LA HISTORIA DE LAISSEZ-FAIRE V

 RICARDO VALENZUELA

Henry Simons's Positive Program for Laissez-Faire - ProMarket

 

“Al iniciar el análisis que nos pueda explicar con claridad la forma en que se ha desarrollado el crecimiento económico del mundo occidental, debemos de empezar, tal vez, por su más enigmático aspecto; el Gradualismo. 

 

Los países avanzados del mundo occidental terminaron su tránsito de la pobreza hacia una relativa riqueza durante los siglos 19 y 20. No fue un cambio mágico, instantáneo y explosivo el ocurrido catapultando sus PIBs a niveles que nunca se hubieran conocido. Fue más bien una fórmula para mantener un crecimiento, si no tan explosivo, si constante durante muchos años cuando se lograban crecimientos superiores al aumento de la población—crecimientos que ya se habían experimentado en Inglaterra y Holanda. Inclusive, Japón, que había sido tan exitoso asimilando los estilos occidentales después de la llegada del Comodoro Perry a la bahía de Tokio en 1868, se había convertido ya en una leyenda obteniendo también gran éxito en nivelar y conjugar esos crecimientos anuales de la economía y la población. En todos esos países la población y la producción per cápita se han multiplicado, pero no de un día para otro, sino en periodos largos. 

 

Después de un año, e inclusive después de una década, los avances económicos, después de hacerle campo al crecimiento de la población, eran tan pequeños que fueron imperceptibles y se llegó a pensar que esos avances eran experimentados nada más por los ricos y no por los pobres. Solamente hasta que el occidente inició un crecimiento compuesto y continuado a través del siglo 20 sus logros empezaron a ser obvios. Era ya muy claro que las clases trabajadoras de occidente eran ya parte de las clases medias y sus avances eran importantes pues esas clases medias estaban prosperando y creciendo en la misma medida que la población. La pobreza no había desaparecido pues el gran logro no fue su abolición, sino su reducción de niveles hasta de un 90% de la población, a un 30 y hasta 20, o más, dependiendo del país y la definición de pobreza—un concepto que sigue creciendo en su contenido al igual que el mismo crecimiento económico. El crecimiento continuo de las economías occidentales durante el siglo 20 creaba un gran hueco entre su riqueza y la pobreza, de la que habían escapado y en la cual la mayoría de la gente alrededor del mundo todavía vive. 

 

Es claro que en al navegar de este proceso podemos identificar innovaciones monumentales—tecnológicas, económicas y políticas—que han contribuido para lograr este crecimiento. Pero el récord estadístico del Gradualismo es muy claro. El Gradualismo se da en parte por el hecho que, aun cuando las grandes innovaciones se presentaban todas en conjunto en un lugar y en un tiempo determinado, como fue la revolución industrial, ellos afectan directamente solo parte de la economía y lleva décadas para que emerjan sus efectos. También es debido al hecho que multitud de pequeñas adiciones al conocimiento tienen un efecto acumulativo en ese crecimiento económico, y la ley de los grandes números tienden a distribuir este efecto acumulativo de forma proporcional en todas esas etapas. Nunca ha habido un día, ni siquiera una generación, cuando algún personaje o un editor de algún diario, por demás astuto que fuera, pudiera haber liderado con noticias de un desarrollo económico o tecnológico el rescate de occidente de la pobreza. 

 

La explicación del crecimiento gradual, mientras continúe, tiene que residir en un mecanismo institucional construido e incrustado profundamente en la estructura de las economías occidentales, y continuamente buscar y adoptar cambios que lo induzcan. Profundidad es la palabra clave, porque el mecanismo ha estado tan ausente que se ha hecho casi imposible alcanzarlo y, para muchos, el futuro solamente es uno en donde nos espera el estancamiento o el declive después de una larga expansión de los PIBs y el crecimiento de la población. El porcentaje del crecimiento de la producción en el último siglo es comúnmente ubicado en un 3% al año, y en la mayoría de las ramas de la experiencia humana esta clase de progresión geométrica en donde cada término es 1.03 veces del término precedido, tiende a encontrar barreras insuperables y estancarse en menos de doscientos términos.  

 

A finales del siglo 18, Thomas Malthus argumentaba que un crecimiento exponencial de la población encontraría muy pronto una insuperable barrera en forma de limitadas producciones y ofertas de alimentos. Un siglo después, la población del país de Malthus, Inglaterra, se había cuadruplicado y lucia estándares de vida mucho más altos que en sus días. Sí Malthus, escribiendo hace dos siglos, no fue capaz de identificar el continuo crecimiento en la rama de la economía que produce y ofrece alimentos en el mercado, es muy fácil entender por qué los modernos movimientos neo-maltusianos, basados en la sustitución de otros recursos por alimentos en ese argumento Maltusiano, les es imposible concebir que el crecimiento del mundo occidental pueda continuar en el largo plazo. 

 

Pero no sería solo Malthus. Después, Oswald Spengler llevó a cabo una gran predicción con su obra; “El declive del Oeste”. Ningún profeta razonable escribiendo en esa era de Spengler pudo detectar que durante el siguiente medio siglo la población de los EU se doblaría, y su PIB per cápita se incrementaría casi tres veces. No es solo que Spengler creaba una falsa estimación de lo que, según él, era un inevitable cansancio y agotamiento de la progresión geométrica. El punto más serio es que Spengler, un pensador profundo y de gran talento, en ambas posiciones no entendió y desestimó las fuerzas que catapultaban el progreso occidental, y de la misma forma no entendió y sobre estimó las fuerzas que ya lo estaban corrompiendo y desintegrando. Y Spengler no estaba solo en sus afirmaciones. 

 

En este análisis encontraremos cómo el mundo occidental ha creado un poderoso sistema de crecimiento económico, de tal forma que lo puede seguir generando igual que sus avances materiales de importancia durante muchas décadas, antes que el espíritu se haya agotado. La pura inercia de ese sistema lo hace engañoso. La gente que trabaja dentro de él y que lo hacen funcionar, continuarán haciendo lo que siempre han hecho mucho tiempo después de que todos los incentivos para el trabajo creativo hayan desaparecido, dejando el sistema sea conducido solo por el hábito y la falta de algo mejor para que esa gente lo ponga en práctica. Un sistema como este se agotará muy lentamente en respuesta a causas separadas por tantos años de sus efectos que, para cuando su final sea aparente, deberá ser irreversible. Los sistemas sociales pueden continuar sus expansiones mucho tiempo después de los eventos que hicieron su colapso inevitable. La lección proporcionada por la historia es todavía ofrecida por el imperio político de Roma, y no el imperio económico del mundo occidental: Roma continuó su expansión durante un siglo después de los eventos que provocaron su desintegración.   

              

Es importante mantener en mente este largo e incierto periodo entre causas y efectos, cuando intentemos llevar a cabo evaluaciones para entender y explicar el crecimiento del mundo occidental. Muchas instituciones que nos podrían haber dado esas respuestas, han sido sustancialmente modificadas por las corrientes políticas y sociales en el periodo final de este siglo. Pero a pesar de los cambios el crecimiento económico del mundo occidental ha continuado y, al parecer, no ha habido ese deterioro de su ritmo en el largo plazo. La capacidad de los seres humanos y sus instituciones para adaptarse a los cambios en formas que oscurece sus efectos, la posibilidad—muy probable—de que el crecimiento del oeste haya tenido diferentes causas en diferentes periodos y la tendencia clásica de los efectos emergiendo décadas después de las causas, ha sido olvidado. Y el mundo occidental, a pesar de sus políticos, continúa creciendo. 

 

 

 

 

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