Ricardo Valenzuela
Los invito a que me acompañen en un viaje diferente, una ruta nunca transitada para observar la vida desde una atrevida perspectiva que tal vez algunos la consideren irrespetuosa, para otros simplemente una locura, para algunos tal vez reprochable, pero, creo que, si no se rechaza esta invitación de inmediato, estoy seguro lo encontrarán sorprendente, también una aventura liberadora y atrevernos a usar el famoso lente de aquel loco, Spinoza y, por primera vez, mirar una serie de rincones inexplorados que nos puedan indicar una nueva vereda hacia una vida verdaderamente trascendente.
En el contexto de las diferentes cuestiones de las cuales siempre hemos aprendido a través de nuestra educación tradicional como la historia, las religiones, las ciencias naturales etcétera, debemos coincidir que en todos estos escenarios donde han participado diferentes mentes inquietas. Al buscar esas huidizas verdades que sabemos existen y, aun sin conocerlas, las sentimos y ello nos impulsa seguir buscando hasta sentir que hemos arribado a esas playas soleadas del edén.
En mi caso, el amor por el estudio de la economía me ha llevado, no solo a conocer las ideas tradicionales, sino, también, hacia otros bosques de ideas que siempre se han considerado peligrosas y, por lo mismo, son las que se han condenado enviándolas al archivo de la ignorancia. Ese fatal espacio en donde han permanecido durante siglos. Obviamente en el estudio de la economía debemos partir teniendo claro que el factor esencial de su concepción es el ser humano. Porque el ser humano es el material que forma algo tan particular, los mercados, en donde se lleva a cabo lo que le ha dado a la economía su viejo fundamento. La satisfacción de sus necesidades siempre crecientes, con recursos escasos.
Así, el ser humano era al mismo tiempo el demandante y oferente de bienes y servicios que necesita para su existencia. Pero, durante tantos años nos han asegurado que estamos llegando a un punto en el cual el edificio de la economía se estaba derribando por el desequilibrio entre necesidades y satisfactores, y nos dirigimos hacia un holocausto. Nos debíamos preparar para aceptar un futuro de carencias activando el control del crecimiento. La trampa con que los gobiernos tomaran control del surtido de la demanda y más cadenas.
Era lo mismo que afirmara Malthus en el siglo 17 y la única solución que sugería era la limitación de la población. Entre sabias medidas recomendaba: control de natalidad y las guerras, después le agregarían las plagas provocadas. Sin embargo, la población del mundo en el siglo de Malthus era de unos 450 millones. En estos momentos la población es de más de 8,000 millones y seguimos produciendo sobrantes de alimentos. Es decir, de alguna forma la genialidad humana le hizo frente a “su problema.”
Mi propuesta es sencilla. ¿Por qué no analizamos profundamente los factores que, desde el inicio de la era cristiana, han estado saboteando la infinita capacidad de los seres humanos en libertad, para desatarla y se inicie la emergencia de esos super seres humanos, super productores, super creadores marchando totalmente en contra de lo que son claras políticas de supresión de la humanidad? Nos amenazaron con el deshielo de los polos, el cambio de clima, el petróleo estaba a punto de terminarse, bloqueando la tecnología de energía gratis, y muchas otras amenazantes tragedias inventadas para engrosar los muros prisioneros de la humanidad.
Si a nuestro análisis le pudiéramos dar un rostro visible de lo que realmente ha estado saboteando nuestro potencial paraíso que, sin duda, podemos construir. Con herramientas indiscutibles podríamos presentar en números lo que esto significa. Muy cerca tenemos la experiencia para sostenerlo y debería de servirnos para demostrar cómo el potencial del ser humano puede identificarse con una pregunta ¿Por qué el PIB de EU es más de 20 veces superior al de Mexico? ¿Superior al de toda America Latina? Y ya no usando los mismos viejos argumentos ya tan conocidos.
Primero, quiero aclarar que no soy ateo ni encabezo una campaña con esos fines, no, sigo siendo católico, pero muy crítico y en la siguiente entrega ampliaré ¿Por qué no identificamos con precisión milimétrica las organizaciones que han estado saboteando el progreso de la humanidad? Y para hacerlo en partes, aunque me arriesgue a explosiones de gentes muy cercanas, me atrevo a exponer mis afirmaciones y ver si puedo ser la urgente alarma que necesitamos. Uno de los grandes impedimentos para la emergencia del superhombre de Nietzsche que radica en todos nosotros encadenado, ha sido la iglesia católica. Es un saboteo que la iglesia ha operado desde su nacimiento.
La aparición de Jesucristo iniciaría, entre muchas otras cosas, el surgimiento de una ideología liberatoria que amenazaba convertirse en una potencia para cuestionar el poder absoluto de los emperadores. Pero, la religión cristiana no sería estructurada por Jesucristo. Tardaría tres siglos en que, supuestamente, sus pías santas enseñanzas mutaran en una sociedad Estado—Iglesia, cuando aquel emperador Constantino reconociera ese gran poder.
Después de esos tres siglos, promovida por Constantino, se llevaría a cabo una convocatoria para consolidar la iglesia ya en esa sociedad con el Imperio. El Concilio de Nicea en el año 325 DC sería la concentración de todos los aspirantes con el supuesto objetivo de lograr la definición del concepto de Dios, pero con el ingrediente del emperador y su intención de moldear políticamente lo sagrado. Constantino, supuestamente, se había convertido al cristianismo y era el inventor de esa nueva sociedad para decretar el cristianismo como la religión monopólica del Imperio. Era el gran monopolio espiritual estatal y de esa forma usar la religión para siempre legitimar el poder.
Esa sociedad cabalgaría sin retos hasta el inicio del renacimiento y la emergencia de pensadores rebeldes. Fue cuando surgieran Spinoza, Descartes, Nietzsche, Schopenhauer, Leibniz. Especialmente Nietzsche con su ideal de ese ser humano, Ubermensch, con una voluntad de poder que permitiría al individuo liberarse de las cadenas impuestas por la moralidad tradicional y las creencias religiosas de la vieja ola. Asegurando los hombres podían convertirse en seres superiores autónomos y creativos. Ello provocaría la desaparición del miedo, la culpa que nos asignaran al nacer con el pecado original, para que explotara la genialidad dormida.
Apenas se iniciaba el combate que ha perdurado.
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