Ricardo Valenzuela
Al finalizar la guerra civil en EUA, emergía un país destrozado y un selecto grupo de “empresarios” millonarios que habían sido quienes surtían a los combatientes de todo lo requerido para medir sus fuerzas con el enemigo. Así nacía el gusto de la guerra como gran oportunidad de ganar dinero. Las organizaciones que se formaban para aprovechar esas oportunidades eran los Trust, una especie de fideicomisos que ofrecían grandes protecciones. La revolución industrial cabalgaba velozmente y el país se recuperaba. Durante la segunda mitad del siglo 19 surgían los grandes tycons que impulsaban industrias como el petróleo, el acero, las comunicaciones, finanzas y se iniciaba el cambio de Trust hacia las corporaciones.
Surgían con ellas los que se llegaran a conocer como los Barones Bandidos, un equipo que incluía a Rockefeller, Carnegie, JP Morgan, Vanderbilt que llegaran a controlar, como el caso de Rockefeller con el petróleo, el mercado de sus actividades en todo el mundo. Como siempre sucede, de inmediato se convertían en blanco de envidias y, sobre todo, la gran preocupación del gobierno al que rivalizaban en poder, tanto que, en el caso de JP Morgan en dos ocasiones tuvo que rescatar la economía y la moneda del país, en sociedad con un presidente como Cleveland que si entendía el beneficio que esos barones creaban para la sociedad.
Y sería Teddy Roosevelt quien satisficiera los gritos de ciertos lideres e iniciara una guerra contra ellos porque, erróneamente, pensaba que se apoderarían del poder político como había sucedido en el caso de la East India Corporation en Inglaterra. Pero, si Teddy regresara a la vida, en estos momentos se horrorizaría con el poder que han acumulado las tecnológicas de Silicon Valley operando por todo el mundo. Y si pudiera detectar la forma en que se han convertido en las armas silenciosas para programar a la gente de acuerdo a sus intereses. Si se enterara que con la soberbia que les da ese poder se atrevieron a silenciar al presidente, la forma en que destruyeron una posible competencia, Parler, con tácticas similares a las mafias sicilianas, preso de pánico se regresaría a su tumba.
En los años 80, cuando EUA navegaba sobre la ola de Reagan, surgía un financiero que revolucionaria el mundo y la economía de muchos países mediante una serie de creativos esquemas financieros y legales con los que sacudiría los mercados del mundo corporativo y, sobre todo, haría que las soñolientas corporaciones se despertaran con la amenaza de sus estrategias, Mike Milken.
Con sus tomas por asalto de esas pasivas empresas, sus compras apalancadas para financiar sus operaciones, fusiones, adquisiciones de esas entidades que estaban desperdiciando su potencial. Provocaría una ola obligando a las corporaciones para hacerse más eficientes, más productivas, generaran ganancias y crecieran en medio de una nuevo mundo sumamente competitivo donde los tibios no tenían lugar. Inventaría el instrumento ahora conocido como “bonos de alto rendimiento”, que sus enemigos bautizaran como bonos chatarra, llegando a controla casi el 100% del mercado de ese novedoso proceso. Jamás intervino en actividades políticas ni invertía millones para lograr la elección de cierto candidato.
Milken se había rodeado de un grupo de jóvenes graduados en las mejores universidades del país y uno de ellos era Dennis Levine a quien considero mi amigo. Milken se había graduado en la Universidad de California en Berkley y sus estudios para obtener su MBA en la prestigiada Universidad de Pensilvania en donde conociera a Trump. Iniciaba su carrera en el banco de inversión Drexel-Burnham en donde rápidamente se ganaba la reputación de genio para establecer una radiografía de las empresas y con la habilidad para detectar el potencial de ganancias desperdiciado.
El definía su actividad como un esfuerzo para democratizar el capital financiando empresas que otros bancos rechazaban, y centraba su visión en empresas que se podrían describir como los Hillbilles del mercado corporativo. Así apoyó a Ted Turner, quien era propietario de un canal de TV en Atlanta, para llevarlo a construir lo ahora es CNN. Y, así continuaba su cruzaba tomando empresas desconocidas, con problemas, para, con su magia, convertirlas en titanes del mundo corporativo. Pero, por razones difíciles de comprender, un conocido fiscal con ambiciones políticas inició un ataque en su contra con toda la fuerza del gobierno federal hasta destruirlo e, inclusive, llevarlo a prisión. Y que mejor trofeo para Giuliani que el rey de los bonos de alto rendimiento.
Sin embargo, ahora libremente Silicon Valley surge, no construyendo como lo hizo Milken, sino destruyendo con sus esquemas que horrorizarían no solo a Teddy, también a john Locke y Adam Smith. Porque no construyen nada mas que esquemas de ataque que le han vendido a un segmento de la política, el nuevo partido demócrata marxista. Se han convertido en los Anastasia, el asesino estrella de Lucy Luciano, para destruir a Trump y su movimiento liberatorio cuando, cargando el mismo equipaje de los que se convierten en líderes sindicales, apuntan sus baterías para destruir los blancos que les ordenan los padrinos capo de tuti de la política. Y, de la misma forma que los capos eligieron a Kennedy para destruirlo, apuntaron sus baterías contra Trump.
Y, si no surge otro Teddy para ponerle el bozal a estos destructores, en unos cuantos años habrán desaparecido los derechos individuales listados en el Bill Of Rights como libertad de expresión, a tener armas, libertad religiosa, de asamblea, de no ser arrestado sin orden de un juez, para atraparnos en una red tecnológica de opresión y de miseria de la misma forma que Inglaterra, a través de la East India Corporation, succiono la riqueza del mundo, su sangre, su energía vital, la libertad de la gente condenándolos a una esclavitud de cadenas visibles. De esa misma forma este Marxismo Corporativo y Aristócrata, siempre arrullándonos con sus con sus armas silenciosas encriptadas en sus algoritmos, sus cables, sus factorías, nos llevarán finalmente al destino de la servidumbre.
Estamos en guerra y no nos hemos dedo cuenta, es David contra Goliat, pero nosotros tenemos las armas más poderosas, la verdad, la justicia y la razón. Y no debemos permanecer como lo describía George Bernard Shaw: “Lucha por lo que quieres o te tendrás que conformar con lo que tienes. Donde no hay ventilación el aire puro es considerado insalubre. Donde no hay conocimientos la ignorancia se convierte en cultura”. La lucha de Trump es contra ese enemigo que quiere cambiar nuestros valores, nuestra historia, aceptar el aborto hasta los nueve meses de gestación, aceptar la homosexualidad como natural, la pedofilia. Destruir el cristianismo. No es solo una lucho económica-política, es una lucha contra el globalismo satánico.
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