MI LARGA BUSQUEDA (PRIMERA)

Ricardo Valenzuela 

Mary Magdalene wife of Jesus: let's clarify - Holyart.com Blog 

Hace algunos años, en un desayuno con un miembro de mi extensa familia, en medio de la conversación él me afirmaba algo que me dejaría muy pensativo. Al de referirse a mi padre y a su hermano mayor, Gilberto, me decía no entender que ambos, siendo la clara representación de la virtud, de valores profundos como integridad, moralidad etcétera, nunca asistían a las iglesias como lo hacía todo mundo. Y pasaba a opinar que tal vez eran masones. Sorprendido le respondía que yo estaba de acuerdo, pero, seguro no eran masones, me nacía la inquietud para encontrar respuesta a esa interrogante, pero archivaría tal inquietud por un tiempo. 

 

Hace un par de años, revisando una serie de documentos de mi padre quien, como yo, también, tenía la costumbre de escribir sus pensamientos, inquietudes, comentarios. Me encontré con uno en el que había escrito algo de esoterismo, un concepto desconocido para mí, pero, provocaba mi curiosidad para encontrar respuestas. Así iniciaba una investigación con el propósito de recibir luz de tal palabra. Mi padre era un hombre muy culto educado en Europa con títulos de abogado y en filosofía y letras de la Universidad Libre de Bruselas, y después en el LSE con etiqueta de administración pública y asuntos internacionales. Algo debía significar. 

 Ese proceso me llevaría por una desconocida ruta que, en estos momentos, pienso ha sido la más interesante de mi vida. Una ruta que provocaría sumergirme en un océano muy diferente al que habia navegado como economista y financiero, buscando adquirir conocimientos técnicos que sustentaran ese amor por la libertad que siempre he portado. Me sumergía en la filosofía de esos pensadores etiquetados de locos y rebeldes como Nietzsche, Spinoza, Leibniz, John Locke etcétera. Ellos me dirigían hacia la historia en donde, de forma especial, la del Imperio Romano me daba una interesante pista. 

 

Porque la historia de ese gran imperio estaba ligada al nacimiento del cristianismo. Y, al llegar al famoso Concilio de Nicea, se me empezaba a develar la respuesta a una gran confusión con la que siempre había transitado por la vida. La realidad de la religión católica con la que he tenido grandes desacuerdos durante mucho tiempo, aclarando nunca ser ateo. Allí fue donde, con sorpresa, encontraría la definición del esoterismo. Y aparecía como producto de la primera gran división del cristianismo que se provocara en dicho concilio ordenado por el emperador Constantino.  

 

Una mitad de los participantes exigía definir a Jesus de Nazaret como lo conocemos, el hijo de dios que vino a redimir al mundo de nuestros pecados. Un ser divino que debíamos aceptar con un acto de fe que no tendría discusión. La otra mitad pedía declarar la realidad, era un ser humano iluminado, portador de gran sabiduria y poderes especiales. Los primeros afirmando que, siendo hijo de dios, solo podíamos llegar a él a través de la iglesia en formación. Los segundos afirmando que, portadores de una divinidad interior, podíamos llegar a dios a través de activar esa chispa interna. 

 

Los triunfadores serían los primeros dándole vida a la iglesia con sus Papas y su gran burocracia. Los segundos eran declarados herejes para ser perseguidos y quemados. Los primeros contrataban expertos como Pablo, para recopilar infinidad de escritos que formarían los evangelios de su biblia. Los segundos, que escaparan de las agresiones de la nueva iglesia, se agruparían portando los “conocimientos esotéricos” emanados de Jesus que les habia trasmitido, y producían sus propios evangelios de ese esoterismo que era su verdad.  

 

Ellos serían conocidos como gnósticos y, ya escondidos, sus miembros como Tomas, Judas, Felipe y, especialmente, Maria Magdalena, escribirían sus evangelios que permanecerían desaparecidos hasta que, en 1947, unos pastores en Egipto los encontraran en una cueva y se iniciara un nuevo capítulo. La iglesia lucharía inútilmente durante años para suprimirlos y finalmente se conocieran. El su contenido es el mensaje de Jesus, podemos llegar a dios a través de conocer nuestra divinidad interior, no necesitamos iglesia.  

 

A partir de ese descubrimiento, se ha llegado a conocer eventos suprimidos durante siglos. Pero, tal vez el más desconocido ha sido la verdadera historia de Maria Magdalena quien, lejos de la imagen que le construyera la iglesia siglos después, ella no solo fuera la alumna consentida de Jesus, era su esposa a quien, como mandato especial, le pidiera ser la principal emisora de su mensaje a través del mundo. Eso representaba el papel tan importante que Jesus les diera a las mujeres, el que, desde su inicio, por insistencia el primer Papa, Julio I, la nueva iglesia ha combatido siendo una historia inspiradora.  

 

Maria Magdalena fue quien siempre lo acompañara y estuvo de pie ante la cruz. Después de su muerte viajaría a Francia con sus hijos, Jose, David y Sara, para iniciar el cumplimiento de la misión que le encomendara. En sus primeros años, formaría un grupo de mujeres que se convertían al mensaje de Jesus. El grupo sería en Europa conocido como Las mujeres Santas. Esta organización surgía con un poder que la convertía en un peligro similar a Jesus y la iglesia le seguía los pasos. Tardaría un milenio para que la iglesia las ubicara con la Inquisición. 

 

Fue cuando el grupo, sintiendo el peligro de la Inquisición, le entregaran la estafeta a nueve nobles franceses convertidos que se conocían como Templarios. Pero, les entregaban también antiguos documentos que habían sido propiedad de Maria Magdalena, con información secreta de algo existente en la tumba del rey Salomón. Los Templarios habiendo sido siempre consentidos de la Iglesia, sin embargo, sucedía algo extraño.

  

Felipe IV de Francia, fuertemente endeudado con la orden y atemorizado por un increíble poder acumulado, comenzó a presionar al papa Clemente para que tomara medidas contra sus integrantes. En 1307, todos los templarios fueron apresados, inducidos a confesar algo incierto bajo tortura y quemados en la hoguera. En 1312, Clemente V cedió a las presiones de Felipe IV y disolvió la orden. Debía seguir investigando.    

 

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