Ensayo con el que uno de mis nietos ganó un concurso en su prepa. Se les permitía usar un asesor
Ricardo Valenzuela y Ricardo Rosenblatt Valenzuela
“Me siento bendecido por haber nacido en esta hermosa tierra de la libertad. Bendecido también por haber nacido en una familia que, si yo la hubiera podido ordenar por catálogo, no sería tan acorde de los que yo pienso es un capullo de amor, de valores, de trabajo, de integridad y, sobre todo, libertad. Sin embargo, cuando escucho a mi padre y a mi abuelo hablar de los tiempos pasados, me preocupa esa libertad que ha hecho de este país, en menos de cien años, el más próspero y poderoso del mundo cada día esté más amenazada. No entiendo por qué infinidad de hombres de letras, intelectuales, periodistas, han llegado a odiar esta libertad. ¿Por qué a pesar de los fracasos socialistas, estos hombres continúan ejerciendo tanta influencia? Y llegó un momento en que yo mismo tuve que responderme esa pregunta. Pienso que la respuesta es que no existe una clara filosofía de la libertad, del capitalismo. Una filosofía con la cual se puedan evaluar los logros de esa libertad. Alguien por ahí ha dicho: “el capitalismo ocurre de forma natural solo si no hay nada que lo detenga. El socialismo tiene que ser construido”.
“A diferencia del socialismo, el capitalismo es simplemente lo que ocurre en ausencia de una planeación central. Cuando nuestros compatriotas llegaron a esta región del oeste, no llegaron con una receta obligatoria emitida por alguna Agencia para la Planeación Económica; ellos se dedicaron a hacer lo que querían hacer y era lo natural: Trabajaron, sembraron, cosecharon, compraron, vendieron, intercambiaron. Eso era capitalismo, pero nunca se enteraron considerándolo como algo normal en una sociedad. Nosotros, los americanos, no somos ideológicos; solo hacemos lo que funciona y no nos preocupamos por alguna etiqueta filosófica. Y en cierto sentido esto ha sido una bendición. Pero también ha sido una debilidad porque sin una filosofía racional que lo distinga, el capitalismo es vulnerable a los agresiones y ataques de cualquier desarrapado socialista— exponiendo sus envidias, sus frustraciones y, sobre todo, sus diabólicas soluciones. Y ellos tienen influencia no porque tengan la razón, sino porque no tenemos una filosofía del capitalismo ampliamente reconocida con la cual debemos combatirlos. Sin principios, perderemos el juego, porque una mala idea solo se puede derrotar con una buena y mucho mejor. Lo que nos hace falta son Los Principios”.
“Sin principios ¿Cómo podemos distinguir lo bueno de lo malo, lo que está bien de lo que está mal? ¿Podemos asumir que si es legal es que está bien? Pero la esclavitud era legal. ¿Podemos asumir que algo es lo correcto si está avalado por la mayoría? Una mayoría condenó a Cristo a la cruz. ¿Puede entonces algo ser correcto si se ha concebido a través de un proceso legislativo? Muchos sangrientos dictadores eran seleccionados de esa manera. Entonces ¿Por qué no acudimos a la Constitución? Pero la Constitución puede enmendarse por el mismo rugido de la multitud enardecida. Que tal ¿El mayor bienestar para el mayor número de gente? En una sociedad sin libertad no hay justicia. Entonces ¿Quién será el que defina lo que es el mayor bienestar? ¿El robar a unos para darles a otros, es eso lograr mayor bienestar? Entonces ¿Cómo definir lo que es correcto y lo que no lo es? ¿Tiraremos una moneda el aire para decidir? Esto es lo que sucede en una sociedad de política patriarcal. Cualquier cosa es buena si hay suficiente gente que lo quiera. Cuando un agricultor roba la tierra de su vecino, lo llamamos robo; pero si el estado lo hace por él, lo llamamos reforma agraria. Cuando los políticos toman la riqueza que un hombre ha sudado para construirla, se les considera “compasivos”; pero al hombre que produce esa riqueza lo llamamos egoísta, materialista. Si una mayoría viola los derechos de un individuo lo llamamos injusticia; pero si ello se ha llevado a votación, lo llamamos democracia”.“Cuando la gente no tiene una idea clara de lo que es bueno o malo, cuando creen que todo es relativo, el resultado es un caos ideológico que provoca una gradual desintegración de la fábrica social. Entonces ¿Qué es lo que necesitamos y no tenemos? Necesitamos principios. Los principios no son legislados, copiados o inventados. Ellos son descubiertos. Los diez mandamientos no fueron producto de un largo proceso de legislación. Los tres principios básicos de una sociedad libre son el individualismo, la institución de propiedad privada, y la libertad económica que provocan los mercados sean libres. Inclusive, algunos hombres que se declaran capitalistas y supuestamente favorecen el individualismo, pasan luego a declarar que el interés público es más importante que los derechos individuales. Cualquier posición “pro capitalista” que no esté basada en la primacía de los derechos individuales, está condenada al fracaso”.
Entre los grandes representantes del liberalismo moderno, estaban los liberales clásicos del siglo 19 en Inglaterra. Estos liberales originarios luchaban por liberar el mercado de restricciones, regulaciones, interferencias de parte del estado. Fue el triunfo de ese liberalismo clásico el que liberó la mente de los hombres, pero también sus manos y sus brazos. Por primera vez en la historia de Inglaterra el gobierno fue finalmente confinado a su verdadera función de proteger, en lugar de regular y acosar a los individuos. Políticamente, el significado del liberalismo no consistió en aprobar más leyes, sino el derogar las que encadenaban al país. La ley contra la usura fue derogada. En 1846 la fatal Ley del Maíz fue también derogada. Las leyes de Navegación que restringían tanto esa industria, fueron derogadas en 1847 y 49, para el año de 1867 las últimas tarifas proteccionistas eran eliminadas.
“Nunca el individuo había sido tan libre de las interferencias del estado en la forma de conducir su vida y disponer de su propiedad. Como resultado el comercio floreció e Inglaterra experimentó el surgimiento más grande de progreso material en su historia. De todos los países de Europa, Inglaterra era el más libre y por ello, el que más prosperó. Los hombres que provocaron este estado de libertad económica sin precedentes eran los “liberales clásicos”, hombres como John Locke, Adam Smith, Jeremy Bentham, Herbert Spencer, John Stuart Mill. Lo que ellos forjaron fue el gobierno limitado—un gobierno confinado a su única tarea de proteger la libertad en lugar de violarla; un gobierno que usaba fuerza legalizada para proteger la santidad de la propiedad privada en lugar de controlarla”.
“Y repito, los tres principios de una sociedad libre que realmente progresa, son el individualismo, la institución de la propiedad privada y la economía de mercado. Son los tres ingredientes básicos de la experiencia americana y lo que hemos empezado a llamar capitalismo. Son los tres elementos únicos de la civilización occidental especialmente desarrollada en Inglaterra, de cuya cultura política somos sus afortunados herederos. Ninguna otra civilización ha sido basada y desarrollada sobre estos tres principios. Pero nuestra herencia de libertad en estos momentos está amenazada, entre otras cosas, por nuestro fracaso para identificar y con toda claridad promover los principios sobre los cuales se ha basado, y los ha dejado vulnerables a los asaltos socialistas y, algunas veces, también por conservadores. Y en estos momentos cuando, ante las agresiones de los gobiernos, las economías mundiales están fallando, y aunque parezca increíble se incrementan las indignantes llamadas para expandir el control gubernamental. Sin un entendimiento claro de los principios del capitalismo de hoy día, nuestra libertad y nuestro futuro puede sufrir el mismo destino del liberalismo clásico de inicios del siglo 19 en Inglaterra, y nos veremos arropados de una nueva y larga era de las cavernas socialistas.
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