Ricardo Valenzuela

El
estímulo económico keynesiano que manejó Obama en 2009 ha sido la
borrachera gasto-endeudamiento más grande de todos los tiempos. Sin
embargo, sus resultados fueron anémicos.
Es importante obtener y revisar los hechos factuales de esta
historia de horror, porque se necesita aprender de los errores. Y en
este caso tiene un doble valor porque las ideas socialistas cada día
están más profundamente incrustadas en la política, la academia, la
media, en el amplio espectro de la cultura americana, y continúan
carcomiendo las bases morales de sociedades que buscan prosperar a base
de trabajo, ahorro e inversión. Ideas muertas que hace muchos años
fueron desacreditadas por la historia —keynesianismo, maltusianismo,
redistribución, socialismo, colectivismo, etc.— en la administración de
Obama fueron revividas y aplicadas con furia demencial en todo el
aparato económico de EU. El por qué estas ideas en bancarrota todavía
atraen a la elite intelectual es un gran misterio.
Una crisis no se debe desperdiciar
Al inicio de la administración de Obama, muchos recuerdan la
declaración que hizo su jefe de gabinete Rahm Emanuel después de la
toma de protesta del nuevo presidente; “Una buena crisis es algo
terrible de desperdiciar”. Los progresistas que controlaban la Casa
Blanca y los dos niveles del congreso tomaron este consejo al pie de la
letra, y procedieron a aprovechar la grave crisis que vivía el país
para activar todo lo que listaba su plan para socializar EU. Este era
el momento que la izquierda radical había esperado durante tantos años.
La revista “Time” publicaba la foto de Obama en su portada con
sombrero y cigarro con boquilla luciendo como un gallardo Franklin
Roosevelt. Era un mensaje de lo que Obama se proponía llevar a cabo. El
establecimiento de su propio New Deal, pero ahora impulsado con
esteroides.