados por las políticas rapaces impuestas por los imperios Azteca y Español, pero solo para regresar a las viejas rutas que lo condujeron ahí, muy seguido de las manos de otro heroico general montado en su caballo como Santana o Porfirio Díaz, o de un mesías tropical.
México hizo el intento eliminando tarifas, regulaciones, estabilizando el peso, se intentó una estructura impositiva competitiva. Todos los experimentos con impuestos y tarifas moderados, moneda estable, han provocado vigorosas expansiones económicas. Fue lo que sucedió cuando se redujeron impuestos en 1895-1908 y luego en 1965-1971, y cuando el peso se estabilizaba 1917-1932, en 1954-1976, y en 1989-1993. Pero parece que somos más suicidas que los kamikazes japoneses.
La historia económica de México ha demostrado que minimizando las barreras del gobierno a la actividad empresarial y a las empresas en general, se pueden provocar resultados que muy pocos pueden imaginar. Pero como cantaba José Alfredo, “nada me han enseñado los años, siempre caigo en los mismos errores”. Ahora entendía el mensaje de Rubén. “El coyote come-caca la seguirá comiendo, aunque le quemen el hocico”.
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